Esteban Aparicio Bausili es abogado

ABOGADO

Es posible que el nombre de Gosuintha, en la grafía que nos transmite JUAN DE BÍCLARA, pudiera significar victoria en lengua goda, aunque parece más probable que el bitema godo que pudiera componer ese nombre, en su más clara traslación franca, Goiswintha (Guþ,  relativo a lo godo o Goþ, en referencia a Dios; y swinþs, en su sentido etimológico de hacerse fuerte), se refiera a la fortaleza (Swinþs) de los godos (Guþs), o a hacerse fuerte en Dios.

Los hechos que conocemos de esta reina han servido, tradicionalmente, para mostrarla como una poderosa mujer en Hispania y como ardiente arriana, que tuvo notable influencia en la historia de los godos españoles, y que fracasó al final de sus días.

Esclarecer las circunstancias de la reina Gosvinta, objeto del presente trabajo, no supone realizar una mera biografía o una labor puramente genealógica. De lo que se trata es de calibrar la importancia del personaje en relación con su contexto histórico, para intentar conocer las relaciones de poder en la época que, seguramente, estaban muy imbricadas con lo familiar, clánico y dinástico.

Desde esta perspectiva, escoger como título la importancia de su nombre, junto a la clara la referencia del biclarense sobre la existencia de un bando dirigido por la reina Gosvinta, puede ser bien significativo de las conclusiones alcanzadas: La reina Gosvinta pudo ser la cabeza de aquellos, de entre los godos, que eran arrianos y partidarios del antiguo derecho visigodo, de los más nobles y ricos godos (e hispanorromanos) y del pueblo (godo y romano), en resumen, de los que se pueden calificar como partidarios del mantenimiento del derecho (y religión) duales, de godos y romanos, tal y como se había configurado por Teodorico el grande. Incluso puede abrir la óptica de que, tal vez, la influencia de la silenciada Gosvinta se haya proyectado mucho más allá de lo que la historia tradicionalmente ha admitido y que, transformada en cierto supremacismo godo, haya podido estar en la base del advenimiento de Chindasvinto, siendo radicalmente decisiva en el devenir del reino godo.

El mosaico de Teodora, la esposa de Justiniano, permite imaginar el aspecto de Gosvinta, la segunda esposa de Leovigildo, el imitador del imperio.

El mosaico de Teodora, la esposa de Justiniano, permite imaginar el aspecto de Gosvinta, la segunda esposa de Leovigildo, el imitador del imperio.

1. Nacimiento de Gosvinta.

Aunque Gosvinta aparece para los historiadores peninsulares, citada por JUAN DE BÍCLARO,  con ocasión del enlace entre Leovigildo y la viuda de Atanagildo, hacia finales del año 568 («Leovegildus germanus Livvani regis Gosuintham relictam Athanaildi»), los datos que presenta el conjunto de las fuentes escritas, muchas de ellas foráneas, permiten investigar su vida anterior.

Un dato fundamental para determinar, aproximadamente, la fecha del nacimiento de Gosvinta es el de la edad de sus hijas, habidas de su matrimonio con el rey Atanagildo: Galsvinta y Brunegilda. De la primera, sabemos que era la hija mayor porque nos lo dice el contemporáneo GREGORIO DE TOURS en el Libro IV, capítulo 28: «Nam Galsuintha aetate senior a Brunchilde erat».

De la segunda, y por la misma fuente, sabemos que fue la primera en casarse, pues la pidió en matrimonio Sigeberto de Austrasia en el año 565, y se casó al año siguiente (566): el mismo turonense, testigo presencial de los hechos, nos cuenta en el capítulo 27 del Libro V de su Historia Francorum que como Sigeberto el rey de Austrasia viera que sus hermanos tomaban mujeres indignas de ellos y que, por su bajeza, incluso se casaban con siervas  («Porro Sigyberthus rex cum videret, quod fratres eius indignas sibimet uxores acciperent et per vilitatem suam etiam ancillas in matrimonio sociarent»), envió una embajada a España y, con muchos regalos para Brunegilda la hija del rey Atanagildo, la pidió en matrimonio («legationem in Hispaniam mittit et cum multis muneribus Brunichildem, Athanagilde regis filiam, petiit»); ciertamente era una chica de maneras elegantes, aspecto encantador, honesta en costumbres y modales, prudente conducta y agradable conversación («Erat enim puella elegans opere, venusta aspectu, honesta moribus atque decora, prudens consilio et blanda colloquio»). Como el padre de ella no se opuso a la boda, la envió con muchos tesoros al antedicho Sigeberto («Quam pater eius non denegans, cum magnis thesauris antedicto rege transmisit») el cual, ciertamente, congregando a sus grandes con él, preparados los banquetes, la tomó por esposa con inmensa alegría y placidez («lle vero, congregatus senioribus secum, praeparatis aepulis, cum inminsa laetitia atque iocunditate eam accepit uxorem»). Y como era originariamente arriana, se convirtió por la predicación de los sacerdotes y la amonestación del mismo rey, y habiendo proclamado la Santísima Trinidad, creyendo en la Trinidad así fue ungida, perseverando como católica en el nombre de Cristo («Et quia Arrianae legi subiecta erat, per praedicationem sacerdotum atque ipsius regis commonitionem conversa, beatam in unitate confessa Trinitatem credidit atque chrismata est. Quae in nomine Christi catholica perseverat»).

Aunque no deje de ser sugestivo, la maledicencia franca posterior a la ejecución de Brunegilda en 613 no permite validar el dato tardío (lo da el Fredegario, escrito hacia el año 735) de que originariamente Brunegilda se llamaba solamente Bruna («antea Bruna vocata»), un nombre que puede traducirse como morena.

Parece bastante claro que, como dice VENANCIO FORTUNATO en el epitalamio sobre tales nupcias (versos 53-55), Brunegilda era virgen y en edad de concebir («maturis nubilis annis»), y así lo muestra que la primera hija de Brunegilda, Ingundis, debió nacer al año siguiente de la boda en Metz, en el 567. Así que, tal vez, la novia tuviera más de 12 años, aunque menos de 16 (la edad de las puellae), al momento de la boda en Francia, por lo que la segundogénita de Gosvinta habría nacido en el entorno del año 550.

A la misma conclusión, la del nacimiento de Brunegilda en el entorno del año 550, se llega si se examina la Vita vel passio Sancti Desiderii episcopi Viennensis del rey SISEBUTO (tal vez hijo de Recaredo y Baddo): Su interesado relato establece un paralelismo inverso entre el santo burgundio (el bueno) y la reina Brunegilda (la mala), que permite sostener que ambos personajes eran coetáneos; incluso sus insinuaciones sobre Brunegilda y su familia, permitirían fijar su nacimiento tras el reinado de Teudiselo, como puede deducirse del relato de la condena de San Desiderio como autor de la violación de una joven, la noble e «injusta» Justa (lo que supuso su remoción como obispo, sustituido en el cargo por Domnulo), atribuido a una conspiración de Teodorico II («totius hominum stultitiae») y de su abuela y regente Brunegilda («fautricem pessimarum artium, malis amicissimam»), a los que parece hacer una subliminal imputación  de prostitución (de tener amantes el uno y de ser la amante del innombrado Protadio la otra), diciendo que estaban plagados de vicios («vitiis cernerentur infestis») y que hacían caso omiso del sacramento («foedera sacramenti deserti»).

Dado que, en la época, tanto las cualidades como los vicios eran imputados a los padres, además, el relato sisebutiano se puede poner en relación con el isidoriano de la Historia regibus Gothorum, en el lugar donde aparecen situaciones relacionables («connubia prostitutione publica macularet»), en la época de Teudiselo.

Sobre este último dux, tal vez hermano o sobrino de Teudis, nos dice ISIDORO DE SEVILLA que, en el año 548, precisamente tras el asesinato de Teudis («Aera DLXXXVI, ann. imper. Justiniani XXIII, interempto Theudi») el general del anterior rey, Teudiselo, es puesto al mando por los godos  («Theudisclus superioris principis dux Gothis praeficitur»), gobernando un año y tres meses («regnans ann. I, menses III»); el hispalense añade que Teudiselo mancilló públicamente a los poderosos con matrimonios de conveniencia, y que por esta causa intento matar a muchos, sugiriéndose, anfibológicamente, que suscitó  odio general para matarle («qui dum plurimorum potentum connubia prostitutione publica macularet, et ob haec instrueret animum ad necem multorum»), pero que se le impidió al rey matar a muchos ya que fue degollado en Sevilla en medio de un banquete que celebraba rodeado de los conjurados («praeventus conjuratorum manu Hispali inter epulas jugulatur»), y así pereció herido por la espada («confossusque gladio exstinguitur»), lo que debió ocurrir hacia el mes de diciembre de 549. Un magnicidio que  GREGORIO DE TOURS adorna, diciendo que cuando Teudiselo estaba cenando con sus amigos en un banquete, y estaba embriagado, súbitamente se apagaron las luces y estando recostado fue asesinado a golpes de espada por sus enemigos (Hist. Franc, III, 30: «Dum ad coenam cum amicis suis epularetur, et esset valde laetus, súbito extinctis luminibus in recubitu abinimicis gladio percussus interiit»).

Así que, si Gosvinta ya tenía dos hijas hacia 550, y fue casada hacia 548, al advenimiento de Teudiselo, habrá que concluir que era núbil entonces, por lo que, a lo menos, habría nacido en la tercera década del siglo VI. Además, la referencia de VENANCIO FORTUNATO a su noble ascendencia (Venan. For. 6.5, v.62: «…nec dat origo locum»), nos permite asegurar que Gosvinta pertenecía a una importante familia nobiliaria.

Aunque desaparecida desde hace mucho tiempo, consta por Rodrigo CARO (Antigüedades y Principado de Sevilla y Chorografía de su convento jurídico) que en 1634 don Juan Álvarez de Bohorquez tenía en su casa de Villamartin la lápida sepulcral de Zerezindo, encontrada en Écija, y la copia que de la misma nos transmitió:

Α ✝ Ω
ZEREZINDO · DVX · FD
VIXIT ANNOS PLVS MINVS
XLIIII · OBIT · III · KAL ·
ERA AG · D · C · XVI

A pesar de que los historiadores ingleses han interpretado a abreviatura FD como un católico fidem dedit y el mismo signo que antecede a la inscripción como católico, en realidad se puede traducir e interpretar de otra manera (ya fuera el personaje arriano o católico), pues la cruz de la que penden el alfa y la omega es también el emblema regio de los godos, como documentan cruces similares de los tiempos arrianos, por ejemplo, en el Museo Lapidario de Narbona y en el Arqueológico Provincial de Burgos.

El texto se puede traducir como Zerezindo, dux, hijo de dux (FD=Filius Ducis), vivió más o menos cuarenta y cuatro años y murió el 3 de las calendas de agosto de la Era 616 (=3 de agosto del año juliano de 578).

Zerezindo es un nombre que se puede normalizar en latin como Seresindus, que evidencia un bitema godo compuesto de swērs (=noble, o juramentado) y de swinþs (=fuerte); habría nacido antes de agosto de 534 y, onomástica, geográfica y cronológicamente, podría ser hermano o medio hermano de Gosvinta. Habida cuenta del contexto histórico y jurídico de las relaciones conocidas de la reina, hay que estimar que, de ser auténtica la inscripción de Zerezindo/Seresindo, Gosvinta, para conferir en un momento dado el liderazgo de su factio o sippe a su marido, debía ser una hermana (o medio hermana) de bastante más edad que Seresindo o, al menos, mayor de edad en 548 (de más de 20 años, según el derecho godo), y cabeza de su clan (por haber premuerto sus padres y carecer de parientes varones, de igual o superior grado, de mayor edad que ella).

Dicho en otros términos, si Gosvinta hubiera sido la hermana mayor del astigitano Seresindo, habrá que concluir que, teniendo que ser bastante mayor que él para poder transferir el liderazgo de su facción a su marido, debió nacer en algún momento de la década de los años veinte del siglo VI: Es imaginable que el matrimonio (o la unión) de los padres de Gosvinta, un matrimonio político, se celebrase a raíz del acceso efectivo al trono de Amalarico, tras conocerse la enfermedad mortal de Teodorico el grande, que falleció el 30 de agosto de 526.

Se ha especulado con que Gosvinta fuera hija del rey Amalarico y alguna concubina. Pero no hay ninguna fuente primaria que lo apunte, y tampoco hay constancia de matrimonios hipergámicos del rey. Dado que Amalarico fue ejecutado en el año 531, y que Seresindo (supuesto hermano de Gosvinta) habría nacido tres años después, se puede concluir que Amalarico, que no tuvo descendencia de su esposa legítima, la princesa franca Clotilde, tampoco es el padre de Gosvinta.

Tal vez ambos, Gosvinta y Seresindo, cuya onomástica recuerda a la de los amalos (Amalasunta, Matasunta), fueran hijos de alguno de los reyes ostrogodos, Teudis o Teudiselo (con el que la hija mayor de Gosvinta, Galsvinta, presenta concordancia onomástica), como refuerza la presencia del clan en Toledo, Sevilla y Écija. Y tengo por muy posible que Gosvinta fuera hija de Teudis y de una morena mujer hispana, una senatorial (al menos por la riqueza) que no era de la raza de los visigodos («οὐ γένους μέντοι Οὐισιγότθων», escribe PROCOPIO).

En efecto, Teudis, un ostrogodo enviado por Tedorico como jefe del ejército («στρατῷ ἄρχοντα»), contrajo matrimonio con una mujer de Hispania que no era de la raza de los visigodos, sino de los naturales del país («Μετὰ δὲ Θεῦδις, Γότθος ἀνὴρ, ὅνπερ Θευδέριχος τῷ στρατῷ ἄρχοντα ἔπεμψε, γυναῖκα ἐξ Ἱσπανίας γαμετὴν ἐποιήσατο, οὐ γένους μέντοι Οὐισιγότθων, ἀλλ´ ἐξ οἰκίας τῶν τινος ἐπιχωρίων εὐδαίμονος»), cuya gran riqueza («μεγάλα χρήματα») pondera PROCOPIO DE CESAREA (De bello Gothico, 1,12, p. 68), al remarcar que podía reclutar en sus muchas posesiones, principalmente de España, más de 2.000 combatientes (claramente hispano-romanos), amén de mantener a sus lanceros  (presuntamente los ostrogodos de Teudis): «ἄλλα τε περιβεβλημένην μεγάλα χρήματα καὶ χώρας πολλῆς ἐν Ἱσπανίᾳ κυρίαν οὖσαν. Ὅθεν στρατιώτας ἀμφὶ δισχιλίους ἀγείρας δορυφόρων τε περιβαλλόμενος δύναμιν».

Más adelante volveremos sobre la familia hispanorromana de la mujer de Teudis.

Seguramente Teudis tiene una onomástica amala, con un tema (Thiuda=pueblo), presente en el nombre de Teodorico el grande (y en varios de sus parientes amalos); JORDANES añade, al hablar en su Getica de la familia teodericiana, que ciertamente Teodorico, después de la muerte de su yerno Alarico II, nombró a su armígero (lo que puede ser entendido como ahijado por las armas o Waffensohnschaft), Teudis, tutor de su nieto Amalarico en el reino de España («Nam et Thiudem suum armigerum post mortem Alarici generem tutorem in Spaniae regno Amalarici nepotis constituit»).

Y en efecto, Amalarico era huérfano de padre (Alarico II había muerto en la primavera de 507, durante la batalla de Vouillé), y su madre Teodegunda (hija de Teodorico el amalo) debió quedar investida de la tutela (Leges, IV,3,1); pero Teodegunda debió fallecer hacia 511, y el derecho godo prevenía que, en defecto de padre y madre, el menor pudiera ser defendido por los parientes maternos, entre los que se nombraría un ayo o nutritor (Leges, IV, 2, 13), para el pupilo o nutritus (Leges, IV,3,1), que parece evidentemente el caso de un Amalarico de 8 años, tutelado por un pariente materno, como debió ser Teudis (al menos como filium per arma), a instancia del abuelo y jefe de familia del menor, Teodorico.

PROCOPIO (ibidem), dando una versión un tanto disímil de la de JORDANES, dice que Teudis gozaba de un poder absoluto, a pesar de no ser más que un jefe del ejército, y que el rey Teodorico actuando según su rara prudencia, y según el profundo conocimiento que tenía de los asuntos mundiales, no quiso utilizar sus armas para castigar a este siervo (δοῦλον), por miedo, o de encontrarse con los francos en su paso, o dar a los visigodos motivos para formar algún partido; así que lo adscribió por interés a su servicio, asegurándole para siempre el mando de sus tropas. A pesar de que hizo que el más importante de los godos (posiblemente el colega militar del prefecto de las Galias) le advirtiera que el decoro y el deber le obligaban a ir a Rávena a dar las gracias al rey, Teudis nunca quiso ir allí, ni prometió hacerlo. Pero, por lo demás, Teudis obedeció exactamente todas las órdenes que recibió y nunca malversó fondos públicos.

Si excluimos al dux Tuluino, miembro de la estirpe regia de los ostrogodos, y ejecutado a instancia de Amalasunta hacia el año 532, tal vez ese importantísimo godo al que alude PROCOPIO fuera el conde Ibba, puesto al frente de las tropas ostrogodas que debían ayudar a los visigodos de Septimania, hacia el 24 de junio de 508, tomando Arlés en agosto de ese año, rescatando el tesoro regio de la sitiada Carcasona y limpiando la zona de francos hacia 510; Ibba, nombrado duque y vir sublimis, terminó por expulsar del trono visigodo a Gesaleico (que huyó al África vándala) y, ante su retorno, lo derrotaría y causaría su muerte, probablemente hacia 513 (cuando Ibba desaparece de las fuentes disponibles).

También es posible que el jefe godo de Teudis fuera el conde Brandila, acusado por el conde Patzenis, tras la victoriosa campaña contra Gesaleico, en 511, de arrebatarle indebidamente a su mujer (uxor, con la que no tenía hijos), una reina (tal vez la madrastra goda del rey de los gépidas, Trasarico, que Patzenis había capturado en 504, en Sirmio), supuestamente agredida, además, por la esposa romana de Brandila, llamada Prócula (coniuge o esposa con hijos),  según puede inferirse de CASIODORO (epistolas 32 y 33 de sus Varia) y JORDANES; quizás fuera una acusación falsa de rapto y adulterio (contra Brandila y Regina) y de tentativa de asesinato (que habría efectuado por celos, Prócula, primera esposa de Brandila); pero puede que Brandila contrajera, con arreglo al derecho godo aplicable, un válido matrimonio germánico con Regina (indebidamente convertida en sierva de Patzenis), amén de un válido concubinato con Prócula (que pudo no ser quien intentara matar a la tal regina, sino el marido desairado), puesto que Patzenis pereció en Milán, a manos del mismísimo Teodorico el amalo (lo que induce a pensar que la Regina era hija de familia del rey ostrogodo, como Tiudigoto), el séptimo día de los idus de junio del año 514 (según la Crónica de Próspero de Aquitania). En fin, la onomástica podría indicar que Brandila pudo ser ascendiente de algunos miembros de la estirpe regia de los godos en España.

De todo ello cabe colegir que, a pesar de que Teudis sólo tenía el cargo privado de ayo de Amalarico, y era un jefe militar teóricamente subordinado, actuó de forma independiente gracias a su alianza familiar con los hispanorromanos, a insinuados lazos con los francos, y a su prestigio entre los visigodos.

En todo caso, cuando Amalarico cumplió los 20 años (la mayoría de edad), hacia 522, Teudis debió cesar como ayo, perdiendo todo amparo legal para ejercer cualesquiera facultades en nombre del tutelado (que además no debía tener ningún poder público). Y hay varios indicios que muestran que Teodorico trató de mantener el control militar de la situación, si es que lo perdió alguna vez, ante el jefe del ejército («στρατῷ ἄρχοντα») Teudis. De hecho, el famoso Liberio, nombrado por el rey ostrogodo como prefecto de las Galias en Arlés, hacia 511, debió permanecer en este cargo hasta mucho después, con algunos colegas militares ostrogodos (al menos hasta 526, cuando también asumió el control militar en la Galia ostrogoda).

A mayores, en 522 Teodorico, que actuaba (por lo menos de facto) como rey de todos los godos, hizo nuevos nombramientos civiles y militares que afectaban al reino visigodo. Parece que fue entonces cuando Amalarico se convirtió en heredero del reino visigodo,  al frustrarse las pretensiones de unidad de los godos tras la muerte, ese mismo año, del yerno visigodo de Teodorico, Eutarico (calificado de amalo y posiblemente filius per arma no sólo del emperador Justino, sino también del último rey godo); así que muerto Flavio Eutarico, heredero presunto de Teodorico, la posición de aquél respecto de los visigodos, según la ley del seniorato o tanistry (que figura como ley escrita de los vándalos, otro pueblo de estirpe goda, en el llamado Testamentum Geiserici), pasó al siguiente varón de la estirpe regia, Amalarico.

Efectivamente, CASIODORO, funcionario romano al servicio de Teodorico, nos transmite que éste nombró, hacia 522, como prefecto para Hispania, a cierto Ampelio, un vir illuster romano, tal vez descendiente del antiemperador arriano Prisco Átalo, un griego originario de Capadocia, gran terrateniente y poseedor de miles de esclavos (según OLIMPIODORO, 13); Ampelio estuvo acompañado, a modo de colega militar, por el conde godo Liuverito (Livvirit vir illiuster y luego sublimis y comes rei militaris) que, por la onomástica, parece un pariente materno del rey ostrogodo (Teodorico el Amalo era hijo de la reina Ereliuva), a efecto de sanear la administración fiscal, restablecer el orden público y poner coto a los abusos de funcionarios y soldados.

Es posible que Liberio y Teudis llevaran demasiado tiempo juntos, y que sus relaciones estuvieran interfiriendo en los designios de Teodorico. Pero también lo es que estos nombramientos incidían en la separación entre ostrogodos y visigodos planteada a raíz de la muerte del presunto sucesor en la jefatura común, Eutarico.

En todo caso, con estos nombramientos específicos para la diócesis de Hispania, Teodorico trató de mantener bajo control a Amalarico y Teudis hacia 522, al menos hasta su muerte, acaecida, como se vio, el 30 de agosto de 526. De esta manera, puede decir ISIDORO DE SEVILLA, en su Historia Regibus Gothorum,  que en el año 526, durante el primer año de gobierno de Justiniano, y ya regresado a Italia Teodorico, donde murió («Aera DLXIV, ann. imperii Justiniani I, Regresso in Italiam Theuderico, et ibidem defuncto»), fue cuando el nieto de Teodorico, Amalarico reinó durante 5 años («Amalaricus nepos ejus V annis regnavit»).

