Sociedad Cultural Gijonesa - Desde 1968

Gloria Sanz Testón es profesora jubilada, Primer Premio de Ensayo «Conde de Campomanes» y socia fundadora de la Sociedad Cultural Gijonesa.

Se cree que la palabra sable viene del húngaro száblya o del serbio sablja. El sable es una espada curva y de un solo filo, pensada para cortar, utilizada habitualmente por la caballería entre los siglos XVII y XX.

El sable de riego

(Fotografía de Virginia Ramírez. Archivo. Congreso de los Diputados. Departamento de Patrimonio Histórico-Artístico y Adquisiciones. Sable de Rafael del Riego Núñez).

El cásico modelo de sable de oficial de caballería de principios del siglo XIX,    presenta empuñadura de estribo en “P” de frente muy amplia con galluelo rizado hacia el lomo rematado en rizo plano, larga ranura para fiador en guardamano, monterilla corrida hasta la virola, puño de madera con torzal, escudetes cónicos para encajar en la vaina. Hoja muy curva “a la mameluca”, de lomo casi redondo con canales y filo corrido al exterior, sin bigotera ni vaceos, filo y contrafilo en la pala. Vaina de hierro con dos abrazaderas estrechas y anillas, batiente muy estrecho y asimétrico.

De longitud unos 84 cms. y su peso es de 1,3kgs; un sable ligero basado en el modelo 1807. Inspirado en sables reglamentarios ingleses y con influencia oriental en lo curvo de la hoja, se trata de un modelo utilizado en la Guerra de la Independencia. A menudo con hojas inglesas, algunos oficiales adoptaron estos modelos a título particular, montados en Toledo o en Cádiz sin sujeción a reglamentos. La hoja tan curva aumenta la eficacia del corte de filo. Las pequeñas dimensiones y escaso peso nos indican que se trata de un arma adaptada o utilizada tanto por un oficial de caballería como de artillería.

Gracias a la gentileza de D. Manuel Alvargonzález, que tuvo la amabilidad de enviarme unas fotografías del Sable de Riego que se halla en el Congreso de los Diputados, intentaré realizar su descripción y trayectoria.

Como cualquier sable de la época se compone de hoja y empuñadura. Creemos que tanto la hoja y como la empuñadura son de acero.

La empuñadura del sable es un componente básico del diseño y funcionalidad del arma. Se trata de la parte que se sitúa opuesta a la hoja y que permite sujetar y manejar el arma de manera segura. La elección de la empuñadura debe considerar el diámetro y longitud de la mano del usuario, para que se adapte a sus necesidades personales y sea efectiva.

La espiga es la parte de la hoja del sable que se extiende hasta la empuñadura y va incrustada en el puño, usualmente de madera; alrededor de este puño (que oculta la espiga) se envuelve piel u otro material, para facilitar su uso. En este caso la empuñadura tiene forma de “P” curva, que se adapta a la mano. Suponemos que el puño sea de madera, como era usual, y está forrado de cuero con torzal.

La virola, collar o férula, es la abrazadera de metal cuya función es fijar la hoja de manera segura a la empuñadura y proteger la madera o el material que compone el puño del desgaste o la humedad. Podían ser de diferentes materiales como latón, cobre o acero y estar decoradas. En el caso que nos ocupa es de acero, y lisa sin ningún adorno.

El aro guardamano presenta una pequeña curva y arranca del gavilán de guarda o exterior. Los gavilanes, que así se llaman los dos hierros que salen de la guarnición de la espada y forman una cruz, sirven para librar la mano y la cabeza de los golpes del contrario. En el caso del sable de Riego el gavilán presenta un rizo, o galluelo, hacia el filo.

En el centro de los gavilanes hay una ranura que demuestra la existencia de una pieza desaparecida, creo que sería el escudete.

La hoja, en el tercio inferior próximo a la punta, presenta vaceo que es una acanaladura longitudinal que mejora las condiciones de peso manteniendo su resistencia.

La bigotera es la zona de la hoja corta, sin filo, y plana próxima a la empuñadura. En ella se solían poner las marcas del armero. En el caso del sable de Riego encontramos en ella la marca siguiente:

1) Dos líneas paralelas estrechas de las que parten tres líneas verticales inclinadas, la tercera doble. cruzadas por otras cinco, en sentido contrario, que dan lugar a cinco triángulos en la parte superior, cuatro rombos en el centro y cuatro triángulos en la zona inferior. Todos ellos con un círculo en el centro. Centrado en los rombos y a continuación hay lo que parece ser una flor con forma de corona. Dos líneas verticales cierran el dibujo por la derecha enmarcando Oes con línea vertical. En el lomo de la espada, contiguo a la bigotera, existe otra pequeña marca que parece: (hV1 y unas hojas espatuladas.

