Adrián Arias, expresidente de FAV-Gijón y en la actualidad asesor de la Delegación de IU-GUE/NGL en el Parlamento Europeo.

De entre las cifras, testimonios y noticias catastróficas que estamos viendo estas semanas sobre todo lo relacionado con el coronavirus, un debate se ha impuesto con fuerza y continuará seguramente en las próximas semanas: ¿qué medidas se tomarán desde las instituciones europeas en respuesta a la crisis que ya nos afecta?.

Hablar de la Unión Europea siempre es complejo, pues el gigante con pies de barro que supone las diferentes instituciones que conviven en el seno de lo que llamamos UE lo es, y sus mecanismos de funcionamiento si cabe más. Quién sea capaz de diferenciar con claridad las competencias y funcionamiento del Europarlamento, Consejo, Comisión o Eurogrupo debería obtener un título oficial de inmediato. Pero aunque la burocracia europea sea insultante, a día de hoy es el esquema sobre el que nuestro presente y futuro se debate.

¿Qué se está debatiendo en Europa?

A grandes rasgos los países de la UE debaten en diferentes reuniones cómo hacer frente de manera “coordinada” a la crisis económica que afectara a todas las sociedades europeas. Y lo preocupante es que en vez de realizarlo en términos de solidaridad, unidad y cohesión, lo que trasciende es que lo hacen bajo los parámetros de la anterior crisis de 2008. Es decir, se insiste en construir de nuevo un escenario socioeconómico asimétrico y desigual entre los países del Norte – lo que los analistas denominan como liga hanseática – y las periferias del Sur de Europa (entre los que estarían Portugal, España, Italia, Grecia).

Los gobiernos alemán y holandés, fundamentalmente pero no sólo, pretenden qué como ocurriera en 2008, sus estables modelos socioeconómicos continúen acumulando poder y desarrollo a costa de sumir de nuevo a los países del Sur en una nueva crisis de deuda, imposiciones de reformas estructurales y deterioro de su mercado productivo. Mientras que Italia, Portugal o España se resisten a esa opción.

Los mecanismos en disputa son por un lado los llamados coronabonos – emisiones de deuda conjunta y mutualizada por parte de todos los países de la UE – que supondrían una herramienta muy eficaz ante los más que probables ataques financieros por parte de los especuladores a las primas de riesgo de los estados del Sur. Con los veintisiete emitiendo coronabonos sería muy complicado ver las imágenes macroeconómicas que se vieron en la anterior crisis.

Y por otro, la puesta en marcha de medidas económicas expansivas, intervención directa de sectores estratégicos de la economía de los Estados y un conjunto de medidas de estimulo que completarían un “new deal” – nuevo acuerdo – a escala europea. Esta opción es la que están defendiendo países como Italia, Portugal o más tímidamente España con el nombre de Plan de Reconstrucción Europeo. En cambio, Alemania, Austria u Holanda apuestan por ayudar a la zona euro con herramientas como el MEDE (Mecanismo Europeo de Estabilidad).

Utilizar el MEDE está confirmado, pero supondría un “dejavu” de las recetas del 2012 que ya conocemos. La realpolitik europea no quiere que ninguna economía europea caiga, pero a cambio buscará imponer una versión “light” de la vuelta de “los hombres de negro” y los MOU – memorándum de entendimiento – que suponen de facto el control de la soberanía económica del país que recibe esa ayuda. No volverá la Troika pero los halcones no van a renunciar a medio y largo plazo a condicionantes, algo totalmente inaceptable.

Un escenario peligroso, la UE al borde de la bipolaridad

Se ha hecho muy viral en redes sociales la respuesta del primer ministro portugués, Antonio Costa, al discurso y las exigencias que desde Holanda – como portavoz radical de esas posiciones – se hacen en el seno del Eurogrupo: “repugnante, absolutamente inconsciente y mezquino”. No se acostumbra a escuchar ni a leer a mandatarios europeos hablar con esa dureza en público – no podemos imaginar lo que se dicen en privado -, aunque los tiempos que vivimos lo requieren. Cómo también ha sido sorprendente la reciente editorial de la revista alemana Der Spigel acusando a su gobierno patrio de “mezquino y sórdido guardián presupuestario” o llamando “coalición de ególatras” a los dirigentes europeos contrarios a la solidaridad económica.

Lo que traslucen esos mensajes y discursos es el escenario al que nos enfrentamos si no hay acuerdo de fondo. Una Unión Europea al borde de la bipolaridad, con un enfrentamiento abierto entre el Norte y el Sur por la búsqueda de soluciones a la crisis económica que provoca el azote del coronavirus. De forma clara se entiende mejor con las palabras de Mark Rutte, mandatario holandés cuando calificaba que aceptar las medidas propuestas por España, Italia o Portugal sería “cruzar el Rubicón”.

Curiosa metáfora histórica que evoca la medida tomada por Julio César cuando al mando de sus legiones vadeó el pequeño río Rubicón, que marcaba la frontera entre Roma y la Galia, para enfrentarse al Senado romano. Cuando Rutte utiliza esa expresión quiere plantear que de tomarse las medidas expansivas, tratados como Maastricht y toda la ortodoxia económica europea desaparecerían. Estamos hablando de años de teoría económica y de la lógica aplastante de los mecanismos de control europeos saltando por los aires. Sería transitar hacia una Unión Europea que no existe, no está en los tratados y que ellos no quieren. Y esa es la auténtica certeza, ese sueño europeo no existe.

Si Portugal, España o Italia no consiguen vencer en esta batalla, aunque sea de manera parcial, no hay vuelta atrás. Se debe cruzar el Rubicón y si hace falta el rio Rin. Si en una situación tan absolutamente extraordinaria y de crisis como esta la UE no consigue acertar, no harán falta las legiones romanas.

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