Nos relata PROCOPIO DE CESAREA (Historia de la Guerra contra los Godos, 13, 2) que cuando Amalarico fue mayor de edad (en 522), comenzó a comprender la pujanza de los francos, y por esta causa se casó con la hermana del rey franco Childeberto (seguramente en 526) y luego delimitó la Galia con su primo Atalarico, rey de los ostrogodos (un niño de 8 años tutelado por su madre Amalasunta). Toda la parte más allá del Ródano fue cedida a los ostrogodos; y lo que hay más acá quedó en manos de los visigodos. Ambas partes acordaron que el impuesto establecido por Teodorico ya no se aplicaría en el futuro. Atalarico devolvió de buena fe a Amalarico todas las riquezas que habían sido transportadas desde Carcasona a Rávena (el tesoro real visigodo, capturado en 509). En fin, como las dos naciones (ostrogodos y visigodos) estaban aliadas a través de varios matrimonios que los individuos contraían, los hombres tuvieron la opción de tomar a sus esposas y establecer sus hogares con ellas (bien en el reino de los ostrogodos, bien entre los visigodos). El historiador reseña que algunos ostrogodos tomaron a sus esposas y se fueron y otros (entre los que se contaban Teudis y Teudiselo) se unieron a su bando (esto es, fueron adoptados como visigodos).

Consecuentemente,  parece que, aunque Amalarico fue mayor de edad en 522, realmente permaneció sometido a su abuelo ostrogodo, rey de todos los godos, y a sus enviados; y solo quedó vinculado  privadamente a Teudis como antiguo nutricio o pupilo. En todo caso, a partir de 526, muerto Teodorico el grande, Teudis, que debía estar alejado de Narbona desde 522, trataría de hacerse con la dirección del nuevo reino visigodo.

Es posible que Teudis estuviera en España desde 522, pero es seguro que en 527 estaba todavía en la península. Así se infiere de la Historia Regibus de San Isidoro, y de las actas del II Concilio de Toledo: Teudis estaba en España, aparentemente como  delegado de Amalarico (pero bajo el mando teórico de Ampelio y Liuverito). En efecto, dice el hispalense, comentando la posición de Teudis que, aunque era arriano, concedió la paz a la iglesia («qui dum esset haereticus, pacem tamen concessit Ecclesiae»), llegando incluso a dar licencia a los obispos católicos para reunirse en la ciudad de Toledo y disponer libre y legalmente de cuanto fuera necesario para la disciplina eclesiástica («Adeo ut licentiam catholicis episcopis daret in unum apud Toletanam urbem convenire, et quaecunque ad Ecclesiae disciplinam necessaria exstitissent, libere licenterque disponere»).

Como el II Concilio de Toledo se celebró el 17 de mayo de 527, reinando Amalarico, hay que concluir que, aun apartado de Narbona, Teudis gobernaba de hecho en España, presumiblemente desde Toledo, como evidencia que los 8 obispos que signaron las actas, procedieran de toda la España goda: Marciano dice que estaba desterrado en Toledo por causa de la fe; Nibridio era obispo católico de Egara/Tarrasa y Justo, de Urgel. Es llamativa la ausencia, al menos expresa, del metropolitano de Tarragona, pues había ostentado el vicariato apostólico de España (desde el nombramiento de Juan, fallecido en 520, por el papa Hormisdas, hacia 516). Puede que Montano, que presidió el concilio, fuera el sucesor de Juan en la sede metropolitana de Tarragona, pues se dice que se encontraba en la metrópoli («qui in metropoli est»; y Toledo no era sede metropolitana en 527); y tal vez lo fuera de Toledo Pancario (o Pancracio), que lleva un nombre aparentemente vinculado a lo griego (y al antiarranismo); de Canonio se desconoce la sede,  pero Paulo pudiera ser el mismo obispo de Ampurias que signó el 6 de noviembre de 516 las actas del concilio de Tarragona; y cierra el elenco otro obispo cuya sede se ignora, Domiciano.

En fin, es posible que Teudiselo fuera hermano, o más bien, sobrino de Teudis, y que estuviera, como apuntan las fuentes, junto a Teudis, formando parte de su comitiva. Así que, ya fuera hija de Teudis ya de Teudiselo, podría sugerirse que Gosvinta nació en Toledo ese mismo año 527, y tal vez la buena noticia se comunicara el día que se celebró el II Concilio de Toledo, el 17 del mes de mayo, cuando se festejaba al mártir Víctor, Qinþaz (o Sige) en lengua goda, y a su pareja martirial, Stephana o Corona, Gewinde en germánico.

El Rey Chilpérico estrangula a su esposa Galsvinta, en una miniatura francesa efectuada hacia 1350.

El Rey Chilpérico estrangula a su esposa Galsvinta, en una miniatura francesa efectuada hacia 1350.

2. La niñez de Gosvinta

Pasada la mitad de la década de los 20 del siglo VI los visigodos debían presentar cierta efervescencia contra ostrogodos y romanos de la Galia Narbonense. El prefecto de las Galias, Liberio (sobre quien tendremos varias ocasiones de hablar), nombrado en 526 patricius praesentialis, esto es, el mando militar ostrogodo en la zona de Arlés (un caso único de romano investido con poder militar en el reino ostrogodo) fue herido en el abdomen con una lanza durante un ataque visigodo, y estuvo a punto de morir. La llegada del obispo Cesáreo lo curó «milagrosamente», y eso le permitió ser el primer laico firmante en el II Concilio de Orange, el 3 de julio de 529, en una sede que él mismo había construido en agradecimiento por su salvación.

En ese mismo año 529, Amalarico debió destituir a Ampelio, nombrado por su difunto abuelo como prefecto de Hispania, sutituyéndolo por un tal Stephanus (que en griego significa corona), según dice la Crónica Cesaraugustana («His diebus Stephanus Hispaniam praefectus efficitur»), lo que sugiere que el conde Liuverito también pudo haber sido apartado del mando militar. Es posible que estos cambios los hiciese Amalarico precisamente para sustraerse totalmente de la influencia ostrogoda, y posiblemente asesorado por Teudis. En este sentido, la onomástica de alguno de los posibles descendientes de Teudis (como el hermano del Offila de un poema dudosamente atribuido a ILDEFONSO DE TOLEDO) podría indicar que el tal Stephanus pudo ser un hermano de la mujer romana de Teudis. Tal vez Teudis acabó, entonces, con la vida de su teórico superior ostrogodo, Liuverito, aunque solo era un hombre privado (como parece poner en boca del repetido Teudis nuestro ISIDORO DE SEVILLA), y pudo obligar al destituido Ampelio a aceptar un episcopado en Hispania.

El asesinato del superior godo de Teudis (ya fuera Liuverito, Brandila u otro) puede colegirse del último párrafo del capítulo 43 de la Historia de Regibus Gothorum de ISIDORO DE SEVILLA, al añadir una explicación sobre la muerte de Teudis: También se cuenta («Fertur autem») que, en medio del derramamiento de sangre («inter effusionem sanguinis»), que Teudis exhortaba para que nadie matara al agresor («conjurasse ne quis interficeret percussorem»), diciendo que había recibido una recompensa adecuada a sus méritos («dicens se congruam meriti recepisse vicissitudinem»), porque él mismo había matado a su jefe cuando era un particular acongojado («quod et ipse privatus ducem suum sollicitatus occiderat»).

Desconocemos absolutamente quien pudo ser el colega godo del prefecto Stéfano, si es que lo tuvo.

Por otro lado, ya se dijo que Amalarico sólo reinó efectivamente 5 años. Y es que, relata el hispalense, cuando fue derrotado en combate por Childeberto rey de los francos ante Narbona («Qui, cum a Childeberto Francorum rege apud Narbonam praelio superatus fuisset»), huyó precipitadamente hacia Barcelona («ad Barcinonam trepidus fugit»), por lo que todos le despreciaron y detenido que fue («effectusque omnium contemptibilis»), pereció degollado por el ejército en el foro de Narbona («ab exercitu jugulatus Narbonae in foro interiit»), según el hispalense.

GREGORIO DE TOURS (II, 10), coincide con ISIDORO DE SEVILLA en el lugar de la muerte del joven rey, al decir que cuando Amalarico supo de la invasión franca («Amalaricus vero haec audiens»), preparó barcos para escapar («naves ad fugiendum parat»); Childeberto ya estaba llegando («Porro inminente Childeberto»), cuando Amalarico debía de embarcar a la nave («cum Amalaricus navem deberet ascendere»), y se acordó («ei in mente venit») que una gran cantidad de sus piedras preciosas («multitudem se praetiossorum lapidum») quedaban en su tesoro («in suo thesauro reliquisse»); así que para buscarlas («Cumque ad eosdem petendus») se volvería a la ciudad («in civitatem regrederetur»); habiendo sido sitiado en el puerto por el ejército («ab exercitu a porto exclussus est»), al ver entonces que no podía escaparse («Videns autem, se non posse evadere»), quiso refugiarse en la Iglesia de los Católicos («ad ecclesiam christianorum confugire coepit»); pero antes de que pudiera llegar al sagrado umbral («sed priusquam limina sacra contingerit») uno lanzó un venablo asestándole un golpe mortal («unus emissam manum lanciam eum mortali ictu sauciavit») y cayendo allí exhaló su alma («ibique decidens reddedit spiritum»). Entonces Childeberto ansiaba tener a su hermana y llevarla consigo con grandes tesoros («Tunc Childeberthus cum magnis thesauris sororem adsuntam secum adducere cupiebat»), pero no sabe por qué accidente («quae, nescio quo casu») murió en el camino («in via mortua est»).

La Cronica Caesaraugustana, contextualmente traducida, reitera que Amalarico iba huyendo a Barcelona («Barcinonem fugiens venit») y que en esa circunstancia fue muerto por una lanzada propinada por un franco de nombre Bessón («Ibique a Franco, nomine Bessone, angone percussus interriit»).

Así que, aunque quizás también Teudis se avergonzara de su hijastro por entonces, no comparto la opinión de Edward A. THOMPSON sobre que la muerte de Amalarico fuera instigada por Teudis (Los Godos en España, p. 26), pues ninguna fuente lo dice: simplemente pudo haber perdido vida y reino gracias a los engaños de los francos, a los que alude igualmente el historiador británico (parafraseando a JORDANES : «Francorum fraudibus inretitus regnum cum vita amisit»), siendo el asunto de Clotilde, aparentemente estéril e inútil para proporcionar un heredero a los godos, una mera excusa.

En efecto, aunque no sólo el turonense sino también PROCOPIO DE CESAREA, aseguran que la razón de la invasión de los francos fue el maltrato que Amalarico infligía a su esposa, la princesa católica Clotilde, para que se convirtiese al arrianismo, bien puede tratarse de una circunstancia usada como pretexto para la guerra, anticipándose a un divorcio: una oportuna faida, que dio ropaje legal a las intenciones expansionistas y de botín de los francos, o en otros términos, a la recuperación de Clotilde con su dote íntegra, o wergeld equivalente (que también cuenta expresamente el turonense), a pesar del incumplimiento de sus esenciales obligaciones matrimoniales (dar un heredero a Amalarico) y la disparidad de cultos.

Así que se adujo que Clotilde envió un pañuelo manchado en su propia sangre para pedir venganza a su hermano Childeberto y este acudió con sus tropas, lo que concluiría con la muerte de Amalarico. En todo caso, la contraofensiva visigoda hizo que, finalmente, Childeberto tuviera que retirarse, acosado por los enemigos según se desprende de la Vita Aviti Confessoris Aurelianensis («Qui ab adversariis in itinere multas perpessus insidias»), muriendo Clotilde en el camino de regreso, posiblemente de las resultas de algún asalto godo, pues GREGORIO DE TOURS escribe que nada sabe de las circunstancias de tal accidente) .

En ningún caso se trató, pues, de que Teudis instara la muerte de su pupilo, sino más bien de la incapacidad de lidiar con los francos de Amalarico, que fue derrotado por Childeberto, uno de cuyos acompañantes francos terminó por asesinarle, tras ser capturado cuando pretendía huir a Barcelona vía marítima, como trataron de hacer por tierra otros miembros derrotados de su administración, y seguramente el prefecto de España, al que poco después encontramos en Gerona.

Por el contrario, parece que la acción de Teudis fue la de un particular que se allegó a Galia desde Hispania, con su ejército privado, para defender a su hijastro y rechazar a los francos. Así, JORDANES nos habla de que la invasión de Teudis, que había sido tutor de Amalarico, se produjo después de que éste perdiera el reino y la vida («regno cum vita amisit, post quem, Thiudis, tutor eodem, regno ipse invadens»).

Probablemente Teudis provenía de Toledo y tomó el camino de Galia, por Barcelona, avanzando vía Gerona, y allí («in civitate Gerundensi») pudo encontrarse con los restos del ejército visigodo y celebrar un consejo de guerra con sus camaradas. La levedad de las responsabilidades exigidas, de la que informa la Crónica Cesaraugustana, como la  destitución del prefecto Stephanus en consejo («in concilio discinctus est»), a finales de 531 («qui tertio anno praefecturae suae»), puede ser debida a los previos lazos familiares que le ligaban al personaje o a otras circunstancias políticas y militares. Tal vez Stephanus volviera a la Bética donde radicaban sus posesiones, y fuera elevado, como sucesor de Pigasio, al obispado metropolitano de Sevilla/Hispalis (en cuyos fastos consta un obispo homónimo).

Posiblemente fue en aquel mismo concilio de Gerona, donde Teudis fuese finalmente elevado a la dignidad regia, pues sabemos por el hispalense que fue elegido en España en ese año («Aera DLXIX, anno imperii Justiniani VI, post Amalaricum Theudis in Hispania creatus»), gobernando 17 años y 5 meses («in regnum annis XVII, mensibus V»), protagonizando luego la contraofensiva visigoda que provocó la retirada de los francos de la Septimania, según más arriba se vio, que parece centrar su venganza en los francos (y especialmente en la viuda Clotilde).

Pero, estabilizada la frontera de la Galia, y expulsados los invasores, que se reitera perdieron en su retirada a Clotilde y parte del botín, el ahora rey Teudis debió hacer frente a nuevos problemas: En el año 532 llegaron noticias sobre la expedición de Belisario contra los vándalos, que efectivamente se materializó en la guerra al año siguiente. Así que Teudis, seguramente dejando a Teudiselo a cargo de la Narbonense, debió partir para la Bética en ese tiempo, lo que es compatible con el nacimiento de Seresindo en Écija, hacia el año 534, cuando Gosvinta debía tener unos 7 años.

De hecho, PROCOPIO DE CESAREA relata (XXIV, 2), como un hecho singular ocurrido en esas fechas, que poco antes de que la flota de los romanos apareciera en las costas de África, Gélimer, rey de los vándalos y los alanos,  había enviado 2 embajadores a Teudis, rey de los visigodos, para animarlo a establecer una alianza con los vándalos. Estos embajadores, habiendo cruzado el estrecho, fueron a buscar a Teudis a España: les dio una muy favorable bienvenida y les obsequió con regalos magníficos. Un día que tuvieron el honor de sentarse a su mesa, les preguntó en qué situación se encontraban los vándalos; pero les ocultó que ya tenía noticias sobre los asuntos de África, traídas por comerciantes. Así que preguntó a los embajadores cuál era el tema de su viaje. Como le respondieron que era para proponerle una alianza, les respondió que cuando estuvieran en su país, se enterarían allí de sus asuntos. Los embajadores dejaron pasar estas palabras sin mencionarlas, como algo que se escapa en el calor de una comida. Al día siguiente, habiendo propuesto nuevamente a Teudis un tratado de alianza, y habiendo recibido nuevamente la misma respuesta, juzgaron que debía haber ocurrido algún gran cambio en África. Volvieron a Cartago (que fue tomada por Belisario el 15 de septiembre de 533), cruzando el mar, y fueron apresados por los romanos, quienes los condujeron hasta Belisario; el cual, sabiendo por su propia boca lo que les había pasado en su embajada, los liberó, sin maltratarlos.

Al año siguiente, en 534, el mismo PROCOPIO DE CESAREA nos cuenta (II, 5) que Belisario envió a un oficial de su guardia, un tal Juan, al estrecho de Cádiz para capturar la fortaleza de Ceuta, que domina la entrada del estrecho, mientras que Apolinar, un romano que había servido a Hilderico, rey de los vándalos, y que tras el destronamiento de éste se pasó a los imperiales, recibió la orden de apoderarse de Ibiza, Mallorca y Menorca.

Así que Teudis debió permanecer en la zona bética (y en la costa cartaginiense), al menos hasta el año 546, pues el control romano de las Mauritanias (alzadas en rebelión en 544) no pudo ser total hasta el año 548, cuando estaba en su punto álgido la guerra contra los ostrogodos de Italia. Y en ese tiempo su secuaz Teudiselo debió ocuparse de los asuntos de la Narbonense y la Tarraconense.

En efecto, consta que en el año 541 los francos de Childeberto (y en esta nueva ocasión, con la ayuda de su hermano Clotario) volvieron a atacar, y llegaron a entrar en la misma España. La razón de esta guerra nos la desvela el referido contexto internacional, puesto que los francos actuaron como aliados de hecho del emperador Justiniano, interesado en que los ostrogodos del rey Hildibaldo, sobrino carnal de Teudis, no recibieran ayuda de sus parientes visigodos.

Cuenta el hispalense que, reinando Teudis, los reyes de los francos entraron en España con infinidad de tropas («Eo regnante, dum Francorum reges cum infinitis copiis in Hispaniam convenissent») y despoblaron la provincia Tarraconense con la guerra («et Tarraconensem provinciam bello depopularent»), cuando los godos, dirigidos por Teudiselo, estableciendo cerco entre las barreras naturales de España («Gothi, duce Theudisclo, obicibus Hispaniae interclusis»), humillaron al ejército de los francos con una victoria admirable («Francorum exercitum multa cum admiratione victoriae prostraverunt»). El mismo general (Teudiselo), ante la súplica y el ofrecimiento de una gran suma de dinero («Dux idem, prece atque ingenti pecunia sibi oblata»), proporcionó una vía de fuga al resto del enemigo por espacio de un día y una noche («viam fugae hostibus residuis unius diei noctisque spatio praebuit»). El resto de la desgraciada turba, que no pudo escapar en el tiempo acordado, cayó bajo la espada de los godos («Caetera infelicium turba, cui transitus collati temporis non occurrit, Gothorum perempta gladiio concidit»). Y efectivamente los francos quedaron tan quebrantados que tardarían casi medio siglo en volver a las andadas, sin que a nuestros efectos sea menester recurrir a la más extensa versión de los hechos de GREGORIO DE TOURS.

Gosvinta debía tener, en la presente hipótesis, unos 14 años de edad en esa época. Pero, si fue hermana de Seresindo, debía llevar algunos años residiendo en la zona de Sevilla, presumiblemente con Teudis, que había de reaccionar a la invasión del año precedente, presuntamente instigada por los bizantinos, ayudando a su sobrino-nieto Tótila (que acababa de ser nombrado rey de los ostrogodos).

Hacia 542, tras el éxito alcanzado contra los francos («Post tam felicis successum victoriae»), dice el diplomático San ISIDORO DE SEVILLA (HdRG c. 42) que los godos, mal aconsejados, cruzaron el estrecho llevando la guerra («transfretum inconsulte Gothi se gesserunt»); finalmente, cuando se dirigieron contra los soldados romanos («Denique, dum adversus milites») que habían ocupado la fortaleza de Ceuta («qui Septem oppiduminvaserant»), fueron derrotados los godos («pulsis Gothis»), que habían atravesado el estrecho del Océano («Oceani freta transissent»), y que habían expugnado esa misma fortaleza con una gran fuerza armada («idemque castrum magna vi certaminis expugnarent»).

San Isidoro explica la derrota diciendo que cuando llegó el domingo («adveniente die Dominico»), para que no se profanara el día santo con el combate («ne diem sacrum praelio funestarent»), abandonaron las armas («deposuerunt arma»); cuando advirtieron esta oportunidad, los soldados romanos hicieron un ataque repentino («Hac igitur occasione reperta, milites repentino incursu aggressi»), sitiando por tierra y por mar al ejército godo («exercitum mari undique terraque conclusum») que estando acobardado porque estaba inerme fue derrotado por los soldados romanos («ignavum atque inermem adeo prostraverunt»), de modo que no quedó ni uno solo que escapara ni nadie que pudiera olvidar la tan calamitosa derrota («ut ne unus quidem superesset qui tantae cladis excidium praeteriret»).

Pero ese mismo año 542, amén de la llegada a España de la pandemia de la peste, llamada de Justiniano (que refleja la crónica Cesaraugustana), PROCOPIO DE CESAREA nos cuenta que Tótila (que había de reinar hasta 552), alcanzaba una sonora victoria sobre los bizantinos en Faenza, y comenzó a revertir, en favor de los ostrogodos, la guerra en Italia. Tótila envió a sus hombres a sitiar Florencia; al mismo tiempo, ocupó las fortalezas de Cesén y Petra. Luego marchó a Etruria, al territorio de Roma, Campania y el Samnio. Capturó fácilmente la fortaleza de Benevento y arrasó sus murallas. Posteriormente, comenzó el asedio de Nápoles y ocupó BrucioLucania, Puglia y Calabria. Impuso tributos a los territorios conquistados, cortando así el flujo de fondos al ejército enemigo, y los soldados romanos, que no estaban dispuestos a luchar contra los godos gratis, se unieron a su bando.

Cuando el emperador Justiniano se enteró del curso de la guerra en Italia, envió dos ejércitos al país en peligro. Ambos acudieron en ayuda de la sitiada Nápoles, pero las fuerzas de Tótila les infligieron considerables derrotas y la ciudad se rindió a él como resultado de la hambruna en la primavera de 543.

Finalmente, el gobernante ostrogodo atacó el sur de Italia, donde demolió las murallas de las ciudades conquistadas para que no pudieran servir al enemigo. El emperador bizantino, consciente de la crítica situación, decidió convocar a Italia a su líder militar más prestigioso, Belisario. Sin embargo, solo tenía un ejército insuficiente de 4.000 hombres, y cuando Tótila dirigió su atención a Roma en 545, no pudo tomar medidas que pudieran interrumpir significativamente el asedio de la metrópoli. Su único intento de abrirse paso hacia los sitiados con un ejército reforzado por nuevas tropas de Bizancio fracasó. Roma estaba defendida por solo 3.000 hombres en ese momento; sin embargo, el rey ostrogodo decidió no hacer ataques inútiles a las murallas y trató de rendir por hambre la ciudad.