Descendiendo un poco por la hoja de la espada encontramos otra marca bastante gastada:

2) Se trata de un escudo con una media luna dentro mirando hacia la derecha. Rodean el escudo como adorno unos arabescos que parecen letras árabes. En la esquina izquierda del escudo encontramos otra media luna, en este caso mirando a la izquierda. Sobre el escudo un arabesco en círculo con media luna, casi en el centro, pero ligeramente ladeada un poco más hacia el lado izquierdo y cinco rayos semi borrados.

3) Un poco más abajo: entre dos líneas curvas se observa un ocho sin cerrar y una espiral, el resto no se aprecia por el desgaste.

   La hoja del sable es ligeramente curva “a la mameluca” y de un solo filo.

Las medidas de la hoja las desconocemos de momento. La medida total del arma también, así como su peso, grosor y anchura del lomo de la pala.

La vaina es de acero con brocal, dos anillas y dos abrazaderas. Parece que tiene contera o sea refuerzo para la punta en el final de la vaina.Mi desencanto es total al no haber podido encontrar, en la bibliografía consultada, el nombre del posible fabricante del sable. Opto por creer que bien pudiera tratarse, por las marcas observadas, de un sable árabe anterior al siglo XIX.

Carecemos de descripciones del sable de D. Rafael del Riego en su época, únicamente dispongo de la realizada por uno de sus oficiales D. José de Rabadán, compañero de Riego en 1820.

Rabadán nos hace la siguiente descripción:

“Traía puesta una levita gris; un sable corvo de vaina de acero pendía de un cinturón de tirantes blancos acharolados y llevaba el bastón de caña asido de la diestra mano”.

El seguimiento de dicha espada o sable, después de doscientos años transcurridos, solo podemos realizarlo siguiendo los movimientos de su portador.

Rafael del Riego entró en la Cárcel de Corte de Madrid sin más equipaje que la ropa que llevaba puesta y no era precisamente la de Mariscal de Campo, con sus entorchados, espada y bastón de mando, sino la de una persona vestida de civil: levita y pantalón. Pocas pertenencias tenía D. Rafael del Riego cuando llegó a la cárcel de Madrid ya que como dice su Ayudante de Campo George Matthewes:

 (El General francés Latour-Foissac):” Ordenó que se vendiesen nuestros caballos, así como nuestros equipajes o cualquier otra cosa que nos perteneciese, incluso nuestra ropa interior, excepto la que llevábamos puesta, para indemnizar a los ladrones de los caminos”.

Si para indemnizar a los captores se vendieron todas las pertenencias que tenían en aquel momento, no dudamos que entre ellas estuviesen sus armas, por lo que cualquier persona con interés y dinero suficiente pudo hacerse con la espada, o cualquier otra pertenencia.

Recojo el siguiente testimonio de una carta enviada al canónigo, sin fecha, pero con evidencia interna de ser finales de diciembre de 1823, por alguien muy cercano a su entorno familiar y que firma con iniciales V.L.

No he tenido valor para ver (papel roto) desgraciado pero si para prestarle los socorros que su situación reclamaba. A su entrada en Madrid nada sucedió de lo que se temía por las precauciones que han tomado los Franceses, pero luego que llegó a su prisión se ha permitido la entrada de cuantos han querido insultarle, y pasaron más de cuarenta horas sin darle alimento ni socorro alguno: el Capitán General que entonces era el Marqués de Camposagrado lo entregó a la justicia ordinaria, y tocó la formación de la causa a Dn. Alfonso Cabia Alcalde de Corte nombrado por la Regencia: Ya sabrás que esta causa se abdujo a la conducta observada por el preso como Diputado a Cortes; y la traslación del Rey de Sevilla a Cádiz fue el delito que le condujo al patíbulo, no habiéndose hecho mérito en el proceso de sus procedimientos militares, porque se tuvo por bastante haber votado aquella traslación. El Juez Cavia le señaló dos pesetas para su manutención, y aún de ellas repartía el desgraciado con un Inglés que había sido preso con él. Visto este tratamiento tan poco conforme a la Caridad y al mismo decoro de la Nación, busque amigos a quienes hablé con el buen deseo de endulzar la suerte del desgraciado, pero nada adelanté hasta que solo conté conmigo: Busque un hombre honrado para que presentándose al oficial de la Guardia solicitase licencia (papel roto) comida (papel roto) pues se le puso una (papel roto) todos los días comidas de (papel roto) ajuste que se había hecho al efecto con su Dueño. Todos estos pasos los he dado con muchas precauciones por evitar los riesgos que correría si lo entendiesen ciertas gentes, pues hasta por delito se reputaba cualquiera relación de parentesco con aquel hombre, y por ella fui perseguido allá e insultado acá mi casa y familia. Se ha padecido bastante y aun se padecerá. El amigo Perico en cuyo poder han quedado algunos trastos vuestros, estuvo preso dos veces y aquellos fueron embargados, habiéndose salvado solamente una capa y alguna otra ropa tuya que se aprovecharan tus sobrinos: citos hace tiempo están reunidos en Tuña, y luego se establecerán en su casa de Tineo, según lo tiene resuelto Pepín…”

