Sociedad Cultural Gijonesa - Desde 1968

Gloria Sanz Testón es profesora jubilada, Primer Premio de Ensayo “Conde de Campomanes” y socia fundadora de la Sociedad Cultural Gijonesa.

María del Carmen del Riego Flórez era la última hija del ilustrado  fabulista y poeta neoclásico don Eugenio del Riego Núñez (Las Palmas 27-4-1748/Oviedo26-8-1816) y de doña Teresa Flórez López (Tuña 29-10-1749/ Villanueva de Sorribas 7-10- 1810).

Eran sus hermanos Josefa, Joaquín, José, Miguel, Rafael, Francisco de Sales, Gabriela y María del Carmen. Esta era la hermana menor del canónigo de la Catedral de Oviedo Don Miguel del Riego, y del General don Rafael del Riego, aquel que había proclamado la Constitución de 1812 en Cabezas de San Juan (Sevilla), el 1º de enero de 1820.

Mª del Carmen había nacido en Oviedo, ciudad a la que se habían trasladado sus padres, por haber sido nombrado D. Eugenio Administrador de Correos. Fue bautizada en la iglesia de San Tirso el día 27 de junio de 1792, por lo que deducimos habría nacido unos días antes.

La madre de Carmen, doña Teresa Flórez López, falleció en plena Guerra de la Independencia, el 7 de octubre de 1810, en Villanueva, parroquia de Sorribas (Tineo), había sido enterrada en la capilla de la iglesia de Tuña el 8 de octubre de 1810.  Miguel del Riego, en 1844, recuerda en una nota a pie de página, que don Eugenio había perdido a su esposa, doña Teresa, nos dice acaecida “por octubre de 1810, andando huyendo de las tropas francesa por los montes de Tineo”.  Completamos la información con la de González Ramírez, 2004, pág. 60, que nos dice que “fue en la casa solariega de su yerno don Joaquín del Riego Bustillo, sita en Villanueva de Sorriba”.

Un año después, 1811, moría en Huesca su hermano Joaquín, Oidor de la Audiencia de Huesca y hermano mayor, pero ya en 1789 había muerto su otro hermano José a la edad de once años, nacido en Tuña el 6 de agosto de 1778, a quien Carmen no conoció. Desconocemos todo sobre su otro hermano, llamado Francisco de Sales, nacido en Tuña el 12 de noviembre de 1786.

Viudo ya, don Eugenio escribió desde Cangas de Tineo, con fecha 4 de marzo de 1811, a su hijo don Miguel, canónigo de la Catedral de Oviedo, que se hallaba en Galicia, sugiriéndole que les “proporcionarse un asilo o refugio en ese reino”. Invadido el Principado y en guerra contra las tropas francesas, Miguel había ido a La Coruña, ciudad en la que residirá durante algún tiempo al haber sido nombrado comisionado por la Junta de Armamento y Defensa, y había pasado a gestionar asuntos de la Junta.

Al Ferrol se trasladó don Eugenio con sus hijos, posiblemente a mediados del año 1811 y allí residirían cuando su hija menor, Mª del Carmen se desposó con don Antonio Macía Flórez, heredero del mayorazgo de los  Macía, de Ponferrada, al fallecer su hermano Pedro Regalado en 1815 y por otra parte pariente suyo también. Contrajeron matrimonio en El Ferrol (Coruña) y desconocemos la fecha exacta del desposorio, pero fueron velados en Tuña el 11 de octubre de 1813. Aportando Carmen al matrimonio la dote de 44.000 rv.

Esta ceremonia de la velación (del latín velatio, -onis, acción de tapar con un velo), es una ceremonia litúrgica de la Iglesia Católica que se realiza mediante la llamada misa de velaciones, y se celebra posteriormente a la misa de boda o nupcial, para propiciar que los hijos de la pareja casada se eduquen cristianamente. Consiste en cubrir los hombros del hombre y de la mujer con un manto, o velo.

Su hermana Gabriela estaba comprometida con un pariente suyo que habitaba en Valladolid y que rompió su compromiso. Por la contestación que le da, en carta desde Ferrol 28 de julio de 1813: “tengo en mi poder una alhaja de Vd la que en la próxima proporción la mandaré a Antón para que este se la entregue…”, me hace pensar que Antón sea seguramente su cuñado Antonio Macía Flórez, marido de Carmen. Esta es la única información que tenemos sobre su hermana Gabriela, a quien Rafael llama Gabeluca o Garbilia.