Como resultado de la hambruna y la traición de cuatro isaurios, Tótila logró conquistar la Ciudad Eterna el 17 de diciembre de 546: PROCOPIO DE CESAREA continúa diciendo que después de la caída de la ciudad, Tótila ganó gran fama al proteger del deshonor y de la muerte a la viuda del famoso filósofo Boecio (que según JORDANES, como miembro de la gens Anicia, era pariente de los Amalos), prodigando además su benevolencia a muchos de los habitantes de la capital italiana.

Una miniatura sobre la vida de José, que se contiene en el llamado Pentateuco Ashburnham, parte de una biblia goda del siglo VI que perteneció luego a la sede de Tours. Estas diversas celebraciones pueden ilustrar las bodas de Brunegilda.

Una miniatura sobre la vida de José, que se contiene en el llamado Pentateuco Ashburnham, parte de una biblia goda del siglo VI que perteneció luego a la sede de Tours. Estas diversas celebraciones pueden ilustrar las bodas de Brunegilda.

3. El primer matrimonio de Gosvinta y el reinado de Atanagildo.

En este contexto, el del curso de la guerra gótica, se comprende más fácilmente el retorno de Teudis a su antigua sede de Toledo (recordemos el II Concilio), acompañado seguramente de su familia, entre la que se debía contar una Gosvinta próxima a la mayoría de edad, y ya susceptible de contraer un matrimonio político o dinástico. En todo caso, sabemos que el 24 de noviembre de 546 (8 de diciembre del año juliano), el decimoquinto año de su reinado, Teudis emitió, en Toledo, una ley sobre las costas judiciales (lo que revela que la reforma judicial, una de las funciones que CASIODORO dice que Teodorico encomendó a Ampelio y Liuverito hacia 522, no había dado frutos).

En esas mismas fechas (4 de diciembre de 546) la celebración del Concilio de la Cartaginiense, curiosamente en Valencia, con la asistencia de 6 obispos y un archidiácono en representración de un séptimo prelado, pone de manifiesto que la parte marítima de la Cartaginiense continuaba bajo el control de Teudis (pues el anterior metropolitano de Cartagena ya había participado en 516 en el concilio de Tarragona), bajo cuya égida se planteó el sínodo. La firma de un cierto obispo Ampelio, homónimo del antiguo prefecto de Hispania (quizás él mismo), podría indicar la zona del establecimiento de la familia de éste.

Dice San ISIDORO DE SEVILLA que sin tardanza llegó la ineludible muerte del soberano («Nec mora, praevenit mors debita principem»), debida a que fue herido en el palacio (presumiblemente de Toledo) por uno que durante mucho tiempo había fingido estar loco para engañar al rey («Vulneratur enim a quodam in palatio, qui jamdudum dementis speciem, ut regem deciperet, simulaverat»): Ciertamente fingió locura con arte, y traspasó al soberano, por cuya herida se postró y murió, y por la fuerza de la espada exhaló su alma impaciente («Finxit enim arte insaniam, perfoditque principem, quo vulnere ille prostratus occubuit, et vi gladii indignantem animam exhalavit»).

La referida explicación de esta muerte, ocurrida a mediados del año 548, apuntaría a una venganza de sangre, posiblemente por el asesinato del dux godo colega de Ampelio, antiguo jefe de Teudis (el referido Liuverito). Pero no me parece posible descartar la larga mano del emperador Justiniano en el asunto.

En todo caso, el asesinato del rey no parece que cambiara la previsible sucesión con arreglo a la ley goda, sucediendo a Teudis su casi seguro pariente Teudiselo (Theudegisel), aunque la sibilina expresión isidoriana «Theudisclus superioris principis dux Gothis praeficitur» (literalmente que Teudisclo, general del rey susodicho, fue puesto al frente), sugiere también, anfibológicamente, que fue una suerte de rey de inferior categoría al asesinado («superioris principis»).

Teudiselo, al decir de San ISIDORO DE SEVILLA,  se enajenó las simpatías de todos, quizás acostumbrados al carácter de su predecesor, tan parecido al de Teodorico el grande. Ello permite inferir que debió efectuar una gran purga entre los sospechosos de participar en el asesinato de Teudis, seguramente como ejercicio de una faida legal germánica, que también debió aprovechar para recortar el poder de otros duces godos y senatoriales romanos.

La Chronica Regum Visigotthorum cita a Theudiselo, afirmando que fue rey durante un año, seis meses y trece días («Theudiselus regnavit annum I meses VI et dies XIII»), lo que permite fijar la fecha de su asesinato hacia diciembre del año 549, degollado en Sevilla en medio de un banquete que celebraría rodeado de los conjurados («praeventus conjuratorum manu Hispali inter epulas jugulatur»), pereciendo herido por la espada («confossusque gladio exstinguitur»).

De ser acertada la traducción sobre que mancilló los matrimonios con su venta pública («connubia prostitutione publica macularet»), en el sentido de que arregló o puso precio a los matrimonios (como hizo más tarde Chindasvinto), podría fijarse el enlace de Gosvinta y Atanagildo durante el reinado de Teudiselo, hacia el año 648, cuando Seresindo no llegaría a los  14 años. Seguramente fue un matrimonio político, anudando la estirpe de Atanagildo a la de Teudis, tal vez para poner fin a una faida pendiente entre esas partes.

Tras contar su versión del asesinato de Teudiselo, GREGORIO DE TOURS dice que los godos adoptaron la odiosa costumbre de matar con la espada a los reyes que no les satisfacían y hacer rey a cualquiera que les viniera en gana («Sumpserat enim Gothi hanc detestabilem consuetudinem, ut, si quis eis de regibus non placuisset, gladio eum adpeterent, et qui libuisset animo, hunc sibi statuerent regem»). Ello parece indicar un cierto carácter ilegítimo de Ágila («et qui libuisset animo, hunc sibi statuerent regem»), sucesor de Teudiselo, del que sabemos muy poco.

También JORDANES dice que después de Teudis, Teudiselo obtuvo el reino de parecida manera («post quem, Thiudigisclus glosa regnum adeptus»), pero no pudo reinar mucho por haber sido asesinado por los suyos («non diu regnans defecit occisus a suis»), sucediéndole por ahora Ágila («cui succedens hactenus Agil»), que mantiene el poder  («continet regnum»), contra quien se levanta Atanagildo («contra quem Atanagildus insurgens»), llamando a las fuerzas del imperio romano («Romani regni concitat vires»), y adonde el patricio Liberio es destinado con un ejército («ubi et Liberius patricius cum exercitu destinatur»).

Dado que, en las precedentes pendencias con los vándalos y los godos, Justiniano se había presentado como aliado de los reyes legítimos (Hilderico frente al usurpador Gelimer y Amalasunta frente a su asesino Teodahado), puede deducirse que, oficialmente para los bizantinos (lo mismo que para sus aliados francos), Ágila no era un rey legítimo.

Pero ISIDORO DE SEVILLA no tiene esa opinión de la que parecen participar los autores foráneos; nos dice que, en el año 549, durante el 24 año de reinado de Justiniano, asesinado Teudiselo («Aera DLXXXVII, imper. Justiniani XXIV, exstincto Theudisclo»), el rey Ágila es elegido («Agila rex constituitur»), reinando 5 años («regnans ann. V»).

Onomásticamente, Ágila (Achilla, Aila o Agil, en las fuentes de la época, un nombre muy acreditado entre los godos), puede restituirse con el bitema godo athal (=noble) y hilþ ((=combate, espada), y se corresponde con un clan, que nos consta luego por el acta de abjuración del arrianismo de 589 (donde figura un Aila entre los seniores gothorum), al que se pueden adscribir importantes personajes (como es el caso del Ágila embajador de Leovigildo, al que también se refiere GREGORIO DE TOURS), homónimos del rey Ágila I. Y el tema onomástico  hilþ está igualmente presente en los reyes ostrogodos parientes de Teudis (Hildibado, Baduila, Thila), en el posiblemente eliminado Brandila (esposo de una reina de sangre hipotéticamente amala) e incluso en el marido de Gosvinta, Atanagildo.

Sin embargo, THOMPSON supone a Ágila, sin ningún fundamento en las fuentes, «el primer rey de sangre completamente visigoda desde los tiempos de Alarico II» (Los Godos en España, p. 29), lo que no deja de ser una conjetura (y una falacia, puesto que Alarico II era hijo de una Ragnahilde, «hija, hermana y nuera de reyes», al decir de SIDONIO APOLINAR, por lo que debía ser sueva, burgundia o franca).

Por el contrario, los acontecimientos posteriores, como dice Luis Agustín GARCÍA MORENO, parecen indicar que, antes que uno de los conjurados contra Teudiselo, Ágila era uno de los miembros de su facción; y tal vez, conjeturo a mi vez, sobrino o yerno suyo. De hecho su expedición contra Córdoba, inmediata a su elección, parece destinada al castigo de los culpables del magnicidio de su predecesor, tal vez por ser refugio de esos potentados irritados por los matrimonios forzosos impuestos (que además conllevarían dotes económicas, tanto para godas como para romanas).

El relato de ISIDORO DE SEVILLA, nos dice que Ágila promovió la guerra contra la ciudad de Córdoba («Iste adversus Cordubensem urbem praelium movens») y despreciando a la religión católica infligió injurias al beatísimo mártir Acisclo («dum in contemptum catholicae religionis beatissimi martyris Aciscli injuriam inferret»), contaminando el lugar sagrado de su sepulcro con la sangre de los enemigos y las bestias («hostiumque ac jumentorum cruore sacrum sepulcri ejus locumpollueret»), porque era un profanador («ut profanator»), así que iniciando la lucha contra los ciudadanos de Córdoba («inito adversus Cordubenses cives certamine») mereció los correspondientes castigos que le acarrearon los santos («poenas dignas, sanctis inferentibus, meruit»).

El resumen isidoriano, impregnado de intención religiosa, hace al arriano Ágila víctima de sus pecados: De este modo fue golpeado personalmente por la venganza de la guerra  («Nam belli praesentis ultione percussus»). Pero lo cierto es que, continuando con lo que dice el historiador, desapareció allí  el hijo de Ágila, muerto con gran parte del ejército («et filium ibi cum copia exercitus interfectum amisit»), y perdiendo el tesoro todo con considerables riquezas («et thesaurum omnem cum insignibus opibus perdidit»).

Hay que recordar que San Acisclo (un nombre latino diminutivo que significa hachuela o martillito),  padeció tormento con su hermana, Victoria, pereciendo según el santoral romano un 17 de noviembre del año 304, no sin antes haber sido su tormento (turtura) concausa de un incendio en Córdoba, que acabó con la vida de muchos paganos, según cuenta EULOGIO DE CÓRDOBA en el siglo IX. Tal vez la historia haga alusión o paralelismo con algunos concretos perjudicados por Ágila.

En todo caso, hay que recordar que estas derrotas, pérdidas del tesoro regio y fugas cobardes, habían sido determinantes de las muertes de Gesaleico y de Amalarico. Y dice el hispalense que, habiendo sido derrotado el mismo Ágila («Ipse victus»), además huyó con cobarde miedo y se retiró a Mérida («ac miserabili metu fugatus, Emeritam se recepit»).

Contra Ágila («Adversus quem»), habiendo transcurrido un espacio de tiempo («interjecto aliquanti temporis spatio»), Atanagildo se sublevó por el deseo de gobernar, sorpresivamente («Athanagildus tyrannidem regnandi cupiditate arripiens»), y finalmente derrotó al ejército de Ágila enviado contra él en Sevilla («dum exercitum ejus contra se Hispali missumprostrasset»), por la fuerza de los soldados romanos («virtute militari»).

Así que, inicialmente, quien fue visto expresamente como un usurpador fue Atanagildo, del que L.A. GARCÍA MORENO supone, sin ningún fundamento directo, que pertenecía a la estirpe de los baltingos: sólo por su aclamada estirpe (que no determinan las fuentes) o la posesión del famoso missorium que había regalado Aecio a Turismundo (que realmente formaba parte del tesoro visigodo caído en manos de los cordobeses). Por mi parte, entiendo que los baltingos seguramente se habían extinguido con Amalarico.

Contrariamente a lo que plantea el erudito GARCÍA MORENO, la onomástica de Atanagildo, muy posiblemente titulística como la de Tótila (que antes de acceder al trono ostrogodo se llamaba Baduila), le hace un pariente muy próximo de Ágila (probablemente un primo materno), al que trata de oponer un mejor derecho, incluso en el nombre. En efecto, el tema godo atana puede traducirse como pater o dux, y el nombre significaría realmente jefe del clan hilþ, que correspondería al pariente varón de mayor edad entre los de esa estirpe regia (según la entonces vigente costumbre jurídica visigoda).

Esta alegada autoridad familiar o clánica podría estar reforzada, precisamente, por su matrimonio con una veinteañera Gosvinta, hipotéticamente un matrimonio político ordenado por el rey (Teudis o Teudiselo), entre el hijo mayor de un importante señor de los godos (tal vez del linaje de Eutarico) y la presunta hija medio hispana de Teudis, rey amalo de los visigodos, hijastro de Teodorico el Grande, padrastro de Amalarico y tío de los reyes ostrogodos de Italia.

La proximidad clánica entre Ágila (tal vez yerno o sobrino de Teudiselo) y Atanagildo (posible hijo político de Teudis), permitiría justificar tanto la larga resistencia de Ágila, como la relativa facilidad, en un momento dado, del paso de sus partidarios a las filas de Atanagildo: Viendo los godos que estaban siendo destruidos por su propio enfrentamiento («videntes Gothi proprio se everti excidio»), y más temerosos de que los soldados romanos invadieran Hispania con el pretexto de prestar ayuda  («et magis metuentes ne Hispaniam milites Romani auxilii occasione invaderent»), mataron a Ágila en Mérida, y se entregaron al gobierno de Atanagildo («Agilanem Emeritae interficiunt, et Athanagildi sese regimini tradiderunt»), según refiere el hispalense.

Profundizando en la estirpe de Atanagildo, es de recordar que para el jurista e historiador Rafael ALTAMIRA (Alicante 18/11/1866- Ciudad de México 01/06/1951), Leovigildo y Liuva I eran hermanos de su antecesor, el rey Atanagildo, lo que también recoge el padre de la ciencia histórico-jurídica española, Eduardo de HINOJOSA (Historia de España desde la invasión de los pueblos germánicos hasta la ruina de la monarquía visigótica, página 300). A pie de página, anota HINOJOSA que  es nueva (el autor escribe en 1909) la noticia de haber sido hermanos los tres reyes Atanagildo, Liuva y Liuvigildo; y la encuentra en la edición que hizo Henri OMONT, año 1886, del códice antiquísimo, nada menos que del siglo VII, de la Historia de los Francos, manuscrito existente ahora en la biblioteca de París, y que perteneció á la de la abadía benedictina de San Pedro de Corbia, en Picardía.

La fuente es, pues, una de las versiones que, de la HISTORIA FRANCORUM IV.38, de GREGORIO DE TOURS (que antes que el filólogo Henri  OMONT, había adelantado, en 1870, el político e historiador francés François GUIZOT, al incluir en su traducción de la Historia del turonense la variante textual que obra en el Codex Parisiacus n. 17655). Y dice tal códice de Corbia, según HINOJOSA, que muerto en España Atanagildo («Mortuo aput Hispaniam Athanieldo»), siendo hermano Leovigildo  («Levieldo fratre», que OMONT, sin necesidad, corrige como frater), recibió el reino («regnum accepit»), recapitulando («igitur») que muerto Liuva («Defuncto Levane»), su hermano Leovigildo recibió todo el reino («Levieldus, frater eius, totum regnum occupavit»).

Por otra parte, hay sobre la mesa genealogías contradictorias, como la de Luis Bartolomé de SALAZAR y Castro (1658-1734), que usó una amplísima base documental facilitada por su condición de cronista de Castilla, asesor regio y comendador de la Orden de Calatrava, y de cuya honestidad es índice que fue quién puso de manifiesto las falsificaciones de su predecesor PELLICER (1602-1679), en su Historia genealógica de la Casa de Lara: justificada con instrumentos y escritos de inviolable fe —Madrid: Imprenta Real, por Mateo de Llanos y Guzmán, 1696. – Vol. 1. – p. 45, tabla genealógica de los reyes visigodos— que muestra a Liuva y a Leovigildo como hijos de Amalarico. Sin embargo, los evidentes errores que contiene ese árbol genealógico (como presentar un «Suintila II Rey de España», personaje que nunca existió), y la falta de mención de la fuente de donde toma estas noticias, evidencian que esa filiación es una mera conjetura erudita del repetido SALAZAR.

En fin, muchos autores, como L.A. GARCÍA MORENO, han sugerido que el padre de estos hermanos (al menos de Liuva y Leovigildo) sería el referido conde Liuverito, probablemente sobrino de la reina Ereleuva Eusebia, madre visigoda de Teodorico el grande (y posible pariente de Flavio Eutarico). Y de hecho esa hipótesis es compatible con la sucesión goda mediante la ley del seniorato (como antigua norma sucesoria de los godos) y con la onomástica de algunos reyes godos, presuntamente descendientes suyos (por ejemplo Witerico, del que la tardía, del siglo XII, Historia Pseudo Isidoriana dice que era uno de la familia del rey Liuva: «Viutericus, quidam ex familia eius»).

En cualquier caso, con estos datos se puede concluir que tanto Ágila como Atanagildo eran de muy noble estirpe: seguramente los varones de mayor edad de parentesco más próximo a sus predecesores. Y si tomamos el relato propagandístico bizantino, que emite JORDANES, estarían vinculados doblemente al clan amalo: Parientes de Teudis y Teudiselo (al menos por matrimonio) y legalmente parientes de Eutarico, hijo de Viterico (nombre compatible con algún rey godo posterior, como se vio), y nieto de Beremundo (que fue el amalo que se había pasado a los visigodos por no soportar el sometimiento de los ostrogodos a los hunos de Atila).

En palabras del poeta VENANCIO FORTUNATO, y respecto de Atanagildo: Nobilitas excelsa nitet genus Atanagildi (Excelsa nobleza, la estirpe de Atanagildo brilla).

En cuanto a los hechos de Ágila y Atanagildo, se puede concluir que hacia marzo del año 550, Ágila partió de Sevilla en son de guerra hacia Córdoba y vengó a Teudiselo en la persona de los ciudadanos de esta última localidad, lo que ocasionó una rebelión, que acabó con la vida del hijo de Ágila, y de muchos soldados godos, perdiendo el tesoro real. Esto no era sólo un golpe militar y económico, sino también de prestigio, e incluso de carácter mágico. Probablemente ese mismo año 550, Ágila fue derrotado él mismo y tuvo que abandonar la Bética, refugiándose en Mérida (antigua capital de la diócesis de Hispania), ciudad que parece, desde entonces, el centro del poder de ese rey.

Obsérvese que Ágila, tras ser derrotado, se retiró directamente a Mérida, probablemente porque no había otra conexión libre con Toledo y el resto del reino godo; Sevilla, por tanto, si no cayó entonces en manos de los rebeldes, no debía ser plaza segura. Transcurrido poco tiempo («aliquanti temporis»), posiblemente en 551, Atanagildo, puesto en medio de los dos bandos («interjecto spatio») se sublevó, tal vez en la Écija de Seresindo y Gosvinta, que habría asegurado el ejército privado de esos supuestos hermanos. La sugerencia de cierta equidistancia, temporal, y física, de Atanagildo respecto de los sublevados cordobeses y los godos de Ágila, permite corroborar que Atanagildo se sublevó sorpresivamente por la ambición de reinar  («Athanagildus tyrannidem regnandi cupiditate arripiens»), y entonces derrotó al ejército de Ágila enviado contra él en Sevilla («dum exercitum ejus contra se Hispali missumprostrasset»), por la fuerza de los soldados romanos («virtute militari»).

Pero ni la rebelión de los cordobeses, ni la de Atanagildo, consiguieron desbancar a Ágila, hecho fuerte en Mérida, una de las más antiguas fortalezas visigodas en España. Significativamente, no hay datos de que nadie apoyase a Atanagildo ni en Toledo ni en Narbona. Por el contrario, la Crónica Cesaraugustana le califica de tyrannus; de lo que se deduce que en la provincia Tarraconense no aceptaron su legitimidad y le consideraron un usurpador.

Así que, a finales de 551, Atanagildo, que se vería como el primer objetivo de la contraofensiva de Ágila en el próximo mes de marzo de 552, pidió ayuda a Justiniano para poder contenerla. Y posiblemente en 552, con la llegada del auxilio capitaneado por Liberio (el ex prefecto de Arlés entre 510 y 529), los soldados romanos contribuyeran decisivamente a la derrota de Ágila ante las puertas de Sevilla. Tal vez tomara entonces la capital hispalense de manos de los rebeldes cordobeses, porque el biclarense y la Crónica Cesaraugustana dicen que este Atanagildo hizo suya la ciudad de Sevilla, sita en la provincia hispana de Bética, tomada por las armas («Hic Athanagildus Hispalim civitatem Hispaniae Provinciae Baeticae sitam bello impetitam suam fecit») y que ciertamente perjudicó bastante a Córdoba con frecuentes incursiones («Cordubam vero frequenti incursione admodum laesit»).

Tótila, el pariente de Teudis y Teudiselo, acababa de morir, el 1 de julio de 552, tras el envío a Italia de Narsés, con un ejército de 35.000 hombres el año anterior (551): Apenas en 549, tras la retirada de Belisario, Tótila había vuelto a ocupar Roma, y en 550, salvo Rávena y cuatro ciudades costeras, dominaba toda Italia. Sic transit gloria mundi.

Según PROCOPIO DE CESAREA, el anciano Liberio (aquel que conocimos como prefecto en Arlés, hasta, al menos, 529), destituido del mando del ejército y la flota de Sicilia en 551, volvió a Constantinopla. Y, desde allí, como se infiere de JORDANES, en la primavera de 552, partió con la expedición de ayuda a Atanagildo que, como sabemos por ISIDORO DE SEVILLA, sirvió para derrotar a Ágila.