Como se puede constatar no disponía D. Rafael del Riego absolutamente de nada en prisión, ningún documento de la época, que conozcamos, hace referencia al destino del arma.

Entre las cartas que consultamos existe otro documento escrito con letra de su hermano Miguel del Riego que dice:

“Papel en que vinieron envueltos los dos pañuelos, que, por mano de la Duquesa de Frías, remitió mi Herm(an)o Rafael, como única prenda que pudo enviar de su mem(ori)a, el uno negro p(ar)a su mujer, y el otro blanco p(ar)a para un pariente el Gen(era)l D. Cayetano Valdés, Cuñado de d(ic)ha Duquesa: recibidos en Londres de mano del Caball(er)o Ytaliano, Mr. Bindame?”

No obstante, cuando su Ayudante de Campo George Matthewes llegó a Londres, escribió lo siguiente a Dª Teresa del Riego: “…que tengo en mi poder varios objetos pertenecientes al desaparecido General Riego. Le pido a su vez acepte estas reliquias…”

Desconocía yo los objetos a que se podía referir y pensé que se trataba de un pañuelo negro de seda y una camisa que el General Riego le había proporcionado cuando fue herido luchando contra los franceses y antes de ser derrotados en los campos Jódar, según nos dice en su obra. Sin embargo en Fraser’s magazine, (volumen XXXI, p.188), vemos un artículo describiendo Seymour Place, que era el lugar donde residían, y por una carta de Gerald Griffin, el novelista irlandés, fechada el 18 de mayo de 1824, exactamente un mes y un día antes de la finalización de los sufrimientos de Dª Teresa, conocemos lo que Griffin dice:

 “Ese Mr. Mathewes, que fue apresado con su marido, y llegó últimamente a Londres, y que mas o menos, es paisano mío, le trajo un perrito y un loro que eran compañeros de prisión de su moribundo marido. Indiscretamente se presentó con los recuerdos y ella recibió tal conmoción de la que no se ha recobrado todavía y ni se recobrará”.

Sin duda se ha equivocado Griffin al referirse a los animales, o podría ser un error tipográfico al nombrar a las aves, ya que George Matthews nos dice:

“Mi pequeño Pincher, que así se llamaba mi perro, crecía tan sagaz que adivinaba todo lo que yo le decía. Este fiel animalito, junto con el pichón, los traje vivos a Inglaterra.
Le regalé el pichón a la Señora de Riego, la infortunada esposa de mi siempre lamentado amigo, pero el perro sigue conmigo todavía y me acompaña a todas partes”.

El 12 de marzo de 1825 todavía seguía el canónigo poseyendo el pichón vivo según relata el periódico Ocios de Españoles Emigrados.

En su testamento, otorgado el 12 de junio de 1824, Dª Teresa del Riego nos confirma la recepción del pañuelo:

“El pañuelo de seda negro único legado que pudo hacerme por su última memoria mi difunto marido en los duros trances de su muerte, es mi voluntad que lo recoja mi cuñado Don Miguel para entrelazarlo al puño de la espada que deberá devolverse a la Nación, como va dicho, cuando las circunstancias lo permitan.”

Nada de lo visto nos hacer suponer que estuviese en su poder la espada y así lo comprobamos en un párrafo anterior del testamento:

“Declaro ser asimismo mi voluntad que todas las alhajas pertenecientes a la persona de mi difunto marido, cuales ellas fuesen y en donde quiera que ellas existan, sean entregadas a mi cuñado el citado D. Miguel del Riego, y que lo sea igualmente la espada propiedad nacional , que perteneciendo a mi Esposo el uso de ella durante su vida, la supo conservar sin la menor mancha, a fin de que dicho mi Cuñado la custodie y guarde para entregarla a debido tiempo a la Nación legítimamente reunida, según que por un decreto de Cortes ella misma lo había acordado cuando las circunstancias lo permitan”.