Al término de la guerra y retorno del Deseado regresarían a Oviedo, en cuya ciudad, su padre, don Eugenio falleció el 26 de agosto de 1816.

En la capital del Principado creemos que seguían viviendo en 1820 y Gabriela o Carmen asistía a la Tertulia Patriótica adornando sus cabellos con cintas verdes según Santullano, 2000, pág. 76.

Antonio Macía Flórez era en 1819 regidor perpetuo en Ponferrada, por lo que se desprende de un litigio que tuvo con su convecino Félix Lumeras por el impago de los réditos de un censo, que se halla en la Real Chancillería de Valladolid.

En 1821 Carmen y Antonio Macía vivían en Ponferrada, en la clásica edificación berciana del siglo XVIII, casona cerca del Ayuntamiento, que aún hoy podemos ver.  Era el alcalde de la ciudad y como tal formó parte de la comisión que solicitó a las Cortes la capitalidad de Ponferrada, para la provincia del Bierzo, presentando sus alegaciones en el Parlamento el 30 de setiembre, pero el 15 de octubre se aprobó que Villafranca fuera la capital de la provincia de El Bierzo.  En La Gaceta de Madrid, martes 16 de octubre de 1821 leemos: El Sr. Romero Alpuente dijo que esta provincia debía ser Ponferrada, por concurrir allí todas las circunstancias necesarias que exigía la comisión y por su mayor seguridad respecto a Villafranca, pues esta población está expuesta a las aguas, que a veces hacen estragos. Inútil discusión.

Por carta desde Madrid, de Álvaro González de la Vega, primo de Rafael, del 26 de diciembre de 1821 sabemos que … “Mariquina, Macias, la Niña, y la Prima están bien…”

Del matrimonio de Carmen y Antonio hubo dos hijos:  María de la Encina y Antonio Macía del Riego, por lo que se desprende de las notas a pie de página de la Elegía. Su hija, Mª de la Encina, se casó con su primo carnal José del Riego, hijo mayor de su hermana Josefa y hermano de Mª Teresa, Victoriano, Joaquina, Lucia y Antonio. En 1834 se realizan las escrituras de esponsales por el que Carmen le concede a cuenta de sus legítimas paterna y materna la cantidad de 56.161 rs., de ellos 50.000 en bienes raíces y los demás en joyas y alhajas.

Antonio Macía Flórez había dejado como tutora de los hijos a su mujer, pero caso de contraer nuevas nupcias esa tarea recaería sobre su sobrino Pedro Regalado Gavilanes, vecino de Columbrianos.

Por carta de Álvaro Flórez Estrada de 10 de enero de 1822, dirigida a su hermano Don Rafael del Riego, que estaba entonces en Reus, sabemos que Maria del Carmen y Antonio Macias vivían en Madrid: “Su hermana a quien visito muy a menudo ayer mismo me encargo le dixese…” y en carta del día 12: “…luego que concluya de escribir ésta pienso pasar a casa del Sr. Macias a entregarle el poder que V me remite y que he recibido ayer. Ha hecho V perfectamente en haberlo dado a favor de su Cuñado con clausula de substitución.”

Entre la correspondencia de Miguel del Riego he encontrado una carta de Carmen a su hermano Miguel, fechada en Ponferrada el 3 de junio, (cuya letra no puedo descifrar) pero en la misma carta y al dorso escribe Pedro Regalado Gavilanes, sobrino de Carmen, a su tío el canónigo don Miguel del Riego (sin fecha tampoco), en la que le comunica que, el fallecimiento de su tío Antonio (el marido de Carmen) había sido el 21 del pasado, o sea el 21 de mayo, y al despedirse “manda miles de abrazos para Teresina y Lucia”.