Liberio, Petrus Marcellinus Félix Liberius, es un personaje del que desconocemos su origen, pero cuya impresionante y extensa carrera permite algunas conjeturas. Su nombre, Liberius, está formado con un sufijo latino denominativo –aerius, generalmente con el significado de relativo a, que podría corresponderse con el hijo de un tal Libius. El nacimiento de Liberio hacia el año 465, coincide con la muerte (hacia el otoño de ese año) del emperador Libio Severo, originario del sur de Italia según CASIODORO y SIDONIO APOLINAR, de quien podría haber sido hijo.

Liberio debió estar poco tiempo en España, porque consta que, en mayo de 553, participaba en el II Concilio de Constantinopla (que derivando hacia el monofisismo, debió ser ampliamente contestado en España por los obispos católicos, en cuanto tuvieron noticia de ello), y terminó por  fallecer en Italia hacia 555, con unos 90 años de edad, siendo sepultado en Ariminium/Rímini (donde fue hallado su epitafio, inscripción funeraria CIL 11, 382). Por ella sabemos que fue enterrado con su esposa por sus hijos («Liberii s<u>boles patri matrique sepulcrum»), que fue un senador patricio en aquellos tiempos («rexit Romuleos fasces currentibus annis»), que el enterrado es el mismo Liberio que fue prefecto de las Galias («successu parili Gallica iura tenens»), y que era de una estirpe nobilísima pues no tuvo que comprar las magistraturas que ejerció («hos non imbelli pretio mercatus honores»), aunque su mejor tesoro era su fe católica («sed pretio maius detulit alma fides»), procediendo su numerosa familia del sur de Italia («Ausoniae populis gentiles rite cohortes»), reiterando que fue senador patricio durante toda su vida  («cunctis mente pater toto venerabilis aevo»), y que hacía muy poco que murió confesado («terdenis [lus]tris proximus occubuit»). He omitido los dos versos finales, meramente formularios, y he dejado para el final verso 12 del epitafio, este sí referido a que dictó normas y sancionó tratados («disposuit sanxit foedera iura dedit»). Así que es posible que Liberio, que conoció personalmente a Teudis (con quien pudo estar familiarmente relacionado), y había ejercido el mando sobre Hispania hasta 522, fuera quien tramitara el tratado entre Atanagildo y Justiniano (que, por la posterior respuesta del papa Gregorio a Recaredo, debía favorecer extraordinariamente a los bizantinos).

Se puede coincidir con THOMPSON en que, a primeros de marzo de 554, los bizantinos, liberados de la guerra de Italia tras la muerte del último rey ostrogodo, Thila, en 553, reforzarían su presencia en España. Narsés pudo enviar a la península ibérica contingentes bárbaros de paganos hunos, gépidoshéruloslombardos y persas, el nervio de su ejército (y una notable carga para Italia), y así desasosegar a los poderosos de la provincia Cartaginiense, como expresa San Leandro, cuya familia debió huir de la provincia tras la invasión bizantina de Cartagena, estableciéndose curiosamente en Sevilla (y en Écija), hipotético centro del poder del clan de Gosvinta y Seresindo, y seguramente en poder de Atanagildo desde 552.

Del contexto se deduce, cuando menos, una cercanía de intereses entre la familia de Leandro y la de Gosvinta (y Atanagildo). Puede que colaboraran en la petición de auxilio a los bizantinos, pero cuando estos ocuparon sus tierras, seguramente contrariando lo pactado con el famoso Liberio, huyeron a refugiarse a Écija y Sevilla, en manos de Atanagildo. También puede inferirse que Leandro (un nombre de origen griego, formado por λεων, león, y ανδρος, ser humano, genitivo de ἀνήρ) era miembro de una familia importante, pues se dice que era hijo de un cierto Severiano de la provincia Cartaginense («Leander genitus patre Severiano Carthaginensis provinciae»).

Así que hay que interpretar que el patre por el que fue engendrado, antes que un mero padre o un innominado hereje severiano (monofisita seguidor de las doctrinas de Severo de Antioquía, patriarca entre 512 y 538), se refiere a un senatorial, un terrateniente romano (no se dice nada de que estuviera avecindado en la capital, Cartago Spartaria), seguramente radicado en la cartaginiense, como el obispo Ampelio. Recuérdese que este Ampelio pudo ser descendiente del emperador Atalo Prisco.

Por su parte, el nomen de Severiano (tal vez cuñado de Ampelio, por la onomástica de sus hijos, los santos de Cartagena), está formado con el sufijo denominativo latino -anus, que suele referirse a la pertenencia a una gens o clan familiar, en este caso es evidente que se refiere a un tal Severus, como el que pudo ser pater familias del patricio Liberio (el emperador Libio Severo). Así que, tal vez, Severiano, fuera hijo o sobrino de Liberio y nieto del emperador Libio Severo; un nomen, por cierto, que fue empleado por los Anicios contemporáneos (como Boecio), por cierto partidarios de la independencia de occidente respecto del Imperio Romano Oriental.

Los hijos de Severiano, refugiados entre los visigodos, llevan nombres griegos (Leandro e Isidoro) y romanos (Fulgencio y Florentina) y, como luego se verá, se ha pretendido que otra supuesta hija, inseguramente llamada con un nombre griego (Teodora) o romano (Teodosia), fuera la primera mujer de Leovigildo.

En fin, vistos los antecedentes de Vándalos y Ostrogodos, resulta muy fiable la conclusión del hispalense de que, temerosos los visigodos de acabar destruidos por su propio enfrentamiento, terminaran por asesinar a Ágila y se unieran bajo el liderazgo de Atanagildo (que no parece haber estado muy a malas con los nobles hispanorromanos católicos).

Atanagildo intentó entonces alejar a los bizantinos de España, pero no pudo. Sin embargo mantuvo unidos a los godos y, a pesar de sus dificultades económicas, sostuvo campañas exitosas contra los imperiales, muriendo en la cama, en su palacio de Toledo, en el año 568, contrariamente a lo que había sucedido con todos sus predecesores en 60 años.

Antes de morir, Atanagildo casó a sus dos hijas con dos reyes francos: Brunegilda con Sigeberto de Austrasia (en 566) y Galsvinda con Chilperico de Neustria (en 567). La iniciativa de tales matrimonios, en 565, como se vio, no partió de Atanagildo, sino de los francos. Seguramente el rey godo, establecido estratégicamente en la ciudad de Toledo (utilizada  ya como capital por Teudis), que había estabilizado el frente sur del reino y no tenía excesivos problemas en su frontera norte, tampoco precisaba de un matrimonio puramente dinástico (sino más bien una alianza política): Gosvinta debía tener, al menos, un hermano (en la presente hipótesis, Seresindo) y posiblemente un sobrino (Chindasvinto); y Atanagildo también tenía hermanos, según HINOJOSA, Luiva y Leovigildo,  y sobrinos,  los descendientes de los anteriores (al menos, Hermenegildo y Recaredo).

Por el contrario, los reyes de Austrasia y Neustria (unos merovingios que no podían decir quién era su bisabuelo) sí que tenían interés en que sus reyes emparentaran con el linajudo Atanagildo (cuyos ancestros se remontarían a Hermanarico y Sunigilda y, a su través, a los primeros Amalos), y aliarse con su poderoso reino godo (garantizándose la seguridad de su frontera meridional), amenazados como estaban desde antes de 565 (por el Norte y el Este), por el avance de los lombardos de Alboíno (a pesar de estar casado con la princesa franca Clodosinda, hermana de Sigeberto de Austrasia y medio hermana de Chilperico de Neustria), por los sajones que venían con el anterior (antes sometidos a los francos y ahora rebeldes), por los ávaros del kan Bayán (que presionaban a todos los demás, incluso a los mismo francos de Austrasia) y por los permanentes juegos estratégicos de los bizantinos (con los que tan bien había lidiado Atanagildo).

Rex Theodericy

4. El nuevo matrimonio de la reina Gosvinta: Leovigildo rey.

La muerte de Atanagildo, en 568, sin que terminara por rematar su tarea, y especialmente su sucesión, produjo, según ISIDORO DE SEVILLA, un interregno de 5 meses. Este testimonio es preferible al del generalmente bien informado JUAN DE BÍCLARO, que omite el hecho, por razones contextuales. No se trata de que lo pudiera ignorar por estar aún en Constantinopla en esas fechas (probablemente llegó a España en el año 573, si no más tarde, en 578), sino más bien porque, siendo proleovigildiano, le interesaba no remarcar las similitudes de este interregno con sublevaciones posteriores.

La imagen que en el siglo VII se tenía de este noble godo Juan, nos la muestra San Isidoro, en su De viris illustribus (Cap. XLIV, 62, 63), donde nos dice que Juan, obispo de la iglesia de Gerona («Joannes, Gerundensis ecclesiae episcopus»), godo de nacimiento («nativitate Gothus»), llegó al mundo en Santarem de la provincia de Lusitania («provinciae Lusitaniae Scalabi natus»); éste, cuando era adolescente fue enviado a Constantinopla  («Hic, cum esset adolescens, Constantinopolin perrexit»), donde se formó en la erudición griega y latina  («ibique Graeca et Latina eruditione munitus»), después de diecisiete años volvió a España («post decem et septem annos in Hispanias reversus est»), al mismo tiempo que hervía la locura arriana preparada por el rey Leovigildo («eodem tempore quo incitante Leovigildo rege, Ariana fervebat insania»); a este Juan, cuando le correspondió padecer la crueladad de la nefanda herejía, y se resistió a todo, el referido rey Leovigildo le condenó al exilio («Hunc supradictus rex, cum ad nefandae haeresis crudelilatem competeret, et hic omnino resisteret, exsilio trusus»), y le confinó en Barcelona («et Barcinonem relegatus»), teniendo que padecer durante diez años insidias y persecuciones por parte de los arrianos («per decem annos multas insidias, et persecutiones ab Arianis perpessus est»). Después fundó el monasterio que se llama Bíclaro, donde congregó una comunidad de monjes, y escribió una regla beneficiosa para el monasterio mismo, pero también muy necesaria para todos los que temen a Dios («Qui postea condidit monasterium quod nomine Biclaro dicitur, ubi congregata monachorum societate, scripsit regulam ipsi monasterio profuturam, sed et cunctis Deum timentibus satis necessariam»); añadió en el libro de Crónicas (de Víctor Tunense), desde el primer año del reinado de Justino el Joven, hasta el octavo año de Mauricio, príncipe de los romanos, y el cuarto año del rey Recaredo, una historia muy útil en lenguaje histórico y compuesto, y se dice que escribió otras muchas cosas, que no han llegado a nuestro conocimiento («Addidim in libro Chronicorum ab anno primo Justini Junioris principatus, usque ad annum octavum Mauricii principis Romanorum, et quartum Recaredi regis annum, historico compositoque sermone valde utilem historia: et multa alia scribere dicitur, quae ad nostram notitiam non pervenerunt»).

Nos encontramos, pues, ante la figura de Juan, obispo de Gerona entre 592 (cuando figura suscribiendo las actas del II Concilio de Zaragoza) y 620 o 621 (en 621 fue consagrado su sucesor en la sede gerundense, Nonnitus), que debió ser rehén de los bizantinos por causa de la guerra entre Ágila y Atanagildo, y que volvió de allí convertido al catolicismo y abandonado su nombre germánico; por esta causa, y al no volver al redil arriano pese a las presiones regias, fue desterrado por Leovigildo.

De la crónica del biclarense puede inferirse que el cronista Juan admira a Leovigildo (sus acciones las califica expresamente de mirabiliter), y nos lo muestra como soberano legítimo (calificando a sus opositores de usurpadores o rebeldes, incluso a su hijo Hermenegildo), a pesar del arrianismo  leovigildiano y de su lucha contra enemigos católicos, separando de hecho política de religión (pensamiento tácito subyacente en Mt, 22, 21: Reddite ergo quæ sunt Cæsaris, Cæsari: et quæ sunt Dei, Deo), compatible con su posición católica romana.

Las negociaciones entorno a la sucesión de Atanagildo, que no refiere el biclarense, pero que sugiere el hispalense, debieron pivotar entre el clan presuntamente ostrogodo de Gosvinta y el de los amalos visigodos de Atanagildo, con varios posibles candidatos de cada sippe.

El nudo gordiano parece que fue cortado en Septimania, pues al decir de ISIDORO DE SEVILLA, Liuva fue elegido por los godos de Narbona («Liuva Narbone Gothis praeficitur»), tal vez apresurados por los previos movimientos amenazantes de los francos sobre la zona de Arlés (disputada entre Austrasia y Borgoña, aunque ese año el yerno de Gosvinta, Sigeberto I de Austrasia se alió con Gontrán de Borgoña, al tiempo que estallaba la guerra contra Chilpérico, para vengar el asesinato de Galasvinta). Pero no parece que esta elección fuera aceptada sin más en la península, dominada por la facción de Gosvinta (aliada de Sigeberto y enemiga de Chilpérico).

Así que, ya durante el segundo año (569) después de que fuera elegido Liuva («qui secundo anno, postquam adeptus est principatum»), asoció a su hermano y heredero Leovigildo al trono con él («Leovigildum fratrem non solum successorem, sed et participem regni sibi constituit»). Liuva puso al frente de la administración de España a Leovigildo («Hispaniaeque administrationi praefecit»), y tomó como propia la Galia Narbonense («ipse Galliae regno contentus»), así que dividió el gobierno entre los dos («Sicque regnum duos cepit») y mientras tanto, no hubo autoridad legal sin el acuerdo de los corregentes («dum nulla potestas patiens consortis sit»).

Este relato debe ser completado con el resumen del reinado que hace JUAN DE BÍCLARO sobre el reinado de  Leovigildo, hermano del rey Liuva («Leovegildus germanus Livvani regis»), que en vida de su hermano («superstite fratre»), fue instituido en el reino de la España citerior («in regnum citerioris Hispaniae constituitur»); recibió en matrimonio a Gosvinta, viuda de Atanagildo («Gosuintham relictam Athanaildi in coniugium accipit»); y, añade el biclarense, que a la provincia de los godos («et provinciam Gothorum»), que entonces por diversas rebeliones había sido empequeñecida («quae iam pro rebellione diversorum fuerat diminuta»), maravillosamente devolvió a sus limites originales («mirabiliter ad pristinos revocat terminos»).

En su Liber Historiae Francorum (IV, 38) GREGORIO DE TOURS nos da su propio resumen del reinado, escribiendo que, después de la muerte de Liuva («Defuncto igitur Leuvane»), su hermano Leovigildo aunó todo el reino («Leuvieldus frater ejus totum regnum occupavit»); el cual, habiendo muerto su mujer («Qui, uxore mortua»), se casó con Gosvinta, la madre de la reina Brunegilda («Gunthsuentham reginæ Brunichildis matrem accepit»). El turonense adelanta que Leovigildo tuvo dos hijos de su primera esposa («duos filios de prima uxore habens»), uno de los cuales se comprometió con la hija de Sigeberto y el otro con la hija de Chilpérico («quorum unus Sigiberti, alius Chilperici filiam desponsavit»). Y nos comenta, sibilinamente, que Leovigildo también dividió el reino en partes iguales entre ellos («Ille quoque inter eos regnum æqualiter divisit»). En fin, dice que Leovigildo mató a todos aquellos que habían acostumbrado a asesinar a los reyes («interficiens omnes illos qui reges interimere consueverant»), no quedando de entre ellos quien pudiera orinar contra la pared («non relinquens ex eis mingentem ad parietem»).

De estos relatos, entre otros aspectos, cabe colegir que los godos, mediante el enlace de Leovigildo y Gosvinta, lograron acordar el mejor modo de no quebrar la unidad del reino (fundamental en la costumbre jurídica visigoda y en el testamentum Geiserici, frente a la división de los reinos connatural del derecho franco), mantener el status quo entre los dos principales clanes regios, y aunarlos contra los francos de Chilpérico, eliminando a otros competidores por el trono (presumiblemente más proclives a la alianza con Chilpérico).

Al año siguiente en que los godos resolvieron sus diferencias sucesorias, hacia 569, los francos, pusieron fin a la faida de Sigeberto y Brunegilda contra Chilpérico por el asesinato de Galasvinta, como transmite el turonense, de acuerdo con la sentencia del ilustrísimo rey Gontrán, y de los nobles que se sentaron en Malberg, las ciudades de BurdeosLimogesCahorsBéarn y Bigorre, que Galesvinta, hermana de la excelentísima dama Brunilda, a su llegada a la tierra de los francos, recibió, como todo el mundo sabe, como regalo de la mañana, que son una herencia de la viuda, y en adelante pasará a posesión de la reina Brunilda y sus herederos, de modo que, por medio de tal pena, la paz de Dios fue restaurada en adelante entre los gloriosos soberanos Chilperico y Sigeberto.

Así que es posible concluir la relación entre estos hechos. La ratificación de Liuva y la designación en 568 de su hermano menor, Leovigildo, no sólo como heredero sino como corregente (a pesar de que Liuva debía tener, al menos, un hijo varón, posiblemente llamado Sigerico, y nacido antes de 567), previo matrimonio político con una Gosvinta, de unos 40 años de edad, a la que además, contra la costumbre, el novio tuvo que ir a desposar a Toledo, confirma el poder que esta mujer tenía en España, y la fuerza de sus alianzas exteriores.

Por otro lado, el biclarense, un escritor muy preciso (más que el turonense), llama a Gosvinta coniuge y no uxor, probablemente porque de su matrimonio con Leovigildo, a pesar de la edad de los contrayentes,  hubo descendencia (al menos legal).

En línea con lo anterior, se percibe, en el Liber, el rastro de una rara reforma leovigildiana, contradicha por el mismo Leovigildo después, a propósito de la inclusión de los hermanos consanguíneos (del mismo padre, pero de distinta madre, es decir, no uterinos), dentro del círculo de los domestici (de los que habitaban en la misma casa). Parece que Leovigildo, en un primer momento, explicitó una posibilidad del derecho godo antiguo, en el sentido de que los hijos, al contraer su padre viudo nuevas nupcias, no tenían que pasar necesariamente a la domus de un tutor ni dejarían de ser domestici de sus medio hermanos. Así que, a pesar de la perplejidad de Karl ZEUMER, y de la minusvaloración de estos hechos que, entre nuestra doctrina histórico-jurídica, planteó Álvaro D´ORS, el pacto debió significar la ratificación de la convivencia doméstica de Hermenegildo y Recaredo, aún niños, con su padre y su madrastra; y tal vez con sus eventuales nuevos hermanos (tal vez Wulfila y Stéfano), todos bajo la potestad del padre bínubo y de su segunda mujer (la domus aliena de la que se habla en el texto legal no es la del tutor, sino precisamente la de la madrastra), sin que los miembros de la familia o sippe de la primera mujer pudieran pedir judicialmente el nombramiento de un ayo o tutor entre los parientes de la cónyuge premuerta.

Debe añadirse que, de ser Leovigildo hermano de Atanagildo, el matrimonio con su cuñada Gosvinda estaría vedado según la práctica católica; pero esto no era así ni para la ley romana ni para la ley goda (aunque sí para la mosaica, con la excepción que se dirá) y, significativamente, parece que el primer decreto canónico escrito sobre la materia, estableciendo el impedimento en el reino visigodo, lo dará el canon 61 del III Concilio de Toledo (589).

Por otro lado, la ley del levirato (Deuteronomio 25, 5-10), también observada por el cristianismo primitivo, imponía a la viuda sin hijos varones casarse obligatoriamente con uno de los hermanos de su fallecido esposo (con uno de sus cuñados), para que el primer hijo varón nacido de esta nueva unión heredara los derechos correspondientes al difunto. Y todo ello sin contar con la prohibición y penalidades de la ley romana sobre los matrimonios mixtos, que sabemos (o creemos saber) que fue abolida precisamente por un Leovigildo casado con una Gosvinta presuntamente hija de una romana.

En cualquier caso, no conocemos discordias del matrimonio (o entre los clanes que encabezaban) durante los primeros años, en los que Leovigildo, aprovechando la sublevación de los moros contra los bizantinos, se dedicó no sólo a reducir la provincia bizantina de Spania (atacando probablemente la zona de Baza, y antes seguramente Asidonia, que habría tomado por la traición del mercenario germano, Framidaneus, que se la entregó), sino también a acabar con la rebelión de Córdoba.

El matrimonio de Leovigildo y Gosvinta no aparentó tener problemas hasta años después, y Gosvinta pudo tener un hijo, legalmente sucesor de Atanagildo (quizás llamado Wulfila), hacia 570; es más, el matrimonio pudo tener otro varón más hacia 573 (tal vez llamado Stéfano). Máxime cuando la  ley sucesoria tradicional hacía que el candidato más idóneo para encabezar la posible sucesión (desde la óptica de la sippe o factio Gosuindae) fuera un Seresindo de 40 años, antes que los hijos menores de edad de Liuva (quizás Sisberto, Sigerico y Witerico) o Leovigildo (Hermenegildo y Recaredo).

Pero, es seguro, las cosas cambiaron cuando Leovigildo quedó como rey en solitario tras la muerte de su hermano Liuva (hacia primeros de 573), los suevos comenzaron a hacer expediciones fuera de su teórico territorio, y Leovigildo continuara reformando intensamente el código euriciano mediante leyes nuevas (novellae leges) dictadas por él a imitación de las que emitió el emperador Justiniano, variando sustancialmente la sucesión regia.

La numismática también indica que, durante un breve periodo de tiempo, se siguieron acuñando monedas con tipos que imitaban a los del Imperio Romano de Oriente. Pero, como resalta la doctora Ruth PLIEGO, hubo un revolucionario cambio en la emisión monetal leovigildiana, que abandonó la emisión de numerario con la efigie del emperador, probablemente en esta época de las primeras guerras contra el imperio bizantino, acuñando trientes, quizás los más antiguos con la leyenda CVRRVCVRRV (aunque en alguna moneda parezca leerse CVRRVV) que se ha propuesto era una inscripción que no quería decir nada y que se trató de emisiones de prueba para comprobar si eran aceptadas por el público. No obstante, la inscripción parece que es una evidente reduplicación completa, un fenómeno lingüístico que no es inusual en las lenguas indoeuropeas, y que podría formar el tema de perfecto de un verbo latino (o godo); de tratarse de un término latino, currus, el significado podría ir desde triunfo a carga: tal vez, se ha vencido o se ha obligado (y si fuera una transliteración del godo al latino, gurru, quizás se ha guerreado).

En cualquier caso, se evidencia la tendencia política de Leovigildo de superar el viejo actuar en nombre del imperio, como pueblo federado actuando su rey como un magistrado romano, y la asunción de la plenitud del poder territorial, como rey de godos e hispanos, derogando el derecho antiguo y llegando a cambiar la ley sucesoria tradicional entre los godos.

