Rafael Velasco Rodríguez es presidente de Famyr

Pese al primer “palabro” del titulo de este articulo, el mismo no va girar sobre el llamado “pin parental”, sobre el cual ya se ha escrito mucho, sino sobre lo que el mismo implica en un contexto de revisionismo histórico, que pretende hacernos creer que el Franquismo fue una etapa muy placentera y que si vuelve nada pasará. Resulta muy ejemplificador de por dónde van los tiros de eso que algunos/as llaman “derecha radical”, y que yo llamo neofascismo, su concepto de la Patria Potestad.

Por un lado, esta gente tienen una concepción de la patria potestad premoderna, más bien propia del derecho romano, donde el  «Pater familias» , hombre por supuesto, tenía incluso el «ius vitae necisque»,que le permitía decidir sobre el derecho a la vida de su esposa e hijos. Por otro lado, tienen una concepción de la propiedad privada ilimitada, sin restricciones, y de la familia tradicional, no como la única posible, sino como unidad social básica para reproducir los roles históricos que durante siglos han venido a colocar al hombre en una posición de dominación y a la mujer subordinada a dicho poder. Desde la Revolución Francesa a día de hoy, la lucha de las clases populares, en particular la del movimiento obrero, y de la izquierda en general, incluyendo en ella al movimiento feminista, han ido cuestionando ese modelo social inamovible, donde unas personas dominan y explotan, y otras, y básicamente mujeres, obedecen y producen. Resulta evidente que dependiendo en que familia nazcas vives con unas expectativas y unas posibilidades determinadas. No es lo mismo ser la hija de una pareja precaria, y convivir con 5 hermanos, en un barrio de la periferia de cualquier ciudad española, que ser hijo único de un banquero y una juez, y vivir en uno de los barrios más suntuosos de cualquiera de dichas ciudades. Esa herencia, no natural, sino socialmente construida, genera la pervivencia de la desigualdad de origen de la que partimos en las sociedades divididas en clases, cada uno o una de los/as que hemos nacido en ellas. La pervivencia de dicha desigualdad es la que permite a esas sociedades seguir reproduciéndose sin grandes cambios, permitidiendo que las grandes fortunas siempre estén sustancialmente en las mismas y pocas manos, y que quienes sigan produciendo sigan siendo los y las nietos/as de los/as que hace siglos permitieron con su trabajo generar la riqueza de la que se apropiaron los/as que a día de hoy aun mandan. Por eso esas derechas reaccionarias, o neofascistas atacan básicamente algunos de los instrumentos de los y las que nos hemos servido los y las de abajo para revertir dichas situaciónes de injusticia. En particular, voy a situar algunas:

1º- El movimiento obrero y sindical: porque a esas personas, tenientes de grandes fortunas, les sigue interesando hacernos creer que al trabajador/a le beneficia negociar individualmente con el patrón/a, a hacerlo colectivamente. Sabe que frente a su poder económico  cada trabajador/as es más débil que negociando en conjunto, donde quienes producen pueden lograr cambios, pues si ellos y ellas no se mueven, nada se produce. Por eso el criminalizar y limitar el derecho de huelga, a la par que el de negociación colectiva es fundamental en sus objetivos.

2º- Los instrumentos fiscales redistributivos: que son aquellos que ayudan a poner límites a la acumulación de la riqueza en pocas manos. Si las herencias pasan de padres a hijos, sin que ninguna norma cuestione o modere dicho paso, los y las ricos/as serán siempre pertenecientes a las mismas familias, y nada cambiara. De ahí su obsesión enfermiza contra el Impuesto de Sucesiones, en particular, y contra el principio de progresividad fiscal, en general.

3º- La enseñanza pública: que es la que ha permitido que la descendencia de las clases sociales más desfavorecidas pudiera salir en muchos casos de la miseria y llegar a ocupar puestos sociales impensables hace siglos. En el peor de los casos, admiten una escuela pública solo para actividades profesionales ligadas a la producción material, donde se reproduzca con conocimientos básicos la clase trabajadora, pero limitando la enseñanza de calidad para quien se la pueda pagar, para que las elites que ocupen en el futuro el poder judicial, los gobiernos, las direcciones de las empresas y los parlamentos, sigan perteneciendo a esas familias de siempre. Y ello aderezado con el papel ideológico de las iglesias, de cualquier tipo, condicionando la educación, para permitir seguir reproduciendo los valores sociales que permitan que los y las de abajo sigan aceptando la explotación y las relaciones de dominación, esperando la recompensa en futuros mundos después de la muerte.