Comoquiera que la esposa del General Riego, doña Teresa del Riego del Riego falleció en Londres el 19 de junio de 1824, creemos que la fecha de la carta de Carmen a su hermano Miguel es del 3 de junio de 1824. Si así fuese Mª del Carmen del Riego Flórez quedo viuda de don Antonio Macía el 21 de mayo de 1824, contaba 32 años y tenía dos niños de corta edad: “Sus dos plantitas que han de hacer su felicidad con el tiempo, y que mitiguen en el día lo acerbo de su dolor, es el consuelo que queda a esta madre desgraciada.”, como escribe Pedro Regalado Gavilanes a su tío D. Miguel del Riego en la misma carta. Posiblemente los niños tendrían entre 10 u 8 años Encina y 1 año Antonio por en esta fecha.

Carmen, que  no había conocido a su hermano José por morir antes de que ella naciera,  había perdido a su madre en 1810, a su hermano Joaquín en 1811, y a su padre en 1816,  ha de añadir ahora el dolor de la pérdida de tres de sus seres más queridos: el 7 de noviembre de 1823 es ahorcado su hermano Rafael; el 21 de mayo de 1824 fallece su marido el abogado don Antonio Macía Flórez y a vuelta de correo  recibirá la noticia de la muerte en Londres de su sobrina y cuñada Mª Teresa del Riego, esposa del General Riego.

Se equivoca Sánchez Martín, 2024, pág. 1590, en su magnífica obra, al fechar la muerte de la esposa de Riego. Dª Teresa del Riego, esposa del General Riego falleció en Londres el 19 de junio de 1824, habiendo testado el 12 de junio del mismo año y no habrá de olvidar a su tía y cuñada Carmen en su testamento: “… A mi cuñada doña María del Carmen del Riego de Macias es mi voluntad que se le dé y entregue un anillo de brillantes el que me regaló mi cuñado D. Miguel cuando me casé, y que fue de mi madre y antes de mi abuela…”.

Como la vida sigue su curso natural, la vida de Carmen continuará. No sabemos si seguiría viviendo en Madrid o estaría a Ponferrada, y sería aquí donde habría de conocer a un hombre cuatro años más joven y que con el tiempo se convertiría en su segundo esposo: Pascual Fernández Baeza.

En 1835, (seguimos a García González, 2008, pág. 21), Carmen dejaba la tutela de su hijo Antonio alegando haber contraído matrimonio con Pascual Fernández Baeza y que, al residir en Madrid, no puede hacerse cargo de los bienes de sus hijos. Señala que no se había hecho inventario no partija de los bienes heredados, ni se habían rendido cuentas del tiempo de su administración, por lo que renunciaba al quinto que le había dejado su primer marido, Antonio Macía Flórez, a los gananciales y a los réditos de su dote. Explica que el estado de la casa no es muy bueno y que tuvo que pagar deudas al fallecer su marido, se perdió rentabilidad en el viñedo, se enajenaron bienes de El Bierzo y Asturias para enfrentarse a las deudas, a la mejora de las fincas urbanas y a los gastos de enfermedad de su hijo pequeño.

En carta de Carmen a su hermano Miguel de 22 de junio de 1839 lo hace desde Madrid y el amanuense que la escribe es su hijo Antoñito “…que ha salido bien de su curso y es muy aplicado,…” y también observa que está sola con él: “…estoy sola con Antoñito desde el día 26 que marcharon padre e hija, el primero para Valladolid y la segunda para Asturias: esta va al lado de Pepe y Encina, para que me la lleven a Gijón a tomar los baños de mar … y hasta septiembre seguirán allí hasta que vean lo que dispone Baeza…”. 

Su hijo, Antonio Macía del Riego, casó con   Mª Manuela García Armesto, de cuyo matrimonio hubo cuatro hijos, falleciendo en 1898 a la edad de 75 años y siendo ya viudo.

Como dijimos anteriormente y fallecido su primer marido, María del Carmen del Riego Flórez contrajo nuevamente matrimonio con don Pascual Fernández Baeza, nacido en Ponferrada, cabeza del partido judicial del Bierzo, el 4 de febrero de 1796. Era hijo de D. José Fernández Baeza, tesorero de Rentas Provinciales y Dª Leocadia Viñales. Tenía varios hermanos: Margarita, Josefa, Vicenta, Mª de la Encina y Lino Fernández Baeza, abogado en 1826.

  1. Pascual estudió en Ponferrada y aprendió latín en ocho meses y lo hablaba a los diez años. La guerra le obligó a trasladarse a Monforte de Lemos al entrar en Ponferrada las tropas francesas el 3 de enero de 1809, y en esa ciudad siguió sus estudios. En Valladolid obtuvo el título de Leyes en 1819, a los 23 (1821) años había entrado en la Magistratura. Era muy aficionado a la poesía, a la que dedicaba el tiempo libre que le permitían sus labores de Magistrado.