Sabemos por JUAN DE BÍCLARO que en el quinto año de Leovigildo (el año 573, según su cómputo), tras entrar en Sabaria («Leovegildus rex Sabariam ingressus»), devastar la provincia y someterla a su poder («Sappos vastat et provinciam ipsam in suam redigit dicionem»), hizo consocios del reino («consortes regni facit») a sus dos hijos habidos en su fallecida mujer, Hermenegildo y Recaredo («duosque filios suos ex amissa coniuge Hermenegildum et Reccaredum»).

Por los hechos posteriores podemos inferir que Hermenegildo habría nacido hacia el año 558 y Recaredo hacia 560, siendo menores de edad en 573. De su madre, la fallecida mujer de Leovigildo, sabemos aún menos que de otros personajes de esta historia. La vieja opinión de que era hispanorromana, basada seguramente en la tradición hispana que, llamándola Teodora o Teodosia, la hacía hija de Severiano y Túrtura y hermana de los llamados santos de Cartagena, y que fue reflejada por el citado SALAZAR en la referida tabla genealógica (sin mención de fuentes), fue rechazada por la crítica alemana decimonónica, pero sin base en las fuentes ni en datos contextuales seguros (más allá de la ausencia de datos expresos en las fuentes). Como veremos, lo más posible es que los hechos que pudieron generar la tradición española del parentesco matrimonial de Leovigildo con la familia isidoriana apuntan, más bien, a que Leandro, Fulgencio, Florentina e Isidoro eran parientes maternos de Gosvinda (cuya madre pudo ser hermana del prefecto Stéfano, quizás un cognado de Severiano).

 En todo caso, parece posible que la asociación al trono de Hermenegildo y Recaredo produjera tensiones clánicas, tanto entre la sippe  de Leovigildo y sus partidarios, como de la de Gosvinta (y los suyos). Y que tuviera algunas consecuencias.

Lo seguro, según JUAN DE BÍCLARA, es que, al año siguiente (574), el rey Leovigildo, habiendo entrado en Cantabria («Leovegildus rex Cantabriam ingressus»), mató violentamente a los invasores de la provincia («provinciae pervasores interficit»), tomó Amaya («Amaiam occupat»), ingresó sus tributos  («opes eorum pervadit») y devolvió la provincia a su obediencia («et provinciam in suam revocat dicionem»).

El consenso científico mayoritario actual sugiere que Leovigildo, en el marco estratégico de su cerco al reino suevo, integró en sus dominios a Cantabria, que se habría mantenido independiente desde el fin del imperio romano. Pero no es eso lo que dicen las fuentes primarias (que expresan que devolvió la provincia a su obediencia), ni lo que se infiere de la arqueología.

En cuanto a esto último, Jorge MORÍN DE PABLOS («¿Váscones o Wascónes? Acerca del Ducado de Cantabria y la fundación de ciudades en el norte peninsular en época visigoda») ha incidido en que la arqueología sugiere que en esta época hay una cierta penetración merovingia en la zona, como demuestra la expansión de los enterramientos de tipo aquitano por los territorios más orientales

En cuanto a lo primero, Cantabria parece una zona lo suficientemente alejada de los suevos y cercana a los francos para entender que un acontecimiento distinto impidió la prosecución del cerco al reino suevo.

Si hacemos caso de los precisos términos del biclarense, y de lo que cuenta BRAULIO DE ZARAGOZA en su Vita Sancti AEmiliani (capitulo 26), sobre la existencia del senado de Cantabria y el castigo mortal de Leovigildo a un tal Abundancio, habría que considerar que los pervasores o invasores (más bien francos que suevos) habían obtenido la alianza de unos perjuros, esto es, unos rebeldes que habían jurado sumisión a Leovigildo, o sea, de traidores locales; ello permite conjeturar un nexo entre los invasores y lo que ocurrió aquel año entre los francos.

En efecto, si Gosvinta pudo tener por rotos los pactos que garantizaban los derechos de su facción, entre los francos sabemos que se rompió el tratado por el que se ponía fin a la faida contra Chilpérico de Neustria por el asesinato de Galesvinta (hija mayor de Gosvinta). Ese año 574 Sigeberto llamó a los bárbaros del otro lado del Rin para luchar contra su medio hermano Chilpérico. Amenazó a Gontrán de Borgoña, que había hecho un tratado de ayuda mutua con Chilpérico, con hacerle la guerra si no le dejaba pasar, y Sigeberto persiguió al repetido Chilpérico hasta Alluyes/Vicus Carnotensis, donde firmaron la paz, con la condición de que este último entregara todas las ciudades que había tomado, precisamente en la Aquitania lindante con Cantabria (las de la dote de Galesvinda), como dice Gregorio de Tours (Historia de los francos, Libro V, 49). Este inestable acuerdo al fin de ese mismo año 574, pudo afectar también a Leovigildo y Gosvinta (como debió afectar el roto pacto previo, de 569, a todos los familiares implicados). Esto es, que entre los godos también debió haber una rebelión que permitió el ingreso en Cantabria de los partidario aquitanos de Sigeberto (yerno de Gosvinta), conflicto que, en parte por las armas (la victoria de Leovigildo en Amaya), en parte por un pacto escrito, se terminaría a finales del año 574.

Indicio de lo anterior es la lex antiqua 4 del Liber Iudiciorum, probablemente es una reforma leovigildiana del previo derecho euriciano, que significativamente prohíbe que los hijos o herederos se opongan a lo dispuesto por el autor de la escritura o pacto.

Adicionalmente, parece bastante claro que el pacto familiar suscrito incluyó una promesa de matrimonio (sponsalia) entre Hermenegildo e Ingundis (la nieta mayor de Gosvinta, entonces una niña de 7 años), y posiblemente entre Recaredo y Clodosinda (la menor de las hijas de Brunegilda, tal vez de 3 años). También se debió comprometer a Childeberto, el hermano de Ingundis y Clodosinda (nacido el 6 de abril de 570) con una posible hija o sobrina de Leovigildo: Faileuva.

Arreglados los asuntos de familia (y la alianza de los godos con los francos de Austrasia), al año siguiente (el 575), Leovigildo sí que atacó un señorío que probablemente se mantuvo, más o menos independiente, desde el fin del imperio romano (y que debía estar en contacto con los suevos): invadió los montes Aregenses (probablemente en el antiguo convento jurídico de Asturias), «Leovegildus rex Aregenses montes ingreditur», se llevó cautivos a Aspidio, señor del lugar, con su mujer e hijos («Aspidium loci seniorem cum uxore et filiïs captivos ducit»), y sometió a su gobierno sus bienes y el territorio («opesque eius et loca in suam redigit potestatem»).

GREGORIO DE TOURS en su Historia Francorum (IV, 51) se lamenta de tener que recordar las guerras civiles que estallaron («Dolorem enim ingerit animo ista civilia bella referre») ese mismo 575, un año después de la paz de 574 («Nam post annum iterum») en Francia. Chilpérico de Neustria, envió embajadores a su hermano Gontrán de Borgoña («Chilpericus ad Guntchramnum fratrem suum legatos mittit»), para decir («dicens») que se viniera su hermano con él («Veniat frater mecum»), y se entrevistaran («et videamus nos») para hacer las paces («et pacificati»), y así perseguir a Sigeberto («persequamur Sigibertum») su común enemigo privado  («inimicum nostrum»). Y cuando esto se produjo («Quod cum fuisset factum»), tras entrevistarse («seque vidissent») y honrarse con presentes («ac muneribus honorassent»), Chilpérico se allegó hasta Reims movilizando al ejército («commoto Chilpericus exercitu usque Remis accessit»), quemando y destruyendo todo («cuncta incendens atque debellans»).

Hay que remarcar que el turonense expresa que se trata de la continuación de un litigio interno (inimicitas) y no de una contienda con enemigos extranjeros (hostilitas), a pesar de que participaran mercenarios bárbaros de más allá del Rin; una discordia intestina que parte evidentemente de la surgida a raíz del asesinato de Galasvinta.

Cuando Sigeberto se enteró («Quod audiens Sigebertus»), convocó de nuevo a aquellos pueblos bárbaros de los que escribió el turonense en el capítulo anterior («iterum convocatis gentibus illis, quarum supra memoriam fecimus»),  llegó a París («Parisius venit»), y se preparó para marchar contra su hermano Chilpérico («et contra fratrem suum ire disponit»), enviando mensajeros a los habitantes del Dunois y de Touraine («mittens nuntios Dunensibus et Turonicis»), quienes deberían marchar contra Teodeberto, el hijo de Chilpérico  («ut contra Theodobertum ire deberent»); pero como aquellos remolonearan cumplir con las órdenes  («Quod illi dissimulantes»), el rey envió a los generales Godegiselo (un nombre godo) y Gontrán Bosón («rex Godegiselum et Guntchramnum duces in capite dirigit»), quienes movilizaron un ejército («Qui commoventes exercitum») para enfrentarse con Teodeberto  («adversus eum pergunt») que, abandonado por los suyos («At ille derelictus a suis»), permaneció con unos pocos («cum paucis remansit»); sin embargo no dudó en salir a pelear («sed tamen ad bellum exire non dubitat»). Ahora bien, cuando entraron en combate, Teodoberto fue vencido («Ineuntes autem prælium, Theodobertus evictus»), quedó tendido en el campo de batalla («in campo prosternitur») y, doloroso es decirlo (dice el turonense: «et…quod dici dolor est»), su cuerpo exánime fue despojado por los enemigos extranjeros («ab hostibus exanime corpusspoliatur»). Entonces, fue recogido por un tal Arnulfo o Hunulfo (otro nombre godo), quien lo lavó y lo revistió con ropas dignas («Tunc ab Arnulfo/Unulfo quodam collectus, ablutusque ac dignis vestibus est indutus»), y fue sepultado en la ciudad de Angulema («et ad Ecolismensem civitatem sepultus»). Chilpérico ciertamente enterado que Gontrán había vuelto a hacer la paz con Sigeberto («Chilpericus vero cognoscens, quod iterum se Guntchramnus cum Sigiberto pacificasset»), se fortificó bajo las murallas de Tournai con su mujer y sus hijos («se infra Tornacenses muros cum uxore et filiis suis communivit»).

En todo caso, ese mismo año 575, probablemente al mismo tiempo que Leovigildo atacaba a los suevos, GREGORIO DE TOURS nos cuenta que el cielo ardió en llamas, como se había visto que ocurrió en el pasado, antes de la muerte de Clotario («fulgor per coelum discurrisse visus est sicut quondam ante mortem Chlothacharii factum vidimus»). Sigeberto, tras haber tomado las ciudades situadas alrededor de París (es decir, entre París y Ruán), avanzó hasta Ruán, con la intención de abandonarlas a los enemigos extranjeros (es decir, a los bárbaros del otro lado del Rin que le seguían); pero sus seguidores (francos, galos y godos) se lo impidieron («Sigibertus vero, obtentis civitatibus illis, quæ circa Parisius sunt positæ , usque Rothomagensem urbem accessit volens easdem urbes hostibus cedere. Quod ne faceret, à suis prohibitus est»).

A su regreso, Sigeberto entró en París, donde Brunegilda vino a buscarle con sus hijos («Regressus inde, Parisius est ingressus, ibique ad eum Brunichildis cum filiis venit»). Entonces los francos, antiguos súbditos de Childeberto el Viejo, enviaron una embajada a Sigeberto, pidiéndole que fuera a ellos y fuera elegido su rey en lugar de Chilpérico («Tunc Franci, qui quondam ad Childebertum adspexerant seniorem, ad Sigibertum legationem mittunt, ut ad eos veniens, derelicto Chilperico, super seipsum regem stabilirent»). Sigeberto, ante esta propuesta, envió un ejército para sitiar a su hermano en la ciudad antes mencionada, pensando en ir él mismo allí a toda prisa («Ille vero hæc audiens, misit qui fratrem suum in supra memorata civitate obsiderent, ipse illuc properare deliberans»).

El santo obispo Germán le dijo: Si te pones en camino sin intención de matar a tu hermano, volverás vivo y victorioso; pero si tienes otro plan, morirás («Cui sanctus Germanus episcopus dixit: Si abieris, et frater tuum interficere nolueris, vivus et victor redibis; sin autem aliud cogitaveris, morieris»). Porque el Señor dijo por boca de Salomón: Si preparas una fosa para tu hermano, tú serás el primero en caer en ella («Sic enim Dominus per Salomonem dixit:  Foveam quam fratri tuo parabis, in eam conrues»).

Pero el rey, como castigo por sus pecados (dice el cronista), se negó a escucharle («Quod ille , peccatis facientibus , audire neglexit»). Cuando llegó a una casa real llamada Vitry-en-Artois/Victoriacum (Pas-de-Calais), todo el ejército se reunió a su alrededor, y habiéndole colocado sobre un escudo, le hicieron rey sobre ellos («Veniente autem illo ad villam cui nomen est Victoriacum, collectus est ad eum omnis exercitus, impositumque super clypeo sibi regem statuunt»). Entonces, dos criados armados con fuertes cuchillos, llamados comúnmente escramasaxes, cuyas puntas estaban envenenadas, seducidos por los maleficios de la reina Fredegunda, se acercaron al rey, con cualquier pretexto, y le atravesaron ambos costados a la vez, Sigeberto gritó, cayó y poco después expiró («Tunc duo pueri cum cultris validis, quos vulgo scramasaxos vocant infectis veneno, maleficati a Fredegunde regina, cum aliam causam suggerere simularent utraque ei latera feriunt. At ille vociferans atque conruens, non post multo spatio emisit spiritum»). Sigeberto debió morir el 29 de noviembre del año 575, puesto que según el epitafio de Cesario, su hijo Childeberto ya era tenido como rey el 8 de diciembre de ese año, aun cuando el turonense nos transmita (V, 3) que el hijo de Sigeberto comenzó a reinar el mismo día de Navidad (24 de diciembre de 575), que debió ser el día de su proclamación formal.

El atentado no sólo acabó con la vida del rey, pues también resultaron atacados su chambelán o comes cubiculariorum (encargado de la cancillería regia) y uno de los fideles regis, un godo (seguramente de la facción de Brunegilda y Gosvinda). Jaregisilo (por la onomástica, de padre suevo o turingio y madre ostrogoda), el chambelán, también pereció («Ibique et Charegisilus cubicularius ejus conruit»); dice el turonense que Jaregisilo, era un hombre tan ligero en sus obras como pesado en su ambición («Fuit autem Charegisilus ille tam levis opere, quam gravis cupiditate»), que procedía de los escalafones más bajos de la sociedad («De minimis consurgens»), se había hecho poderoso con el rey gracias a sus adulaciones («magnus per adulationes cum rege effectus est»); codicioso de los bienes ajenos, violador de testamentos («competitor rerum alienarum, testamentorumque effractor»), murió de tal manera que, al acercarse la muerte, no pudo cumplir sus deseos, él que tantas veces había destruido las últimas voluntades de los demás («cui talis fuit vitæ exitus , ut non mereretur voluntatem propriam morte imminente complere, qui aliorum voluntates sæpe destruxerat»).

Sígila (bitema onomástico, Sige+Hilþ, próximo al de la familia leovigildiana, que significa victorioso en el combate), que había venido de Gothia (esto es, el país de los godos), también fue gravemente herido allí («ibi et Sigila , qui quondam ex Gotthia venerat , multum laceratus est»). Tiempo después, habiendo caído en manos de Chilpérico, le quemaron todas las articulaciones con un hierro al rojo vivo, y, perdiendo todos sus miembros uno tras otro, murió entre terribles tormentos («et postea ab Chilperico rege comprehensus, incensis cum cauteriis candentibus omnibus juncturis, ac membratim separatus crudeliter vitam finivit»).

Volviendo a Chilpérico, en la situación más crítica, esperaba en suspenso la decisión de su salvación o de su muerte, cuando llegaron mensajeros a comunicarle la muerte de su hermano («Chilpericus autem in ancipiti casu defixus, in dubium habebat, an evaderet, an periret, donec ad eum missi veniunt de fratris obitu nuntiantes»). Abandonó entonces Tournay con su mujer y sus hijos y, por orden suya, Sigeberto, cubierto con sus ropas fúnebres, fue enterrado en la ciudad de Lambros, seguramente cerca de Douai («Tunc egressus a Tornaco cum uxore et filiis eum vestitum apud Lambros, vicum sepelivit»). Desde allí, fue trasladado más tarde a Soissons, en la basílica de San Medardo que él mismo había construido, siendo enterrado junto a Clotario, su padre («Unde postea Suessionas in basilica sancti Medardi, quam ipse ædificaverat, translatus, secus Chlothacharium patrem suum sepultus est»). Murió en el decimocuarto año de su reinado, a la edad de cuarenta años («Obiit autem quarto decimo regni sui anno, ætate quadragenaria»).  En Austrasia, después de Sigeberto reinó en su lugar su hijo Childeberto («Mortuo autem Sigiberto, regnavit Childebertus filius ejus pro eo»), que lo era también de Brunegilda.

Al tiempo del asesinato de Sigeberto en Vitry, Brunegilda se hallaba con sus hijos en París. Dice el turonense (V, 1) que, cuando tuvo conocimiento de la muerte de su marido, atribulada por el dolor y llena de lágrimas, no sabía qué hacer; pero el duque Gundebado se llevó en secreto a su hijo Childeberto (a la sazón de 5 años de edad) a Austrasia, salvándole seguramente la vida, y proclamándole rey el mismo día de Navidad. A primeros de 576, continúa diciéndonos el cronista, que Chilpérico llegó a París, e hizo prisioneras a Brunegilda y sus hijas, apoderándose de su tesoro, y mandado a la reina exiliada a Ruán, y a sus hijas menores a Meaux.

Por otro lado (Historia Francorum V, 2), Chilpérico mandó a su hijo Meroveo al frente de un ejército hacia Poitiers, pero desobedeciendo las órdenes de su padre fue hacia Tours, donde pasó las pascuas, mientras sus tropas asolaban el país. Luego, con la excusa de ir a ver a su madre Audovera, enclaustrada por su padre en Ruán, se entrevistó con Brunegilda, con la que se casó con la intervención del obispo local, Praetextatus. Nos dice el cronista que cuando conoció la noticia, Chilpérico se enfureció, porque su hijo, contraviniendo todas las leyes divinas y los cánones, se había casado con la mujer de su tío.

Seguramente, el enfado del rey de Neustria se debió, más bien, a que Meroveo, con este matrimonio político, se preparaba para ejercer el gobierno de Neustria y Austrasia; para usurparle el trono, en suma.

En todo caso, los nuevos esposos se refugiaron en una basílica dedicada a San Martín, construida de madera en lo alto de la muralla de Ruán. Y aunque llegó el mismísimo rey Chilpérico, no quisieron abandonar el asilo sagrado de la basílica, convencidos de sus pérfidas intenciones, hasta que les prometió que no les separaría si tal era la voluntad de Dios. El rey les abrazó y les agasajó entonces, pero unos pocos días después se marchó a Soissons, llevándose consigo a Meroveo.

Nada nos dicen las fuentes hispanas sobre estos hechos, que debieron ser conocidos en España al poco tiempo. Pero es seguro que debieron preocupar a Leovigildo, aliado de los austrasios, y a Gosvinta, madre de Brunegilda. Y tal vez ninguno de ellos fuera ajeno a la rebelión que se había desencadenado en Soissons y el Norte de Aquitania (ni a su extinción posterior).

Y es que la zona estaba sublevada entonces, amenazando los rebeldes a la esposa de Chilpérico, Fredegunda, y a su descendencia. Chilpérico ganó en batalla a los rebeldes y levantó el cerco de Soissons; pero echó la culpa de lo sucedido a su hijo Meroveo, poniéndole guardia armada hasta que fuera tonsurado; castigó también a los manifiestos autores del motín, dirigidos por un tal Godino (un nombre godo), un traidor que, del partido de Sigeberto se había pasado al de Chilpérico (y por lo visto, luego al de Meroveo), al que despojó de todas las tierras confiscadas que le había dado y que, oportunamente, murió pronto dejando una viuda raudamente recasada.

El cronista galorromano nos habla también de un tal Siggo (que parece un hipocorístico godo), que había sido referendario de Sigeberto, al que Chilpérico confirmó en su cargo, pero que en aquellos días huyó a Austrasia, a refugiarse entre los partidarios de Childeberto.

Y recordemos al godo Sígila, que tras haber escapado con vida del atentado a Sigeberto, un tiempo después fue capturado por Chilpérico, siendo cruelmente ejecutado.

Fuera como fuese, la guerra civil continuaba en ese año 576 entre los francos. Chilpérico envió a otro de sus hijos, Clodoveo, con un ejército desde Tours por Angers hasta Saintes, invadiendo la zona de Aquitania. Mummolo, un patricio galorromano a las órdenes de Gontrán de Borgoña, invadió entonces la zona de Limoges y, a costa de perder 5.000 hombres, derrotó a Desiderio, general de Chilpérico, que perdió 24.000 soldados (dice el cronista) y a duras penas salvó la vida huyendo (V, 13); mientras, Mummolo se volvió a Borgoña, por la vía de Auvernia.

El cronista turonense no nos da detalles sobre la liberación de Brunegilda y sus hijas, que debió acaecer en estas fechas. Pero no parece que pueda desconectarse de la actividad de Leovigildo y Gosvinta, ni de los sucesos de Soissons. Claramente, parece un acto de tacto político de Chilpérico frente a la familia de Brunegilda y sus partidarios, incluso para poder negociar con la facción austrasiana que había proclamado rey a su sobrino Childeberto, y poner fin a la guerra. Un acto político que, en todo caso, podía significar el aumento de las disensiones entre los austrasios, que mantenían una sorda lucha por el poder, esto es, por la regencia del menor Childeberto: avivar las disensiones entre sus vecinos podría facilitar la seguridad de Neustria. En fin, así obtenía, sin generar nuevas venganzas de sangre, la separación entre Brunegilda y Meroveo.

Sin embargo, del contexto se extrae que Brunegilda no fue demasiado mal acogida en Metz. No sólo su partidario, el duque Gundebado, había salvado a su hijo Childeberto, y le había hecho rey, sino que, a pesar de que la ausencia de la reina y su nuevo matrimonio le privaban de hecho y de derecho de la tutela de su hijo menor, quienes al principio acapararon el poder fueron aparentes partidarios suyos, como Gogón. Si fue conforme al derecho germánico que Gogón (Goggo parece un hipocorístico godo) fuese nombrado ayo o nutritor del joven rey, puede suponerse que se trataba de un pariente del difunto Sigeberto (por las armas o Waffensohnschaft; o más bien, un pariente de la madre del asesinado rey, Ingunda, cuyo origen, como el de Gogón, se desconoce).