Creo que cuando afirma: “cuales ellas fuesen y en donde quiera que ellas existan”, nos indica claramente que ese objeto de su difunto esposo no había llegado a su poder a fecha de 12 de junio de 1824, contradiciendo lo que tanto Carmen de Burgos como Eugenia Astur habían escrito.

No es hasta 1832 cuando entre las cartas del canónigo encuentro una nota que hace referencia a un sable:

Memorandum

El 21 de (ilegible) de (1)832 quede apuntado con Mr. Johnston, en que le daría 4 Libras por ajustarme a la vaina un sable u hoja, que me enseño, y un puño de acero que también me (ilegible) a la hoja tiene las armas doradas de englatª, y esta la mitad o cerca, de hacia arriba empavonada; y ofreció que empavonaría la parte inferior; y que pondrá en el puño algún adorno dorado, a mi gusto, todo de manera que hermane y ajuste bien a la famosa vaina.

Dos libras se las he de dar cuando este compuesta la obra; y las otras 2 en el discurso de 2 meses—

(al dorso) His Royal Highness/ The Duke of Sussex/ Kinmel Park/ St. Asaph.

(en vertical a lo anterior) Mr. Josua Johnson/ El Fabricante de Sables.

En una carta dirigida al canónigo, D. Miguel del Riego, por José María de Casamayor y Pineda, desde Paris y con fecha 12 de septiembre 1835, leemos:

La espada aun no me la ha dirigido el Sr. Kelly ni yo he sabido de ning(un)o, para avisarle que se la entregase como le prometí”

En carta desde Bayona de 9 de enero de 1836 Miguel Almorza escribe:

“Vamos a otra cosa Tocayo la consabida espada es preciso ocupe su sitio anterior, y así soy de parecer q(u)e se vaya V a Madrid dejando una vez esas tierras extrañas y allí podrá sacar el partido q(u)e quiera, iendo personalmente pues yo pienso salir de aquí y pasar a Madrid a la Primavera, y si viene por aca le acompañare con q(u)e manos a la obra”

Existe otra carta de Miguel del Riego a Juan Álvarez Mendizábal, según vemos en el Diccionario Bibliográfico del Trienio de Alberto Gil Novales en la que Miguel dice que va a acercarse a Bayona a abrazarlo (a Miguel Almorza) y a arrancarle la Tizona de Propiedad Nacional.

Sabemos que Miguel del Riego volvió de un viaje a los Pirineos realizado en julio de 1835 y había escrito a Mendizábal desde Paris y Burdeos, pero desconocemos si el motivo del viaje fue únicamente el que realizó a Madrid para exhumar los restos de su hermano o también pudo ser este el momento de la entrega de la espada pero no lo podemos aseverar ya que la correspondencia no nos lo confirma.

En otra carta del mismo José María de Casamayor, también desde Paris y con fecha 22 de enero de 1836 escribe:

“Celebro la llegada de la Propiedad Nacional que tanto V. anhelaba” … Recibí el periódico que me remitió V. con la Expos(i)on que hacía a la Reyna después de la rehabilitación de la memoria de n(uest)ro Gen(era)l que nos pareció digna de V.; después he leído en los periódicos españoles otra q(u)e hace su familia de V. y a la verdad no me gusta tanto, aunque me hago cargo de que es menester pesar las circunstancias en que aquellos se encuentran”.

No me ha sido posible encontrar en los periódicos la carta a que hace referencia Casamayor pero posiblemente sea el agradecimiento de su sobrino D. José del Riego quien había aceptado un destino después de la rehabilitación de Riego.

De todo lo visto con anterioridad se desprende que no es hasta finales de 1835 o principios de 1836 cuando Miguel Almorza recibe de D. Juan Kelly la espada y se la dirige al canónigo, aunque personalmente creo que más bien Miguel del Riego se trasladó a Bayona a recogerla y abrazar de paso a su amigo.

Podía ser el momento adecuado para entregar la espada a la Nación ya que el 31 de octubre de 1835 la Reina Regente había emitido un Real Decreto en el que rehabilitaba el buen nombre de D. Rafael del Riego. Miguel del Riego agradece este acto a la Reina Regente pero considera que ese acto “no emana de la unida deliberación del pueblo; y no se ofrece a la memoria de mi hermano como un acto expiatorio de la nación, sino que es un individual ofrecimiento del generoso corazón de V.M.”  y seguirá esperando para regresar a su patria a que cambie la situación política. No hay constancia de que se entregara la espada a la Nación en aquel momento. Por lo que sabemos será muchos años más tarde.