Fue nombrado promotor fiscal de Ponferrada en 1821, defendió que la capitalidad de la provincia de Bierzo fuese Ponferrada, pero el 21 de octubre de 1821 se aprobó fuera Villafranca. Sostuvo constante lucha contra las fuerzas realistas de León y de Galicia; y dejó definitivamente la pluma para tomar la espada en 1823. Defendió el gobierno constitucional con ardor al frente de un cuerpo de milicia nacional de caballería, que se dirigió a Burón desde la capital de su partido. En la acción de Lastra demostró tanto arrojo el joven jurisconsulto que fue contado por muerto. Capituló en Valdeorras después de haberse rendido la plaza de La Coruña, y de haber dispersado los franceses el cuerpo del ejército que mandaban los generales Roselló y Palarea.

Una vez más el regreso de Fernando VII supuso que las autoridades absolutistas le abrieron un expediente por su actuación durante el Trienio Liberal, pero el Ayuntamiento de Ponferrada se inhibió de testificar en su contra, ni en contra de los demás vecinos liberales de la villa, por lo que fue sobreseído el expediente.

El 29 de diciembre de 1824 se incorpora a la Real Chancillería de Valladolid. Sabemos que en 1826 era vecino de Ponferrada y mantiene un pleito en la Real Chancillería de Valladolid para conseguir la hidalguía.

Muerto Fernando VII, en 1833 pasa a ser Corregidor a Lugo y es vicepresidente de la Asociación de Amigos del País, auditor de Guerra de la Capitanía General de Galicia, en 1834 y 1835, y de allí pasó a la Audiencia de Valladolid, y a la de La Coruña en setiembre de 1838.

En agosto de 1834 la Sociedad Económica de Amigos del País de Lugo publica su “ODA, que leyó en 24 de Julio del presente año su autor D. Pascual Fernández Baeza, Auditor honorario de Guerra y Corregidor interino de esta capital y su partido, individuo y en la actualidad Vice-presidente de la corporación a que se dirigía, en el acto de restablecer en virtud de la Real orden de S. M. la REYNA Gobernadora de 18 del último mayo, la Sociedad Económica de Amigos del país de esta ciudad, creada en 1785 por el Sr. D. Carlos III”. Lugo. Imprenta de Pujol, 1843.

En febrero de 1836 accede al Congreso por primera vez, dentro de la candidatura progresista de León, y salió reelegido en 1837. Desde las Cortes siguió defendiendo la continuidad de la provincia del Bierzo.

Pasó a la Audiencia de Valladolid como magistrado y en 1838 a la de La Coruña, y por último a Madrid como juez y fiscal.

En 1841 es Diputado a Cortes Generales por Ponferrada y magistrado de las Audiencias de Valladolid y Madrid en 1843. Senador en 1853 y Senador vitalicio en 1858. Fue Presidente de la Academia Española de Arqueología y Geografía.

En 1843 publica un Método práctico de sacar apuntes y formar extractos breves, claros y exactos del resultado de los procesos, libro de gran utilidad a los auxiliares de la Justicia.

En 1849 escribió Estadística criminal del territorio de la Audiencia de Madrid, reglamento de las cárceles de la Corona, y dejó inconclusa la obra Fundamentos de la Legislación.

Compaginaba sus escritos con otros de poesía y publicó algunas de sus composiciones en periódicos como El Laberinto y El Leonés.

En 1842 Carmen era ya la única hermana que estaba viva en estas fechas según la nota a pie de página que Miguel del Riego escribe en una de las obras que había publicado de su padre. En diciembre posiblemente recibirá la noticia de la muerte de su hermano Miguel del Riego fallecido en Londres en noviembre de 1846, y en 1849 fallecerá también su hija Mª de la Encina, a la que sobrevivirá pocos meses.

El 2 de junio de 1850 fallecía en Ponferrada Mª del Carmen del Riego Flórez, en los brazos de su hijo Antonio, fruto de su primer matrimonio, y en los de su hija Mª del Carmen, fruto del segundo, quien cuido de su madre durante los meses que duró la enfermedad. Tenía Carmen, la hermana de Rafael y del canónigo D. Miguel, 58 años de edad, y su esposo 52.