Gogón había sido uno de los principales asesores de Sigeberto. VENANCIO FORTUNATO lo describió como un hombre de influencia y magnanimidad, dotado de la plena confianza del monarca y muy apreciado en la corte. Había sido el embajador que pactó con Atanagildo, en 565, el acuerdo matrimonial para casar a Sigeberto con Brunegilda. Y se conocen sus lazos con los duques Hrodin y Haming, conservándose 4 de sus cartas entre las Epistolae Austrasicae que muestran también sus contactos diplomáticos con el imperio bizantino, con los lombardos y con el Papa. Además, nos lo muestran como un hombre prudente (en la primera de estas epístolas, fechada hacia 568, Gogón pidió al obispo Pedro de Metz, un galorromano, que le ayudara a administrar una finca recién adquirida cerca de la ciudad), y de origen noble, con acorde educación, pues había estado en contacto íntimo con el patricio Partenio y con los ostrogodos, como pudo ser el obispo Traserico de Toul (segunda epistola), y era notable poeta y orador, según VENANCIO FORTUNATO.

El referido Partenio, tal vez ayo de Gogón, pudo haber sido natural de Clermont-Ferrand y nieto del emperador Avito; habría estudiado en Arlés, Roma y en Rávena. Vuelto a Arlés hacia 507, conoció al obispo Cesáreo; pero las fuentes le sitúan al año siguiente, nuevamente en la Rávena de Teodorico, representando a Marsella. Tal vez fuera el sucesor en las funciones del patricio Liberio en la prefectura de las Galias (a principios de la década de los 30). Fue acusado de haber asesinado, por celos, a su mujer Papianila (nieta de San Ruricio, obispo de Limoges) y al común amigo de los cónyuges, Ausonio. También se le acusa de glotonería y de rapacidad fiscal, lo que ocasionaría un tumulto que acabó con su vida en 548 (Historia Francorum III, 36), cuando llevaba casi 20 años al servicio de los francos de Teodeberto.

Como ayo del rey menor, Gogón se alió pronto con su amigo el duque Lupus, otro partidario de Brunegilda, que pudo haber participado en el referido cerco de Soissons. No se conoce el origen del dux Lupus, pero la onomástica de sus parientes y su actividad militar indican que fue un germano (a pesar de que la mayoría de los autores le tienen por galorromano), y tal vez su nombre sea una mera traducción latina (dux Lupus) de un originario nombre germánico (Ata Wulf).

Después de los referidos hechos, acaecidos entre marzo y junio de 576, sitúa GERGORIO DE TOURS el encierro de Meroveo en el convento de Saint-Calais (V, 14), tras tonsurarle y prepararle para el estado clerical. Pero Meroveo se evadió muy pronto para refugiarse en sagrado (la basílica de San Martín), junto al duque austrasio Gontrán Bosón (el presunto asesino del hijo mayor de Chilpérico, Teodeberto), en la ciudad de Tours. GREGORIO DE TOURS no debió ser ajeno a estos hechos, al menos otorgando protección eclesiástica a Meroveo y Gontrán Bosón, lo que le acarreó problemas con Chilpérico (el sobrino político de Gregorio, Nicetius, estuvo 7 meses prisionero del rey), quien, aunque fue advertido por el obispo de que nunca se había violado el derecho de asilo eclesiástico, levantó un ejército para dirigirse contra Tours.

Seguramente no se pueden desconectar tales hechos de las Galias con lo que cuenta JUAN DE BÍCLARA sobre la actividad del rey Leovigildo en el año 577, perturbando las fronteras de los suevos en Galicia («Leovegildus rex in Gallaecia Suevorum fines conturbat»), tal vez para asegurar su retaguardia ante las posibles relaciones de suevos, neustrios y, sobre todo, borgoñones (a las que explicitamente se hará referencia en la fuente, más adelante). Tampoco se puede excluir que la guerra entre los suevos del Rin y los sajones, que nos refiere el turonense (Historia Francorum, V, 15), tuviera alguna relación.

El ataque godo determinó, según expresa el biclarense, que a ruegos del rey Mirón mediante sus embajadores («et a rege Mirone per legatos rogatus»), se le concediera una paz, quizás por poco tiempo («pacem eis pro parvo tempore tribuit»); sin embargo, contextualmente, parece que el significado de pro parvo tempore, como recoge DU CANGE en su Glosario, fuera análogo al de pro submissione tempore, por el tiempo que permaneciera sometido a Leovigildo (que no fue mucho, y de ahí el uso anfibológico de JUAN DE BÍCLARA), como parecen indicar los sucesos posteriores. Y es que con ocasión de esta paz, que implicaba un auténtico vasallaje (habría paz mientras estuviera sometido a los godos), Mirón pudiera verse obligado a tomar como esposa a una sobrina de Leovigildo, posiblemente la Siseguntia de las fuentes (y no es imposible que, en justa correspondencia, Leovigildo tomase como concubina y rehén a una princesa sueva).

Por ese mismo tiempo, en Francia, en el segundo año de Childeberto (Historia Francorum V, 14), esto es en 577, Meroveo, al ver a su padre inflexible en su resolución, pensó en reunirse con Brunegilda acompañado del duque Gontrán Bosón. GREGORIO DE TOURS, testigo presencial, cuenta que Meroveo le relató muchos crímenes de su padre Chilpérico y de su madrastra Fredegunda; pero aunque fuera cierto, el turonense desaprobó que los crímenes de los padres fueran revelados por su hijo, que continuaba siendo perseguido por ellos. Meroveo se escapó de Tours, pero fue capturado por el duque Erpón, adjunto del rey Gontrán de Borgoña, en las cercanías de Auxerre: Tal vez le dejó escapar, pues Meroveo logró huir y asilarse en la basílica de San Germán, y el rey Gontrán castigó al tal Erpón con una multa de 700 sólidos y a la pérdida de su oficio público.

Entre tanto, Chilpérico se había allegado a Tours, sometiendo a la región al saqueo, el incendio y la devastación. Ni siquiera los bienes de San Martín se libraron de ello. Todo lo que caía en su mano se lo apropiaba sin respeto ni temor de Dios, dice el cronista. Meroveo, tras una estancia de dos meses en la Basílica de San Germán, emprendió la fuga, y se dirigió a donde estaba la reina Brunegilda, ahora en Austrasia; pero los austrasios no le acogieron (sic).

Tal vez Brunegilda era demasiado arroz para tan poco pollo, y prefirió dejar a este marido, joven (probablemente más que la reina que no llegaba a la treintena) y fracasado, que en adelante fue más un estorbo que un apoyo. O fue rechazado por los magnates que controlaban el palacio en nombre de Childeberto II, para no forzar la renovación de la guerra con Chilpérico, menos de un año después del fallido ataque a Soissons. O todos los austrasios, en general, temían que el nuevo marido de la reina reclamara la regencia, o incluso el trono.

Además, Lupus y Gogón, ambos excelentes diplomáticos, debían tener muy avanzada la negociación de una alianza permanente con Borgoña. De hecho, aprovecharon la oportunidad, porque el rey Gontrán acababa de perder a sus dos últimos hijos, Clotario y Clodomiro, uno tras otro, a causa de la epidemia de peste. En lugar de quedarse sin heredero, el rey de Borgoña expresó su voluntad de adoptar al joven Childeberto II. Con este fin, se organizó una reunión, a mediados de 577, en Pompierre, en los Vosgos. Allí, Gontrán colocó a su sobrino en el trono y reconoció públicamente a Childeberto como su hijo y heredero legítimo. Sin embargo, el rey de Borgoña no quiso ir demasiado lejos. Partidario del antiguo equilibrio, se negó a declarar la guerra a Chilpérico y se contentó con exigirle que devolviera a Austrasia las ciudades capturadas en 575-576. Chilpérico, sin embargo, ignoró su demanda.

Así que hay que tener en cuenta que si Brunegilda hubiera apoyado públicamente a Meroveo, habría corrido el riesgo de enfurecer a Gontrán, quien podría haber desheredado a Childeberto II como castigo. Los francos orientales no acogieron a Meroveo y a sus compañeros, y terminaron refugiándose en la región de Reims, lo que sugiere que Meroveo contó con el apoyo del duque Lupus. Al mismo tiempo, algunos de los antiguos funcionarios de Sigeberto, como el conde de palacio Gucilio, se unieron a las filas de los rebeldes contra Chilpérico. Esta adhesión a Meroveo de magnates que, como se puede suponer, eran cercanos a Brunegilda, sin duda significa que la reina no renunció por completo a su nuevo esposo. Simplemente no tenía el deseo o la capacidad de apoyarlo en Austrasia, y solo podría apoyarle si regresaba a Neustria, castigaba a Chilpérico y Fredegunda y se apoderaba de la corona de su padre.

Para evitar este regreso victorioso, Chilpérico purgó su reino, eliminando a los partidarios de su hijo. El más notable de ellos fue el obispo Praetextatus de Ruán, aquél que bendijo el matrimonio con Brunegilda. Deseoso de observar las formalidades, el rey de Neustria convocó un concilio judicial en París en 577. Frente a los colegas reunidos, Praetextatus fue acusado de permitir una alianza incestuosa y apoyar al usurpador; además, supuestamente utilizó algunos de los tesoros de Brunegilda, que guardaba, para sobornar a los fideles del rey. Praetextatus, que había podido defenderse todo un día, pensó después que era una buena jugada declararse culpable para pedir perdón. Al hacerlo, cometió un grave error: primero fue encarcelado y luego condenado al exilio a una isla cercana (seguramente Jersey), y Chilpérico nombró nuevo obispo de Ruán al más leal Melancio.

En el mismo concilio de París, Chilpérico acusó también a GREGORIO DE TOURS de traición, ya que la buena acogida que había dado a Meroveo le había hecho sospechar, y presionó al obispo para que confesara. Gregorio demostró ser más hábil que Praetextatus: negó rotundamente la acusación y finalmente accedió a compartir una comida con el rey para cimentar la reconciliación.

Pero, al darse cuenta de que Meroveo todavía tenía simpatías en Neustria, Chilpérico decidió poner fin a su rebelión de una vez por todas. Envió un ejército a Champaña para tratar de capturar a su hijo. Tras el fracaso de esta campaña, recurrió a la astucia. A finales de 577, los mensajeros recibieron instrucciones de informar a Meroveo de que la ciudad de Teruán, en Neustria, había desertado a su bando. El príncipe, que nunca había podido apoyarse en ningún territorio durante su rebelión, estaba encantado. Reunió a su pequeño ejército y marchó hacia esta ciudad. Allí le esperaban los hombres de su padre. Rodeado de enemigos, Meroveo se dio cuenta de que sería hecho prisionero, y temió que le esperara una muerte larga y dolorosa, como se solía hacer con los usurpadores. Entonces Meroveo llamó a uno de sus compañeros, un tal Gaileno, y, después de pronunciar unas palabras de alabanza por la amistad, le pidió que lo matara. Gaileno no dudó en apuñalar a Meroveo con su daga. Cuando el rey llegó a Teruán, encontró a Meroveo ya muerto. Sin embargo, GREGORIO DE TOURS señala que este relato del suicidio de Meroveo solo pudo haber sido una invención oficial, y que tal vez fue Fredegunda quien ordenó que el príncipe fuera asesinado en secreto. A Chilpérico no le quedaba más que apresar a los compañeros del príncipe y ejecutarlos, sometiéndolos a numerosas torturas: a Gaileno le cortaron las manos y los pies, las orejas y la nariz y, después de otras muchas torturas de esta especie, lo mataron sin piedad; Grindión fue atado a una rueda y su cuerpo colgó de ella en un alto; a Ciucilón, del que ya se habló como conde del palacio de Sigeberto, le cortaron la cabeza. Y hubo otros muchos torturados.

De los partidarios de Meroveo, solo Gontrán Bosón sobrevivió, porque no participó en la campaña contra Teruán. Su ausencia parecía sospechosa e inmediatamente se rumoreó que el duque había traicionado a Meroveo desde el principio al conspirar con el obispo Egidio, del partido contrario a Brunegilda. Ella no lo olvidó y, cuando pudo años después, lo hizo prisionero (aunque tuvo que liberarlo para obtener otras ventajas al tiempo de la firma del tratado de Andelot, en 587).

Volviendo al año 577, estando ya en cierta seguridad Brunegilda y sus hijos, Leovigildo, coincidiendo con la invasión de los ávaros contra Constantinopla, invadió la Oróspeda («Leovegildus rex Orospedam ingreditur») y tomó las ciudades y castillos de esa provincia («et civitates atque castella eiusdem provinciae occupat»), e hizo suya la provincia («et suam provinciam facit»). Y no mucho después  los campesinos rebeldes fueron aplastados por los godos, y después de esto toda la Orospeda fue poseída por los godos («et non multo post inibi rustici rebellantes a Gothis opprimuntur et post haec integra a Gothis possidetur Orospeda»).

Seguramente la Oróspeda era el territorio llano confinado entre  Sierra Morena, las cordilleras béticas de Murcia y la Sierra de Cazorla, Ο όρος των πεδιάδων (el confín de las llanuras), que habría permanecido en situación de semi-independencia desde el año 550.

Mosaico de Justiniano, ya anciano, en San Apolinar el nuevo, de Rávena.

Mosaico de Justiniano, ya anciano, en San Apolinar el nuevo, de Rávena.

5. El apogeo del rey Leovigildo y la rebelión de Hermenegildo.

Al año siguiente, el 578, el magister militum Genadio acabó con la revuelta de Garmul en tierra de los moros, pero el emperador Tiberio, que había rechazado a los ávaros,  siguió empeñado en una desastrosa guerra contra los longobardos en Italia, y abrió un nuevo frente contra los persas.

El rey Leovigildo, desaparecidos los tiranos de todas partes («Leovegildus rex extinctis undique tyrannis»), y vencidos los invasores de España («et pervasoribus Hispaniae superatis»), habiendo conseguido el sosiego con el propio pueblo («sortitus requiem propria cum plebe») descansó («resedit») y fundó en Celtiberia una ciudad, que del nombre de su hijo, se llama Recópolis («et civitatem in Celtiberia ex nomine filii condidit, quae Recopolis nuncupatur»): a la que adornando con admirables obras, en murallas y construcciones suburbanas, concedió privilegios para el pueblo de la nueva ciudad («quam miro opere in moenibus et suburbanis adornans privilegia populo novae urbis instituït»).

Ya hemos visto quienes pudieron ser los rebeldes y los invasores. Pero, significativamente, hay que recordar que el dux hijo de dux, Zerezindus, murió el 3 de las calendas de agosto de la Era 616 (=3 de agosto del año juliano de 578), seguramente en Écija. Si Chindasvinto, nacido hacia 563, fuera hijo suyo, aún sería un menor que no debía tener 14 años cumplidos. Y el bando de Gosvinta tendría una opción menos.

En fin, la fundación de Recópolis puede que no sea un acto tan inocente como se ha pretendido por la generalidad de los autores, e indicaría la voluntad de Leovigildo de alejarse de una ciudad de Toledo que era, básicamente, uno de los centros de poder de la facción de su esposa Gosvinta.

En todo caso, al año siguiente, el 579, continuó materializándose el pacto familiar entre Brunegilda, Gontrán y Leovigildo, con el matrimonio de Ingundis, hija del asesinado Sigeberto y de Brunegilda, la hija de Atanagildo. Consecuentemente, Ingundis era la nieta de Gosvinta, la segunda mujer de Leovigildo. Pero como ya hemos visto, aunque Brunegilda pudiera influir en la política de Austrasia, la realidad era que, jurídicamente, el jefe de la familia real era el rey de Borgoña, Gontrán, tío del rey menor Childeberto II, al menos desde la reunión de Pompierre en 577, por lo que la autorización del matrimonio debió darla el referido rey de Borgoña.

Curiosamente el biclarense escribe que el rey Leovigildo entregó a su hijo Hermenegildo en matrimonio a la hija de Sigeberto rey de los francos  («Leovegildus rex Hermenegildo filio suo filiam Sisberti regis Francorum in matrimonium tradit») y que le dio para que gobernase una parte del reino («et provinciae partem ad regnandum tribuit»), sin mencionar el nombre de Ingundis, ni el de su madre Brunegilda (velada tras la mención al difunto Sigeberto), ni mucho menos a Gosvinta. También es de resaltar que el parco, pero casi siempre atinado JUAN DE BÍCLARA, nos exprese que el pacto matrimonial conllevaba el gobierno de parte del reino. Ello implica que Hermenegildo e Ingundis no fueron alejados de Toledo para preservarles de Gosvinta.

GREGORIO DE TOURS nos dice al respecto que ese año hubo en España una gran persecución de los católicos, que atribuye a Gosvinta, que habría impuesto penalidades a los clérigos católicos, por lo que Dios la habría castigado con una catarata en uno de sus ojos. Aunque JUAN DE BÍCLARO, admirador de Leovigildo y desapasionado religiosamente cuando escribe los hechos, omite cualquier dato referido a una persecución religiosa en ese tiempo, pudiera pecar de leovigildismo, pues ya hemos visto que ISIDORO DE SEVILLA viene a decir que las insidias y efervescencia de los arrianos se produjo hacia 576, o en el momento del retorno de Juan a España. Es más, en el año 578, ese mismo Juan, presbítero ya famoso en Mérida, pudo ser desterrado a Barcelona por el rey. Así que es más posible que la persecución anticatólica la comenzara a desencadenar Leovigildo (con Gosvinta), frente a los que se oponían a su política, con acciones como el destierro de clérigos católicos y su sutitución por otros más acomodaticios, estableciendo además obispados arrianos al lado de las antiguas sedes católicas (como parece que ocurrió en Mérida y Complutum).

Continúa el turonense diciendo que Ingundis (a la sazón de unos 12 años de edad), la hija del rey Sigeberto, fue enviada a España con gran aparato, esto es, con una comitiva nupcial de gran número de componentes y riqueza, y que fue recibida con gran alegría por su abuela Gosvinta. GREGORIO DE TOURS, católico intransigente, que acaba de acusar a Gosvinta de ser la causante de la persecución religiosa en España, inserta a continuación la historia de que Gosvinta no podía soportar que su nieta fuera católica, por lo que, primero con halagos y luego más enérgicamente, trato de que se bautizara como arriana, a lo que la princesa se negó. Omito el parlamento que el turonense pone en boca de Ingundis, continuando con que la abuela, con coacciones primero, y a la fuerza, después (según el cronista franco), logró rebautizar a Ingundis: GREGORIO DE TOURS se consuela escribiendo que muchos aseguran que, en su corazón, ella siempre permaneció fiel a sus creencias.

Pero todas nuestras fuentes están conformes en que Leovigildo les concedió, acto seguido, la demarcación de Sevilla/Hispalis para que vivieran allí y la gobernaran. Ello indica, se reitera, que Leovigildo no desconfiaba de Hermenegildo en aquel momento de 579.

Escribe el biclarense que Leovigildo reinaba con una paz tranquila, seguro de sus adversarios («Leovegildo ergo quieta pace regnante adversariorum securitatem»), cuando una riña familiar la perturbó («domestica rixa conturbat»), pues en el mismo año (579), su hijo Hermenegildo, a causa de la facción de la reina Gosvinta  («nam eodem anno filius eius Hermenegildus factione Gosuinthae reginae»), asumió la tiranía, esto es, usurpó la corona  («tyrannidem assumens»); habiéndose rebelado, se encerró en Sevilla/Hispalis («in Hispali civitate rebellione facta recluditur») e hizo que otras ciudades y castillos se rebelaran con él contra su padre («et alias civitates atque castella secum contra patrem rebellare facit»), lo que fue para el reino de España, tanto para los godos como para los romanos, causa de mayor ruina que una invasión de enemigos extranjeros («quae causa provincia Hispaniae tam Gothis quam Romanis maioris exitii quam adversariorum infestatio fuit»).

La indudable autoridad de JUAN DE BÍCLARA expresa claramente que la revuelta fue instigada por los partidarios de la reina Gosvinta, que según la versión católica foránea, tan dura acababa de ser con Ingundis y con los católicos. Esta aparente contradicción, a mi juicio, ha de ser resuelta a favor del testimonio del autor hispanogodo, a pesar de participar de la conspiración de silencio que se produjo en Hispania tras el triunfo del catolicismo con Recaredo.

Que Leovigildo tratase de sustraerse al poder de la facción de Gosvinta, como sugiere la fundación de Recópolis, puede ser uno de los motivos de la reina. Otro puede ser el temor a que la división del reino entre Recaredo (la Hispania Citerior y la Galia Narbonense) y Hermenegildo (la Hispania Ulterior), pudiera significar un conflicto al que había de anticiparse. Adicionalmente, a mi juicio, tan relevante como todo lo anterior pudiera ser la oposición entre los partidarios del derecho antiguo, godo y romano, y la revolución legal de Leovigildo, que parece haber pretendido ser un equivalente del emperador en Spania (y hay que recordar la política nomocanónica de Justino II y de su sucesor Tiberio, los contemporáneos de Leovigildo, en relación a su interpretación del catolicismo y en el modo de tratar de solventar la herejía monofisita); esto es, el cambio de la legislación euriciana, a manos de Leovigildo, en un sentido territorialista y unificador que podría erosionar los intereses económicos (y hay indicios de incremento de la presión fiscal) de los integrantes de la facción Gosvintiana, beneficiarios de la dualidad jurídica gótico-romana.

Así que, al menos originariamente, no se trató de un conflicto de arrianos contra católicos; ni tampoco de godos contra romanos, sino un conflicto entre el clan septimano de Leovigildo (el de los amalos visigodos y su política de crear un reino hispanovisigodo) y el clan hispano de Gosvinta (el de los amalos ostrogodos y la continuidad del sistema ideado por Teodorico el grande). O como dice claramente JUAN DE BÍCLARA, inicialmente se trató de una riña doméstica.

Cuando la lenta comitiva de Ingundis, cargada de tesoros y escoltada por muchos soldados y servidores (como otrora la de su madre), tras pasar por la Agdé visigoda (donde fue aleccionada por su obispo católico, Pomerio, según refiere el turonense), llegó a Recópolis o a Toledo, hay que pensar en principios del verano del año 579. Y hay que añadir el tiempo de los preparativos de la boda pública; una boda arriana, por supuesto.  Y que, consecuentemente, tras las celebraciones de rigor, la nueva pareja debió hacer un itinerario, en comitiva similar a la de la novia, para dirigirse a Sevilla, adonde llegaría hacia finales del verano de 579. Así que la rebelión de Hermenegildo en Sevilla hubo de producirse al final de la cosecha de ese año, al final del otoño, en el momento en que era más dificultoso hacer leva de tropas.