Como ya hemos dicho anteriormente, Miguel del Riego realizó un viaje a Madrid para intentar encontrar los restos de su hermano, cosa que no fue viable, ya que en la fosa había más cadáveres sin ningún distintivo que los identificara y sin haber conseguido el objetivo del viaje, regresó a Londres donde vivió hasta su fallecimiento en 1846 reivindicado la figura de su hermano.

Pocos meses antes de morir el canónigo, su sobrino Antonio del Riego se trasladó a Londres por lo que se desprende de la siguiente misiva del Marqués de Viluma, (fechada el 6 de abril de 1846) dirigida a Miguel del Riego:

“Su sobrino de V. D. Antonio del Riego ha sufrido injurias y persecuciones que he sentido y he procurado hacer por él lo posible. Últimamente me pidió dinero para sus necesidades y viaje a esa, y le he dado tres mil r(eale)s. Supongo que estará ya en compañía de V, pues aunque no se ha despedido me dijo hace tiempo que se marchaba”.

Muerto el canónigo el viernes por la tarde del 27 de noviembre de 1846, parte de sus libros fueron subastados por la casa Sotheby’s en 1847 por la cantidad de 648 libras. El resto de las pertenencias de Miguel del Riego pensamos que las recogió D. Antonio del Riego y las entregó a su legitima heredera, la única hermana viva en este momento de D. Miguel y Rafael del Riego: Dª Mª del Carmen del Riego Flórez, (viuda de Antonio Macía Flórez), y casada nuevamente con Pascual Fernández Baeza, la cual sobrevivió a su hermano canónigo cuatro años, ya que su deceso se produjo en Ponferrada, el 2 de junio de 1850.

Al fallecimiento de Carmen del Riego pasó sin duda la herencia del canónigo, con los documentos, busto, libros y objetos más relevantes a su hija Mª de la Encina Macia del Riego casada con José del Riego y Riego, primogénito de su hermana Josefa, (yerno y sobrino) y a su otro hijo Antonio Macia del Riego casado con Mª Manuela García Armesto.

Sin embargo, Carmen había entregado a su sobrino Antonio del Riego alguno de los objetos de su hermano Rafael: entre ellos la espada del General que Antonio custodió y conservó en su poder hasta su muerte, en Córdoba el 27 de enero de1870. ¡Quien mejor que su sobrino militar, perseguido también por sus ideas liberales, para hacerse cargo del arma!  Aquél que en 1854 publicaba Plegaria que dirigen los muertos a los vivos recordando las numerosas víctimas que había producido el Gobierno de los moderados.

En su libro Riego, escrito en 1925 y publicado en 1933, Eugenia Astur nos explica que un sobrino de Riego, nieto de su hermana Josefa olvidó en el tren un saco de viaje en el que iba el sable y este fue subastado con otros objetos no reclamados yendo a parar al Rastro. ¡Poco interés debía tener en los objectos que llevaba!

La siguiente información sobre el sable me la facilita D. Manuel Alvargonzález, a quien le dijeron (uno de los descendientes de las hermanas de Riego llamado al parecer Rafael del Riego también) que el sable les había sido robado.

Los azares del destino quisieron que el sable, que hoy se expone en el hall del congreso de los Diputados y fue utilizado por D. Rafael del Riego, no ocupase su lugar hasta 1932 cuando fue entregado al Presidente del congreso D. Julián Besteiro por la viuda del Dr. Valdivieso, quien lo había adquirido en el Rastro madrileño, sin haberse cumplido, al bicentenario de su muerte, el deseo de Dª Teresa del Riego de ver enlazado en su puño el pañuelo negro, única memoria de su difunto esposo.

 

BIBLIOGRAFÍA

Anónimo: Don Raphael del Riego’s Leben und Hinrichtung. Ausburg. 1824

Astur, Eugenia: Riego. [Estudio histórico-político de la Revolución del año veinte]. Oviedo [1933]. Reedición. 1984

Artillería, Acero y Armas. 1850

Burgos, Carmen de: Gloriosa vida y desdichada muerte de D. Rafael del Riego. Madrid. 1931

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Correspondencia a/de D. Miguel del Riego. (Archivo privado de D. Álvaro Ruiz de la Peña. Oviedo)

Crofton Croker, Tomas: A Walk from London to Fulham. London: William Tegg. 1860

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Riego, Miguel del: Apéndice. El Romancero de Riego 1844

TRIENIO, Ilustración y Liberalismo.1982- 2019.

Archivo Histórico Nacional: En el legajo documental 80 de Diversos: Títulos y Familias: Ramírez-Riquelme y en la Biblioteca Nacional: Manuscritos 20270, se hallan muchos de los documentos que el canónigo conservó, aunque otros muchos se encuentran en domicilios particulares, como el que he utilizado.

 

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