A la muerte de su esposa publicó don Pascual una sentida ELEGÍA en la que no solo recuerda a su amada y sufrida esposa, sino en la que recuerda a su hermano Riego: Víctima expiatoria en holocausto/ Al rencor ofrecida, / Tu hermano ¡Riego! En sacrificio infausto/ Fuiste con el a un mismo tiempo herida. ¡Cuánto sufriste, Carmen, con su muerte, / Y en fatales diez años, / De los tuyos al ver la cruda suerte;/ ¡Y más después con duros desengaños! /En el poder los hombres que debieron/ A Riego su valía, / El nombre, ingratos al olvido dieron/ del que llamaron salvador un día/.

En 1852 publicó una Colección de fábulas políticas y morales, libro que fue declarado de lectura obligatoria en la enseñanza de las escuelas públicas, y en 1854 publica: A Fabio. Epístola satírica en que se describen los vicios de la Corte, sobre la inmoralidad de la sociedad.

El 17 de marzo de 1858 se aprueba la concesión de un ferrocarril de Palencia a Ponferrada y D. Pascual dedica una Oda. De este mismo año es su Nueva colección de fábulas políticas y morales.

De 1860 es su Canto a la toma de Tetuán, dedicado al valiente ejército español y su producto en beneficio de los heridos de la campaña de África. También de este mismo año: A la quinta de Bregondo, propiedad del excelentísimo señor Don Apolinar Suárez de Dez.

Como Vocal supernumerario del Tribunal contencioso administrativo se jubiló y fue miembro del Senado desde 1851 hasta su fallecimiento el 17 de diciembre de 1861 a las siete de la tarde, no sin antes haberse desposado con Teresa Becerra Bermúdez.

 

Gloria Sanz Testón
Gijón 30 julio 2024

 

ELEGIA

A la muerte
De
Doña Maria del Carmen Riego
Por su esposo
D.P.F.B.
Ponferrada
Imprenta de Joaquín León Suarez, Calle de la Fortaleza
1850

Permite que con lágrimas de fuego
Rocíe, Carmen mía,
Mientras dirijo a Dios ferviente ruego,
De la tumba ¡ay de mí! la losa fría.

Alivio a su dolor tan solo alcanza
Mi pecho traspasado,
En el llorar continuo, y la esperanza
De hallarse en breves días a tu lado

Entonces, de este mundo de ilusiones
Lejanos, gozaremos,
No el mentido placer de las pasiones,
Uno puro, celestial. Ni sufriremos

El agudo dolor de que mil veces,
Resignada, bebiste
La envenenada copa hasta las heces,
Y de su crueldad víctima fuiste.

Eras flor que, nacida en alta sierra,
El continuo combate
Sufre el aquilón que en cruda guerra,
Uno a uno sus pétalos abate.

En la edad del placer, los quince abriles,
Y cuando hermosa brillas,
Como temprana rosa en los pensiles,
Ya lágrimas regaban tus mejillas.

Tierna paloma del paterno nido
Apenas separada,
Cuando tu débil ala no has tendido,
Te encuentras en el aire abandonada.

De tus brazos la muerte arrancó impía
A tu adorada madre;
La que fuera tu apoyo, tu fiel guía;
Y te robo también tu amado padre.

Tu virtud sostenerte sola pudo
Resistiendo esforzada,
Como resiste al dardo fuerte escudo
A la desdicha contra ti ensañada.

Víctima expiatoria en holocausto
Al rencor ofrecida,
Tu hermano ¡Riego! En sacrificio infausto,
Fuiste con el a un mismo tiempo herida.

¡Cuánto sufriste, Carmen, con su muerte,
Y en fatales diez años,
De los tuyos al ver la cruda suerte;
¡Y más después con duros desengaños!

En el poder los hombres que debieron
A Riego su valía,
El nombre, ingratos al olvido dieron
Del que llamaron salvador un día.

Aun exige cruel la suerte ingrata
De ti nuevo tributo
Al dolor, e implacable te arrebata
La que fue de tu amor el primer fruto

De sensibilidad pura formado
Tu corazón se esfuerza,
Ya por tantas heridas lastimado,
En vano a resistir…, fáltale fuerza.