¿Dónde estaba Gosvinta entonces? Hay algunos indicios de que Gosvinta, con sus hijos más pequeños, acompañó a la nueva pareja formada por la casi niña Ingundis y el veinteañero Hermenegildo en su periplo hacia Sevilla. El primero es un precedente que nos da VENANCIO FORTUNATO (Carmina VI, versículos 13 y ss.), al sostener que cuando la hija primogénita de Gosvinta, Galesvinta, supo que se había apalabrado su matrimonio, corrió a refugiarse en el regazo de su madre y se aferró a ella pidiéndole volver al claustro materno; ante esta situación parece que su padre, Atanagildo, pidió a los embajadores de Neustria cancelar el matrimonio, pagando a cambio una indemnización, pero los embajadores insistieron en cumplir lo pactado, aviniéndose sólo a que Gosvinta acompañase a su hija durante una parte del trayecto (presumiblemente hasta la frontera de Septimania).

Otro indicio de que Gosvinta acompañó a su nieta Ingundis y a su hijastro mayor Hermenegildo es el de la localización de la rebelión, en Mérida, Sevilla, Écija y Córdoba, zonas muy vinculadas a su biografía. Incluso hay una oscura referencia de GREGORIO DE TOURS, tradicionalmente entendida como relativa a la esposa de Hermenegildo, pero que pudiera referirse a la esposa de su padre, al inicio de la campaña del usurpador («contra patrem egreditur relicta in urbe coniuge sua»). Y no es asunto menor que, cuando Hermenegildo e Ingundis tuvieron un hijo, le dieran por nombre el del primer marido de Gosvinta: Atanagildo (amén de sus claras implicaciones dinásticas y propagandísticas).

En fin, no parece probable que, de haber estado Gosvinta en manos de su marido Leovigildo, éste no hubiera logrado presionarla a ella y a sus partidarios para poner fin a la rebelión.

Así que Hermenegildo se proclamó rey en Sevilla, rebelándose contra su padre en uno de los centros de poder de la familia de la reina Gosvinta. Leovigildo trató de negociar con su hijo, tal vez reproduciendo lo ocurrido tras la muerte de Atanagildo en 567. Pero los rebeldes se negaron a negociar, mientras tejían alianzas con los suevos, los austrasios, los burgundios  y los bizantinos.

GREGORIO DE TOURS afirma que cuando Ingundis y Hermenegildo llegaron a Sevilla, ella se puso a predicar a su marido para que, renunciando a los errores de la herejía arriana, reconociera la verdad de la ley católica; pero también dice que Hermenegildo resistió mucho tiempo, aunque al fin, persuadido por su prédica, recibió el bautismo y el nombre de Juan («Quod ille diu refutans, tandem commotus ad eius praedicationem, conversus est ad legem catholicam, ac dum chrismaretur, Johannes es vocitatus»).

No parece que Leandro interviniese directamente en la conversión de Hermenegildo, no sólo porque ISIDORO DE SEVILLA nada dice al respecto (quizás interesadamente), sino principalmente porque entre 579 y 586 debió estar en Constantinopla, seguramente como embajador de Hermenegildo, coincidiendo con el que luego sería papa Gregorio Magno, del que se hizo muy amigo, enviado como apocrisiario o embajador por Pelayo II (un papa que era de origen godo). De hecho, los fastos episcopales de Sevilla nos indican que el metropolitano en aquellas fechas debió ser un tal Stéfano, segundo de tal nombre en ocupar la sede (tal vez descendiente del primer Stéfano, y pariente de Leandro y de Gosvinta).

La conversión de una disputa doméstica en rebelión y la transformación propagandística de ésta en una contienda étnica y religiosa puede atribuirse a la acción política del mismo Leovigildo. Como el alzamiento de Hermenegildo no triunfó en todo el reino, quedando circunscrito a Lusitania y Bética (aparentemente en los territorios que pudo haber atravesado la comitiva de Hermenegildo e Ingundis en su viaje a la Bética siguiendo la vía romana de Mérida a Sevilla), y estando inseguras ambas partes sobre sus fuerzas, los bandos tuvieron que concentrarse en amarrar sus apoyos. El invierno de 579 a 580 se centró, amen de embajadas a aliados extranjeros, en los aparentes intentos de negociación de Leovigildo con su hijo, que relata el turonense: cuando Leovigildo se enteró de la sublevación de Hermenegildo, buscó motivos para perderle («quod cum Leuvichildus audisset, coepit causas quaerere qualiter eum perderet»). También nos transmite que Leovigildo le envió mensajeros para decirle a Hermenegildo que fuera a encontrarse con él, pues eran asuntos que debían tratar juntos («Leuvichildus autem direxit ad eum nuntios, dicens, Veni ad me quia exstant causae quas conferamus simul») y que, temiendo un engaño de su padre, su hijo le respondió que no acudiría porque el padre estaba muy encrespado para con él («non ibo, quia infensus es mihi»), máxime cuando era católico («pro eo quod sim catholicus»), lo que parece una justificación del católico turonense, pero refuerza la tesis de que Leovigildo llevaba un tiempo reprimiendo a sus adversarios católicos.

Tal vez Hermenegildo se convirtió al catolicismo, públicamente, en 580, con algunos de sus partidarios godos, influido por el séquito militar austrasio de su joven esposa y por el carácter católico de los reinos e imperio con los que estaba tratando de aliarse (consta por el turonense que llamó en su auxilio a los griegos), pero este hecho (que debió desagradar profundamente a Gosvinta) fue aprovechado inmediatamente por su padre.

Escribe JUAN DE BÍCLARA que en 580 el rey Leovigildo hizo celebrar un concilio de obispos de la secta arriana en Toledo («Leovegildus rex in urbem Toletanam synodum episcoporum sectae Arrianae congregat»), y enmendó con un nuevo error la antigua herejía («et antiquam haeresem novello errore emenmdat»), diciendo que quienes de la religión romana vienen a nuestra fe católica (esto es, del catolicismo romano al arrianismo godo) no deben bautizarse, sino solamente mediante la imposición de las manos y por el recibimiento de la comunión dando Gloria al Padre por medio del Hijo y en el Espíritu Santo («dicens de Romana religione a nostra catholica fide venientes non debere baptizari, sed tantummodo per manus impositionem et communionis praeceptione pollui et gloriam patri per filium in spiritu sancto dare»); así, por esta seducción, muchos de los nuestros (dice el biclarense), por codicia más que por coacción, se inclinan al dogma arriano («per hanc ergo seductionem plurimi nostrorum cupiditate potius quam impulsiuone»). Se trató evidentemente de facilitar el retorno al redil arriano de conversos godos al catolicismo, como opina Edward THOMPSON, más que de convertir romanos católicos a la fe arriana.

Quizás el tradicional ejemplo del obispo Vincentius de Zaragoza, que se pasó al arrianismo, no sea válido para evidenciar las consecuencias del sínodo arriano, sino al contrario, de la existencia de una previa persecución que señaló el turonense, pues si Vincentius hubiera abjurado del catolicismo con posterioridad al concilio arriano de 580, ISIDORO DE SEVILLA no diría de él, en su Historia Gothorum, que fue rebautizado. Además, el mismo autor, en sus Viribus Illustribus, 30,  nos dice que Severo, obispo de Málaga (entonces ciudad bizantina), escribió un librito contra Vincentius, obispo de la ciudad de Zaragoza, que de católico retornó a la perversión arriana («Severus…edidit libellum unum adversus Vincentium, Caesaraugustanae urbis episcopum, qui ex catholico in arrianam pravitatem fuerat devolutus»). Así que, a pesar de su nombre latino, se trata probablemente de un godo que ha traducido su nombre germánico, Sigerico (Siegreich, el que vence), al latín, con ocasión de su conversión a la religión romana; y hay que resaltar que su onomástica goda es compatible con la de posibles parientes de Leovigildo (primos o sobrinos, hijos de su hermano Liuva, como pudo ser Sisberto).

Podría parecer, incluso, que cargándose de razones, las medidas leovigildianas de minorar los requisitos de la conversión (incluso las diferencias teológicas, incurriendo en macedonianismo) iban directamente dirigidas a privar de excusas a Hermenegildo y a su entorno, cada vez más integrados en el catolicismo. Y a señalar como traidores a los godos que se habían hecho romanos (los que habían abrazado el catolicismo), dándoles una última oportunidad de volver a ser arrianos (y por ende godos), antes de que comenzaran realmente las hostilidades.

En todo caso, durante el primer año de la rebelión, las partes incidieron más en la propaganda y en la diplomacia que en la guerra, se reitera, muy posiblemente porque la rebelión fracasó en gran parte del reino godo; a la vez, nos consta la reaparición de la peste en Francia (y posiblemente en España), donde el rey Chilpérico perdió a todos los hijos varones que le quedaban, la mayoría víctimas de la epidemia. Ambas partes trataron, pues, de afianzar las zonas que dominaban y buscaron aliados extranjeros. Hermenegildo consta que contactó con los bizantinos (mediante el envío de Leandro de Sevilla) y con sus parientes francos de Borgoña y Austrasia (que según GREGORIO DE TOURS enviaron una embajada a España por asuntos del reina Brunegilda, aunque el obispo Elafio de Châlon-sur-Marne, que la encabezó, murió de fiebre), así como con el reino suevo (cuyo rey Miro, cuenta el turolense, envió embajadores al rey Gontrán de Borgoña, aunque fueron capturados cuando atravesaban Neustria y retenidos un año por Chilpérico en París).

Leovigildo, a punto de ser cercado por sus enemigos, tuvo que variar sus alianzas exteriores (ahora del lado de Hermenegildo), volviéndose a los enemigos de los anteriores, Chilpérico y Fredegunda, en Neustria, y posiblemente a los bávaros de Garibaldo y los lombardos de Autario.

Las primeras monedas de Hermenegildo llevan como novedad absoluta entre los godos la inscripción religiosa REGI A DEO VITA, que Dios conceda vida al rey, que pueden datarse en el año 580, y cuyo precedente son monedas bizantinas de la época de Justino II. Leovigildo, durante la rebelión, hizo que la leyenda de sus monedas, mientras iba tomando ciudades, incorporara un QUM DEO OBTINUIT. Así que es evidente el matiz religioso que tomó la contienda, y que Hermenegildo, en 580, en una inscripción en un dintel hallado en Alcalá de Guadaira, asumiera el papel de rey perseguido por su padre, el rey Leovigildo («in nomine domini anno feliciter secundo regni domini nostri Ermenegildi regis quem  persiquitur genetor suus dom. Liuuigildus rex in cibitate Ipsa. Indictione tercia decima»).

En un primer momento es muy probable que Leovigildo se apropiara de la dote y el morgengabe de Ingundis, al menos en la parte que quedó en sus manos, o más a su alcance: La dote de Ingundis, de acuerdo con una carta posterior escrita por el conde Bulgar (Epistulae Wisigothicae, MGH, E.E., t. V. GUNDLACH, W., Hanover, 1892, 13, p. 881) la constituían las ciudades de Corneillan, en Gascuña, y Juvignac, en Septimania, de donde eran originarios Leovigildo y sus hermanos. Un apoderamiento que provocaría enfrentamientos en Vasconia en el siguiente año 581, como luego se verá.

También es muy posible que, aparente y políticamente, tratara a Gosvinta y a sus hijos como rehenes en manos de Hermenegildo. Seguramente las novellae de Leovigildo contemplaron la nueva situación: de esta época debe datar la “reforma de la reforma” leovigildiana, que más arriba se señaló, sobre la tutela de los menores, en el sentido de separar a los hijos de las sucesivas mujeres del marido, puestos en la casa ajena del ayo o tutor. Si  Wulfila fue hijo de Leovigildo, incluso como hijo leviral de Atanagildo, y aunque Stéfano fuera hijo subrogado de Leovigildo con una sierva (Génesis 33:22-26), debieron quedar todos en la casa materna (quizás en Sevilla), hasta que superado el conflicto, entraran a la domus aliena del nutritor. Witerico, tal vez hijo menor de Liuva, pudo ser puesto entonces bajo la tutela del dux Claudio.

JUAN DE BICLARO escribe que en el decimotercer año de Leovigildo (año 581) los longobardos eligieron un rey único de su linaje regio, llamado Autarico, en cuyo tiempo no sólo matan a los soldados romanos, sino que también ocupan territorios de los romanos en Italia. Es muy posible que Leovigildo y Autarico mantuvieran relaciones diplomáticas, como consta las mantuvo Chilpérico. También nos transmite el de Bíclaro que el rey Leovigildo ocupó parte de Vasconia y que fundó la ciudad llamada Victoriacum. A mi juicio esta acción refleja el aseguramiento de parte de su retaguardia norteña, ocupando las posesiones de Ingundis, y contactando con su nuevo aliado, Chilpérico de Neustria, con el que había comenzado a trabar una fructífera alianza, que debería ser sellada con el matrimonio del segundo hijo de Leovigildo, Recaredo, con la hija de Chilpérico y Fredegunda (la archienemiga de Brunegilda y Gosvinta), Riguntis: El turonense nos cuenta que Leovigildo envió a cierto Ágila, un arriano tolerante en materia religiosa, como embajador ante Chilpérico (aunque se centra en sus discusiones religiosas). Luego nos consta también la presencia del embajador godo Oppila.

El año 582 fue el del principio del fin de la rebelión de Hermenegildo. JUAN DE BÍCLARO escribe simplemente que ese año Leovigildo reunió un ejército para someter a su hijo. GREGORIO DE TOURS (VI, 18) señala que ese año cayó Mérida, capital de Lusitania. Seguramente las monedas acuñadas en Mérida con los lemas VICTOR y VICTORIA se emitieran para pagar a sus tropas, y como eficaz medio de propaganada, pues representaban en el anverso a Leovigildo, revestido con atributos imperiales, y en el reverso a su hijo Recaredo, heredero presunto de todo el reino.

El año siguiente (583) el rey Leovigildo sitió Sevilla con el ejército que había reunido (y que ya contaba con experiencia militar en, al menos, dos campañas).  Cercó a su hijo con un grave cerco, nos dice el biclarense. Y en su ayuda acudió el rey suevo Miro, que fue derrotado y muerto por Leovigildo, según JUAN DE BÍCLARA, cuyo relato parece, aunque más escueto, más preciso que la contradictoria versión de ISIDORO DE SEVILLA, o la de GERGORIO DE TOURS. En todo caso, las fuentes nos permiten concluir que los derrotados suevos se sometieron a Leovigildo, que debió nombrar rey a Eborico (un nombre godo, equivalente a Eurico), adolescente hijo del rey Miro y de aquella Siseguntia de la que ya hemos hablado.

Desalojados los aliados de Hermenegildo de la fortaleza de Osset/San Juan de Alfarache (turonense, VI, 43), Leovigildo se dirigió a Sevilla, para tomarla por la espada o, cerrando el río Guadalquivir, por hambre, según expresa el biclarense. Lo cierto es que el sitio de Sevilla se prolongó todo el año, y supuso, en 584, la toma y restauración de Itálica (cum Deo obtinuit Etalica, sería la leyenda de las monedas que emitió allí), y el bloqueo del río Guadalquivir, con gran sufrimiento de la población civil.

Por aquel entonces, Audeca, cuñado de Eborico, se proclamó rey de los suevos en Galicia, casándose con la viuda del rey Miro, Sisegutia, privando del reino al repetido Eborico, al que hizo monje y recluyó en un monasterio (dice el biclarense). Pero ni Audeca tuvo fuerza para socorrer a Hermenegildo, ni Leovigildo distrajo tropas de Sevilla para acabar con Audeca. A Hermenegildo, encerrado en Hispalis, sólo le quedaba la esperanza de la ayuda de los bizantinos.

Entonces, Leovigildo estuvo más hábil que su hijo y llegó a un acuerdo con el praefectus bizantino, al que sobornó con 30.000 sólidos de oro (y probablemente acordando que los bizantinos mantuvieran las ganancias territoriales que habían obtenido de Hermenegildo, como la plaza de Asidonia), a fin de que no auxiliasen al rebelde. JUAN DE BÍCLARO escribe que el rey Leovigildo, habiendo huido su hijo Hermenegildo hacia el territorio de la república romana, entró luchando en Sevilla («Liuuigildus rex, filio Hermenegildo ad rem publicam commigrante, Hispalim pugnando ingreditur»), y toma las ciudades y castillos que su hijo había ocupado («civitates et castella, quas filius occupaberat, cepit»); y no mucho después, prende a su referido hijo en la ciudad de Córdoba y, desposeido del reino, lo manda al destierro en Valencia («et non multo post memoratum filium in Cordubensi urbe comprehendit et regno privatum in exilium Valentiam mittit»). La caida de Córdoba también fue conmemorada en monedas, pero aquí ya se prescindió de toda referencia a Dios: Leovigildo tomó Córdoba por segunda vez (CORDOBA BIS OPTINVIT).

Adicionalmente, Leovigildo entregó a los imperiales, como rehenes, a su nuera Ingundis y a su nieto Atanagildo. Ingundis murió en África camino de Constantinopla y su hijo, de apenas cuatro años, fue criado en el palacio del emperador Mauricio, siendo usado como medio de presión con Brunegilda y Gontrán (de quienes se recabó auxilio militar contra los longobardos), hasta que desaparece de las fuentes antes del año 587, posiblemente muerto antes de alcanzar la madurez sexual.

De Gosvinta nada dicen las fuentes expresamente en ese momento. Pero como sabemos de sus actos posteriores, podemos deducir que Leovigildo se la llevo a Toledo, con sus hijos (Wulfila, Stéfano) y con algún otro pariente (su posible sobrino Chindasvinto): Al enemigo conviene tenerlo vigilado muy de cerca.

Los flecos de la rebelión fueron sofocados a continuación. Pero, entre tanto, Chilpérico de Neustria, el aliado de Leovigildo, murió asesinado, posiblemente a instancias de Brunegilda. La comitiva de Riguntis, que había salido para España a fin de contraer nupcias con Recaredo, nunca llegó, desvalijada por sus propios rectores en Toulouse, que acabaron con sus tesoros financiando la rebelión de un supuesto merovingio, Gundobaldo, aliado de hecho de los bizantinos. Gontrán de Borgoña, jefe de la familia merovingia, volvió a ser el árbitro de la situación y, amparando frente a Brunegilda a Clotario II, el hijo recién nacido de Chilpérico y Fredegunda, dirigió las iras de todos los francos contra Leovigildo, en venganza por la muerte de Ingundis.

A pesar de estos reveses, Leovigildo devastó Galicia, desposeyó del reino al apresado rey Audeca, y sometió a su poder al pueblo, tesoro y patria de los suevos, haciéndola provincia de los godos, nos dice JUAN DE BÍCLARO.

Hacia la pascua de ese año 585 (que cayó el 24 de marzo), Hermenegildo, tal vez huido de Valencia y en busca de refugiarse entre sus parientes francos, fue muerto violentamente en la ciudad de Tarragona por Sisberto, como dice escuetamente el biclarense («Hermenegildus in urbe Tarraconensi a Sisberto interficitur»). Las fuentes católicas coetáneas, GREGORIO DE TOURS y el mismo papa GERGORIO MAGNO culpan de su muerte a Leovigildo, lo que parece evidente, dadas las circunstancias del caso, la onomástica del ejecutor (posiblemente sobrino de Leovigildo y duque de la Tarraconense) y los antecedentes que se han visto (como el caso de Chilpérico con su hijo Meroveo).

Los francos (borgoñones y austrasios) invadieron ese mismo año la Narbonense. Aunque se agitara una faida como excusa, lo que deseaban era ocupar la Galia Narbonense, así que la invaden con un ejército, a cuyo encuentro el rey Leovigildo envió a su hijo Recaredo, que rechazó el ejército de los francos y liberó la provincia de la Galia de su invasión. Tomó además dos fortalezas con gran cantidad de hombres, una capitulando sin resistencia y otra al asalto, que pertenecían a la Galia franca, puesto que la ciudad llamada Hodierno está segurísimamente en la orilla de allá del río Ródano (que hacía de frontera desde el año 526). Recaredo la tomó asaltándola en fortísimo combate y, vencedor, se volvió a su padre y a su patria.

Es muy posible que, en esta época, Leovigildo casara a su hijo Recaredo con una princesa arriana longobarda, como pudo ser la luego reina Baddo, en sustitución del fracasado enlace con Riguntis.

Entre tanto, Leovigildo, que ciertamente privó del reino a Audeca, le tonsuró y honró con el cargo del presbiteriado, pues no es dudoso que debía padecer el mismo tratamiento que Audeca había impuesto a Eborico, el hijo del rey Miro, siendo desterrado a la ciudad de Beja («Audeca vero regno privatus tondetur et honore presbyteri post regnum honoratus non dubium quod in Eborico regis filio rege suo fecerat, patitur et exilio Pacensi urbe relegatur»). Este tratamiento tan laxo de un usurpador, que se pretende fundar según el biclarense en la reciprocidad, en un tiempo en el que Leovigildo se había visto obligado a sacrificar a su propio hijo mayor, induce a pensar que tanto Eborico como Audeca fueron parientes de Leovigildo, y que el horno de Galicia no estaba como para los bollos de crear nuevos mártires con personas insignificantes.

Sin embargo, el mismo año otro usurpador, Malarico (o Amalarico, un nombre que llevó el último baltingo, y muy relacionado con el nombre godo de su predecesor Eborico/Eurico), asumió el poder en Galicia y casi quiso reinar («quasi regnare vult»), pero fue vencido enseguida por los generales de Leovigildo, siendo apresado y presentado atado a Leovigildo. JUAN DE BÍCLARA no añade nada sobre el destino del usurpador, por lo que se puede inferir que se le debió aplicar la legislación ordinaria (que implicaba la confiscación de bienes, la flagelación, el decalvamiento y la amputación de la mano derecha, con destierro perpetuo si sobrevivía al tormento).

A finales del año 585, o más bien a principios de 586, Leandro regresó a Sevilla desde Constantinopla y pudo ser elegido obispo, con la aquiescencia de Leovigildo. Evidentemente trataba de contemporizar entre los partidos que habían luchado en la guerra civil y terminar de pacificar la situación con los posibles parientes de la reina Gosvinta.

Eso no le impediría una postrera alegría por la victoria de su presunto aliado, el rey Autarico de los longobardos, sobre los bizantinos en Italia, antes de morir víctima de una grave enfermedad, hacia la pascua del año 586 (que cayó el día 13 de abril), según se puede inferir de la correspondencia del papa Gregorio Magno. En todo caso, el biclarense nos dice que su hijo Recaredo asumió el cetro de su padre con tranquilidad («filius eius Reccaredus cum tranquillitate regni eius sumit sceptra»).

Leovicildo

 

6. Resurgimiento y caída de Gosvinta: La adopción de Recaredo.

          El primer acto político de Recaredo fue reconciliarse con su poderosa madrastra Gosvinta, seguramente para evitar las incursiones de los francos. Por su consejo, y con su auxilio, Recaredo volvió a variar su política exterior, enviando embajadas a Childeberto de Austrasia (y a su madre Brunegilda, regente de facto tras las muertes de Gogón y Vandelino) y a Gontrán de Borgoña, solicitando la paz.

Para facilitar la composición, o wergeld, de la venganza familiar, o faida, por la muerte de Ingundis y Hermenegildo, y el extrañamiento de su hijo  Atanagildo, probablemente Recaredo tuvo que jurar ante Gosvinta que no había tenido intervención en la muerte de Atanagildo y, consecuentemente, al decir del biclarense, ejecutar a Sisberto, el asesino de Hermengildo, con una muerte deshonrosísima («Sisbertus interfector Hermenegildi morte turpissima perimitur»). También debió restituir los bienes confiscados a los partidarios de Gosvinta («Reccaredus rex aliena a praecessoribus direpta et fisco sociata placabiliter restituït»).

Escribe GREGORIO DE TOURS (Historia Francorum IX, 1) que después de la muerte de Leovigildo, rey de los españoles, Recaredo, su hijo, se alió con Gosvinta, abandonando el clan de su padre y tomándola por madre. Porque ésta era la madre de la reina Brunegilda, a su vez la madre de Childeberto el Joven. Pero Recaredo era hijo de Leovigildo con otra esposa. Finalmente, con el consejo de su madrastra, el embajador se dirige al rey Gontrán y a Childeberto, diciendo: Guardad paz con nosotros y celebremos un tratado, para que, ayudados por vuestra protección, cuando surja la necesidad, podamos defendernos. en similar condición, expresó en la embajada. Cuando llegaron los embajadores, que habían sido enviados al rey Gontrán, se les ordenó residir en la ciudad de Matascens, y allí, habiendo enviado a los hombres, el rey conoció los motivos, pero se negó a aceptar sus palabras. De ahí surgió entre ellos tal enemistad que cerraron las fronteras del reino en Septimania (y se dice en otro lugar que los godos realizaron victoriosas incursiones en el valle del Ródano).

Sin embargo, los que acudieron al rey Childeberto con la embajada fueron acogidos y aceptados los presentes (10.000 sólidos de oro, dice en otro lugar), y habiendo pactado la paz, regresaron con regalos.

Es posible que uno de los presentes ofrecidos a Austrasia fuera la devolución de la dote de Ingundis y la ratificación del acuerdo matrimonial de Childeberto II con Faileuva, a la que ya nos hemos referido, posiblemente una medio hermana de Recaredo (y tras su adopción por Gosvinta, de la misma Brunegilda), tal vez enviada a Austrasia en el año 579. Faileuva terminará por casarse con Childeberto II, aunque el matrimonio y su estatus de reina no debió ser reconocido por el cabeza de familia, Gontrán de Borgoña, hasta la firma del tratado de Andelot (en el año 587).

Brunegilda y Childeberto no pudieron acceder al matrimonio de Clodosinda con Recaredo, sin el consentimiento de Gontrán, el jefe de la familia merovingia, para lo que hubieron de obtener el referido tratado matrimonial de Andelot: Gontrán de Borgoña, en el año 586 no estuvo, como se vio, nada receptivo respecto a abandonar la venganza familiar contra Recaredo y su reino.

Así estaban las cosas cuando, 10 meses después de su acceso al trono, según el biclarense, Recaredo se convirtió privadamente al catolicismo, antes de la pascua del año 587. Inmediatamente, Recaredo envió dos nuevas embajadas a Austrasia y Neustria, para establecer una paz definitiva, mostrarse como un rey católico, pagar las pertinentes composiciones económicas y pactar los acuerdos matrimoniales correspondientes (entre Clodosinda y Recaredo, y posiblemente entre Faileuva y Childeberto). Y eso que Recaredo, como otros reyes germanos de su tiempo, debía tener ya una concubina plebeya y un hijo (el futuro Liuva II), y debía estar casado in arriano con una princesa longobarda (posiblemente Baddo).

La reacción arriana no se hizo esperar. Seguramente, más política que arriana, Gosvinta, interesada en restablecer el poder de su familia con alianzas matrimoniales en curso, no tuvo intervención en la conspiración de Mérida. Como relata el contemporáneo JUAN DE BÍCLARO en su Crónica, para el año 6 del emperador Mauricio y el segundo de Recaredo (año 587), aquellos de entre los arrianos («Quidam ex Arrianis»), esto es, el obispo Sunna (tal vez derivado de un odínico Sol; de sunus, hijo; o de sunja, verdad) y Segga (un nombre que podría derivar de saíhs, seis o sexto, pero que probablemente es un hipocorístico godo de Sigerico, tal vez hermano del ejecutado Sisberto, y sobrino de Leovigildo) junto con quienes estaban ansiosos por asumir el gobierno mediante la fuerza («cum quibusdem tyrannidem assumere cupientes»), son descubiertos («deteguntur») y, probada su culpabilidad («convicti»),  Sunna es forzado al exilio y Segga, cortadas las manos, es enviado al destierro en Galicia («Sunna exilio truditur et Segga manibus amputatis in Gallaeciam exul transmittitur»).

Esta conspiración la conocemos, además, por un texto posterior, seguramente de fines del siglo VII, escrito por un diácono emeritense llamado Paulus: Las Vitae Sanctorum Patrum Emeritensium, que nos la refiere, hagiográficamente, en los libros XVII y XVIII, aunque vele a Segga, centrándose en los obispos godos contendientes, el arriano Sunna y el católico Massona (que también era godo), que es a quien trata de ensalzar.

Sin embargo, las Vitae (XVII, 38) señalan más claramente que el biclarense quiénes constituían  el grupo que apoyaba la rebelión: aquellos de entre los godos que eran de clase noble, y por riqueza los más ricos, e incluso también por algunos que habían sido hechos condes de las ciudades por el rey, e innumerable multitud del pueblo («quosdam Gothorum, nobiles genere, opibusque perquam ditissimos, e quibus etiam nonnulli in quibusdam civitatibus comites a rege fuerant…cum innumerabili multitudine populi»), y cómo fueron castigados por sentencia del rey con la confiscación de todos sus bienes y el exilio (XVIII, 42, «rex vero huiuscemondi accipiens suggestionem talem dedit sententiam: ut cuncti ómnibus patrimoniis vel honoribus privati exilio multis vinculis ferrei vel constricti ligarentur»), exceptuados un tal Vagrila, por intercesión del obispo Massona, y Witerico, gracias a su delación al famoso dux Claudius, y seguramente por su nobilísima prosapia.

En efecto, Witerico fue uno de los nobles godos que junto con el obispo arriano Sunna (y el usurpador Segga), participó en la conjura, persuadido por el obispo arriano para matar al obispo católico Massona («contra famulum Dei Masonam episcopum fraudulenta consilia qualiter eum interficerent commentavit»). En el capítulo 39 del libro XVII de las Vitae, expresamente se dice que Sunna mandó que cuando entraran al atrio, uno de ellos, de nombre Witerico, oculta la espada corta, traspasara de una cuchillada al hombre santísimo de modo que no hubiese necesidad de un segundo golpe: «Sunna…dixit…ut dum atrium introirent unus ex illis cui Witeriucus nomen erat, … excempto gladio ita beatissimum virum uno ictu transverberaret ut secundo opus non esset».

Según el relato, Witerico no pudo desenvainar la espada a causa de un milagro; se dio cuenta del pecado que cometía, se arrepintió y confesó ante Masona, según prosigue el c. 40 del libro XVIII. El intento de asesinato de los conspiradores,  aprovechando la misa de pascua (que cayó el 18 de marzo de 587), sería ineficaz por la delación de Witerico: permitió que el dux Claudius, un general hispanorromano, de claro genere, tomara medidas y, descubierta la trama, capturase y juzgase a los conjurados, absolviendo a Witerico como recompensa. Este Witerico, dice expresamente la Vitae, era el mismo que posteriormente fue rey («cui Witericus nomen erat, qui etiam post Rex Gothorum fuit»), y de Claudio se dice que, amén de ser dux, fue el nutritor (lo que jurídicamente le hace tutor o ayo) de Witerico, como ya resaltaron Margarita VALLEJO-GIRVÉS y José ORLANDIS, en sus  Semblanzas (1992, p. 82: «Claudii Ducis…nutritorio suo»).

Está claro que esta explicación sobrenatural de lo ocurrido se ajusta al guión propio del género hagiográfico, pero las circunstancias que transmiten el conjunto de materiales de que disponemos permiten sugerir que los conjurados encomendaron a un niño (la infancia para los godos terminaba cuando se podía usar físicamente una espada grande, edad luego determinada en los 14 años), cercano a las víctimas, tal vez por tratarse de un noble godo huérfano acogido por un católico (Witerico era pupilo del dux hispanorromano Claudius), que pudiese usar un arma blanca (gladium, una espada corta) para asesinar al metropolitano Masona, aprovechando la celebración de una festividad religiosa, como la pascua, lo que sería la señal para iniciar la revuelta que debería conducir a Segga al trono; Witerico resultó incapaz de hacerlo, e interrogado por el obispo, confesó de plano, lo que permitió descubrir toda la conspiración.

Si esto fuera así, Witerico no habría nacido antes del año 573, ni después del 580. Evidentemente fue un nobilis y su estirpe y riqueza fueron tan relevantes como para ser encomendado al hombre más importante del reinado de Recaredo: el dux Claudio, a pesar de que este era (excepcionalmente, por lo que conocemos del reino visigodo) un noble hispanorromano («Claudius nobili genere ortus, Romanis fuit parentibus progenitus», se dice en Vitae XVII, 39).

El nombre de Witerico (un nombre godo para un godo) tiene resonancias de los Amalos, precisamente de los pertenecientes al clan godo de Leovigildo, y quizás fue conscientemente impuesto por esa causa. El dato del nombre recuerda al homónimo Viterico, padre del yerno de Teodorico el grande, Flavio Eutarico, que fue presentado por su consuegro como descendiente del rey greutungo Hermanarico.

Adicionalmente, el tema onomástico inicial de la hija casadera de Witerico, Ermenberga, que conocemos por Fredegario (IV, 30), también sugiere el parentesco con el rey Leovigildo (cuyo hijo mayor, Hermenegildo, comparte el primer tema onomástico con ella). Además, la legislación en materia de tutela (Liber IV, 2, 13) permite inferir que Witerico era huérfano de madre, y dado que el nutritor debía ser preferentemente el padre, también huérfano de padre (o hijo de un padre casado en segundas nupcias que tuviera intereses contrapuestos con la familia de la madre).

Como el dux Claudius, un tutor dativo, debió ser un pariente cercano, probablemente de la madre (aunque no sea descartable que lo fuera del padre, por adopción, Versippung, o por parentesco de armas, Waffensohnschaft, como el que pudo unir a Claudius con Leovigildo o Recaredo), ateniéndonos a la hipótesis del seniorato como antigua ley sucesoria de los godos, Witerico podría haber sido un hijo póstumo de Liuva I, habido con una romana (tal vez hermana o hija de Claudio); de hecho, la tardía (siglo XII) Historia Pseudo Isidoriana dice que Witerico era uno de la familia del rey Liuva («Viutericus, quidam ex familia eius»). Pero no es descartable que el padre o la madre fueran otros miembros de la familia de Liuva, como el mismo Leovigildo, que posiblemente mantuvo como concubina a una princesa sueva desde el año 573.

Solucionada esta primera conjura, Recaredo prosiguió con su política apaciguadora, y catolizante. A pesar de las previas reticencias de Gontrán de Borgoña, que declaró que no podía confiar en un reino que había mandado al cautiverio a su sobrina Ingundis, matado a su esposo Hermenegildo y causado que Ingundis tuviera que morir en el extranjero, el tratado de Andelot, signado el 28 de noviembre de 587, y que nos transmite íntegramente GERGORIO DE TOURS (Historia francorum, Liber IX, 20),  vino a autorizar el matrimonio entre Clodosinda, la hermana menor de Ingundis, y Recaredo.

Tradicionalmente se ha sostenido que el tan negociado matrimonio entre Clodosinda y Recaredo no tuvo lugar, pues no consta en las crónicas: el turonense finaliza su referencia al asunto en el momento de su envío a España, a finales de 587, sin que conste luego otra reina que Baddo, firmante del acta de abjuración del arrianismo en el III Concilio de Toledo (por lo que no puede identificarse con Clodosinda, que era católica de nacimiento).

Sin embargo, del conjunto de circunstancias que nos transmiten las fuentes primarias, parece más probable que el rey Recaredo mantuviera matrimonios múltiples (a pesar de su reciente catolicidad), al estilo de los demás reyes germanos de su tiempo. Como ya se dijo, Recaredo debía tener una concubina plebeya y un hijo (el futuro Liuva II), y debía estar casado in arriano con una princesa longobarda (posiblemente Baddo), de origen franco-bávaro, y pariente próxima de la reina Teodolinda de los longobardos (como podría derivarse de los rastros de negociaciones entre Leovigildo y Autarico, y de la carta, Epistula Wisigothica 9,  de Sisebuto, posible hijo de Recaredo y Baddo, a la reina Teodolinda de los lombardos, al referirse a su parentesco consanguíneo: «affinitatem sanguinis nostri»).

En efecto, desde antiguo se ha sostenido que Clodosinda, la hija de Brunegilda, reinó entre los godos con base en una obra de VENANCIO FORTUNATO (muerto en 610), el poeta de Childeberto II, autor del famoso «pange lingua», luego obispo de Poitiers, quien escribió el siguiente poema en honor de Brunegilda (Carmina VI, De Brunichilde regina):

«Regia progenies praecelsi et mater honoris,
 Hija de reyes, y madre del más alto rey,
Undique regnantum cincta decore pio.
Por todas partes rodeada de reinos de decorosa piedad,
Gallia cujus habet genus et Hispania foetum;
de los que Galia tiene el hombre e Hispania la mujer;
Musculus hinc moderans, inde puella regens
 aconsejando aquí al doncel, allí regentando a la doncella
auspicium felix sit prosperioribus annis;
sea feliz el presagio de prósperos años.
Hic tegit Allobrogas, dirigat illa Getas,
Aquí ampara a los burgundios, dirija allí a los godos,
gentibus et geminis pariter tua germina regnent
y a los pueblos por igual tus descendientes gobiernen
et tibi det fructus istae vel ille locus.
y dé a tus frutos estos dos lugares.
Quo te circumdet, pia, blanda corona nepotum,
Que te rodee, piadosa, la amable corona de los nietos,
De genito et genita bis genitalis ava.
habidos de hijo e hija, que te hagan bisabuela.
Illos auditu, hos visu laeta recensens,
Escuchando a unos, viendo a otros, contándolos alegre,
Praesens hinc gaudens, inde sed aure favens
Feliz ante los presentes, y también favoreciendo a los que oyes
Subque tuis cernens regiones mater utrasque
Así sometidos los reinos a los tuyos, también viendo como madre
Cum populo et patria laetificeris ava
y abuela se alegra, como el pueblo y la patria».

Cortando los dos últimos versos de la estrofa, que se limitan a encomendar a un tal Andulfo, un sirviente (de nombre godo) que le transmita a  la reina Brunegilda su deseo de que su gloria siga brillando con esplendor («sic mancat cunctis gloria vestra nitens»), lo relevante es que el poema fue datado por Benjamin GUÉRARD (1797-1854) después del III Concilio de Toledo (589), considerando que probaba —contra el criterio del benedictino Joseph VAISETTE (1685-1756)— que el matrimonio entre Clodosinda y Recaredo se produjo efectivamente en 588, entendiendo que Venancio Fortunato escribe este carmen después de que Childeberto II (que accedió al trono de Borgoña tras la muerte de su tío Gontrán, el 28 de enero de 592), hubiera muerto envenenado en 596, como probaría la referencia poética a la regencia  de Brunegilda sobre los borgoñones (a la que accedió efectivamente desde el año 601), citados hiperbólicamente  como alógobres («Hic tegit Allobrogas»), y a su influencia sobre los godos, nombrados poéticamente con el cultismo de getas («dirigat illa Getas»). Esto significaría que debió ser escrito en ese año 601, recién muerto Recaredo I, y cuando se pensaba en Borgoña que la joven viuda franca (más bien una de las viudas del difunto) regentaría el reino de los godos en nombre de su hijo aún menor de edad, pues Suintila (de ser correcta la hipótesis) no tendría más de 13 años en 601.

A mi juicio esto es de gran relevancia, pues justificaría las verdaderas razones de la última rebelión de la reina Gosvinta, justo antes de que se celebrara el III Concilio de Toledo, y la invasión de los borgoñones de Gontrán, ordenando lo que, desordenada y restrictivamente, nos transmite JUAN DE BÍCLARO.

Así puede sugerirse que, hacia el mes de marzo de 588, el cortejo de Clodosinda debió llegar a Toledo, donde Recaredo la tomó con un simple matrimonio germánico, posponiendo el matrimonio católico, pues aún no era pública su conversión. Pero cuando Gosvinta percibió que Clodosinda estaba siendo engañada y que el único matrimonio que reconocería la iglesia católica sería el de los ahora conversos al catolicismo Baddo y Recaredo, ilícito por provenir de la herejía pero canónicamente válido, decidió poner fin a la situación mediante una rebelión que depusiera al sinuoso Recaredo.

Aunque el biclarense despacha el asunto diciendo que el obispo Uldila con la reina Gosvinta son descubiertos conspirando contra Recaredo y acusados de escupir la hostia sagrada cuando comulgaban de forma católica, maldad que fue llevada al juicio de los hombres, y determinó la condena de Uldila al destierro, mientras que Gosvinta, siempre enemiga de los católicos, dio entonces término a su vida, la realidad debió ser algo distinta.

El 27 de Agosto de 1891, un peón de albañil apodado Jarana cavaba una zanja para hacer la cimentación de una pared en las cercanías de la casa principal del cortijo de La Capilla, situado a unos 8 kilómetros de Carmona, cuando a 25 centímetros de profundidad el azadón tropezó con un bote de barro que saltó en pedazos, sembrando el suelo de monedas. Percatado el albañil de que posiblemente habían encontrado un tesoro, se enzarzó en una pelea con el peón para llevarse su parte, a lo que se unió el resto de la cuadrilla. Al final, como había muchas monedas, y estimando todos que eran de latón, el grupo de trabajadores se las repartió amistosamente. Cuando comenzaron a regalarlas, se descubrió que eran monedas antiguas de oro y comenzó su venta y desaparición. No obstante, algunas monedas han podido conservarse, y otras ser copiadas.

Aparecieron así dos tremises, hallados contextualmente juntos con otros de Recaredo, Liuva, Witerico, Gundemaro, Sisebuto, Suintila y Sisenando, acuñados en las cecas de Eliber/Elvira (Albaicín, en Bética), y Mérida (Lusitania), con las inscripciones IV.IILA REX / PIVS EIIBER y IVDILA REX / EMERITA PIVS. Por tanto, el tal Iudila, evidentemente un usurpador, debió acuñar sus monedas entre 585 y 636. Onomástica y contextualmente parece bastante claro que podría tratarse del obispo arriano Uldila (una corrupción latina de Wulfila, según SCHROEDER) que se alzó con Gosvinta contra Recaredo en 589, y que terminó sus días en el exilio («malum in cognitionem hominum deductum, Uldila exsilio condemnatur»).

Así que se puede deducir que la rebelión de Gosvinta y el obispo Uldila/Wulfila, tal vez su hijo habido con Leovigildo, fue algo más que una conspiración y un juicio por blasfemia, llegando al extremo de acuñar monedas en Lusitania y la Bética, lugares que fueron también los de la precedente rebelión de Hermenegildo.

Gosvinta y Uldila/Wulfila recibieron, además, el interesado apoyo de Gontrán de Borgoña, con un gran ejército al mando de aquel Gontrán Bosón del que se habló (rehabilitado en el tratado de Andelot), que se allegó a Carcasona, en la Septimania goda. Recaredo envió allí al duque de Lusitania, el también conocido Claudio, que íncreiblemente (a pesar de que lo diga JUAN DE BÍCLARO) derrotó a los francos a la cabeza de apenas 300 hombres, milagro que equipara a los del bíblico Gedeón.

La suerte estaba echada y, derrotados por Recaredo, antes de la celebración del III Concilio de Toledo (que comenzó el 8 de mayo del año 589), Uldila/Wulfila fue condenado al exilio como eclesiástico que era; posiblemente terminó en Francia, entre sus parientes godos y romanos, viviendo en Clermont-Ferrand. Gosvinta, totalmente ciega a causa de las cataratas, murió, tal vez estrangulada sin proceso ninguno (como puede decir alguna fuente calificada de apócrifa, como proveniente del erudito falsario Jerónimo Román de la Higuera), aunque bien pudiera haberse suicidado antes de padecer el encierro de Clodosinda en el gineceo de Recaredo, la derrota de su facción y el triunfo de los católicos.

7. Epílogo.

La poderosa y voluntariosa Gosvinta murió aparentemente fracasada. Sin embargo, el único prócer godo en el año 589, y quien firma tras los reyes en primer lugar el acta de abjuración del arrianismo en el III Concilio de Toledo, llamado Quissini o Gussini en la fuente conciliar, posiblemente es el sobrino carnal e hijo adoptivo de la reina Chundasvinto. Efectivamente, la normalización de esta corrupción latina nos da como resultado un gótico Kinþswinþ, el prócer, esto es, el princeps civium de SAN ISIDORO en las Etimologías, o ex prima stirpe según el Placitis Chlodovei III, de 691, ocupa en las firmas el  lugar de un hermano de Recaredo, el primer lugar entre los seniores gothorum, conforme al derecho de seniorato.

Ya octogenario, Chindasvinto, se hará rey en el año 642. Y será su dinastía y su forma de ver el derecho, esencialmente la misma de Gosvinta, la que póstumamente se imponga. Pero esa es otra historia.

Gijón, 24 de mayo de 2024

 

 

 

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