Cual árbol sito en áspera pendiente
Que al impulso del viento
Inclinado, dobló su altiva frente,
Del huracán al ímpetu violento

No resiste, y del valle hasta la hondura
Rueda precipitado;
Así el rigor de nueva desventura
Te precipita en el sepulcro helado.

¡Y cuánto de otra suerte digna eras
Por tu virtud, encanto
Del pueblo que con voces lastimeras
¡Clama por ti, vertiendo amargo llanto!

En el amor a los demás vivías:
Amor era tu alma;
Y acorriendo benéfica, infundías
Al corazón del triste dulce calma.

¿Qué desgraciado en medio su amargura
No encontraba consuelo
En la constante, angélica dulzura
¡Que para hacer felices te dio el cielo!

¡Cuánto lo fui contigo entre placeres
Que la naturaleza
Dar solo ha concebido a las mujeres,
¡Con la virtud unida a la belleza…!

Infausta me recuerda la memoria
Los goces que pasaron,
Cual de una exhalación luz ilusoria,
Y luto solo y llanto me dejaron.

Paréceme escucharte placentero;
Y la voz ya no existe
Con que un día, en mis días el primero,
Un “también yo te amo” me dijiste.

Los ojos busco en que feliz bebía,
A tu dulce mirada,
De un amor celestial pura ambrosía:
¡Ah! No los hallo… hundiéronse en la nada

Lejos de ti en el mundo tal se encuentra
Mi corazón helado,
Como el que solo en un alcázar entra
Por las llamas a tiempo devorado.

Y el suelo ve cubierto con abrojos,
Ortigas y beleños,
Presentando en sus muros cual despojos
Las negras puntas de quemados leños.

Ni alcanza a mitigar mi dura pena
Esa hija que adoro,
Bendita por los dos, de gracias llena,
De amor filial y de virtud tesoro

Ángel que bondadoso nos dio el cielo.
Creo en ella mirarte;
Y con verla se acrece el desconsuelo,
Que a su lado no puedo reemplazarte.

¿Cómo suplir la mano cariñosa
Que con tal complacencia
La adornaba guiándola amorosa
¡Hasta que al fin llegó de tu existencia!

¡Recuerdo amargo el del fatal instante
En que, Carmen querida,
Vi roto el débil hilo fluctuante
Que separa la muerte de la vida!
Al cielo alzando las dolientes palmas,
Y en ti los ojos fijos;
En sublime silencio, de sus almas
La aflicción publicaban tus dos hijos.

Yo besaba tus manos: con mi aliento
Procuraba inspirarte
Mi vida…, no una vida, vidas ciento
Diera entonces gozoso por salvarte.

Tu vista ¡ay Dios! Ansiosa me buscaba:
Encuéntrame: suspiras
Con expresión de amor en mi se clava
¡Ay triste! La vez última, y expiras.

¿Por qué infelice del letal desmayo
Que tu postrer suspiro
Me causó, derribándome cual rayo
¡Derrumba el roble, me salvé y respiro!

¡Qué me aguarda en el mundo? Irresistible
Dolor, penas sin cuento…
Mas no que el dolor mismo, bonancible,
Término pondrá en breve a mi tormento.

La muerte, que por gracia al cielo pido,
Atenderame humana,
Y aquí nos unirá. No me despido:
Sólo te digo: ¡a Dios: hasta mañana!

Pascual Fernández Baeza

[1]                En el original la nota 1 y la 2 está señalada con 1, con lo cual la nota 4 no existe y se corresponde a la nota 3.

[2]                María de la Encina, la mayor de los dos hijos que le quedaron de su primer matrimonio con D. Antonio Macia, falleció en el mes de Octubre de 1849 y la madre llena de dolor por su pérdida expira en 2 de Junio siguiente en los brazos de D. Antonio que, hijo tierno, no se separó de su lecho, en los de su hija Doña María del Carmen, de la que se habla en la nota 3ª de su sobrino D. Pio Gavilanes, médico que con su ciencia y cuidados verdaderamente filiales, puede decirse prolongó su vida más allá del término por la enfermedad marcado, de su esposo, y rodeada de otras personas que a porfía quisieron darlo pruebas de cariño hasta el último momento de su existencia.

 

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