4º- Las organizaciones políticas y sociales de masas: Decía Franco “haga como yo, no se meta en política”, y esa sigue siendo la consigna de los/as poderosos/as para las clases trabajadoras. La política es para políticos, y ustedes deben limitarse a trabajar, producir y si tienen tiempo consumir en los negocios de ocio de quienes les explotan. Para la política ya están los y las profesionales de la misma, que tienen que ser abogados/as, altos funcionarios/as del estado, en fin las personas de las familias de siempre, que se educaron en las escuelas de elites de siempre, y que harán políticas para mantener las estructuras de poder de siempre, para que el día de mañana sus nietos/as sigan manteniendo ese poder. Para ello no sólo se intenta hacernos creer que todos los/as  políticos/as son iguales, sino que la lucha política de los/as de abajo no sirve para nada. Por ello siempre contraponen unos supuestos inalienables derechos individuales, sobre todo de propiedad, frente a las decisiones democráticas tomadas por el pueblo. Como el pueblo no se sabría gobernar, para ello están los y las de siempre para salvarnos de nuestras tendencias destructivas.

5º- La igualdad, la pluralidad y la solidaridad: Si las personas que pertenecemos a las clases trabajadoras no sólo entendemos que tenemos intereses comunes frente a los y las que todo lo tienen, sino que a ello le unimos una práctica de solidaridad y compañerismo entre nosotros/as, esa minoría de familias privilegiadas saben que tienen los días contados. Pero es más, si sabemos que nuestra igualdad es en derechos, pero no tiene porque serlo en color de la piel, ni en tendencia sexual ni en formas de concebir el mundo, entonces saben que nunca vamos a confundir nuestros objetivos comunes. Por eso les es muy importante enfrentar al catalán con el madrileño, al hombre con la mujer, al heterosexual con el gay o la lesbiana, al de aquí con  el de fuera, al blanco con el negro o el amarillo. Para ello también les es muy útil lograr una escuela segregada, como base de una sociedad segregada.

Nada de lo anterior es nuevo, ni solo propio de España. Pero si que en España tuvo su máxima aplicación en un modelo social y político que se fue construyendo desde que Fernando VII logara derrotar, de mano de los Cien Mil Hijos de San Luis, la experiencia liberal de las Cortes de Cádiz y el trienio liberal. Desde entonces los grandes retos y los principales instrumentos de las clases dominantes españolas han sido las mismas:

A- Una concepción de patria excluyente de quien no se identificaba con un modelo de país hecho solo a favor de esa minoría. Ello no sólo les permitió convertir en la “Anti-España” a quienes no comulgaban con su Monarquía, su Iglesia y su segregación social, sino tampoco a aquellos que, como fundamentalmente en Cataluña y País Vasco, nunca vieron dicha patria como la suya.

B- Una concepción de España como reserva espiritual de Europa, con una sola religión, la Católica, garantizadora de una educación y formación social, donde la mujer estuviera básicamente en la cocina, el homosexual y la lesbiana en el armario, y quien intentara disfrutar libremente de su cuerpo y compartirlo con personas igualmente libres, fuera calificado o de enfermo, pecador, de puta o de bruja.

C- La necesidad de un poder autoritario, con un Rey a la cabeza, que pusiera orden a las bajas pasiones del populacho, incapaz de gobernarse así mismo. Según los momentos ese populacho hasta se le deja hablar, aunque no se le haga caso, y hasta se le deja votar, pero siempre que vote bien, es decir, que vote opciones que no pongan en riesgo el gran tinglado construido durante siglos.

Todo ese modelo ha perdurado durante dos siglos, o más, pero no sin lucha que lo cuestionara. Y fue con las dos repúblicas donde los y las de abajo estuvieron más cerca de romper con esas estructuras y de abrir grandes alamedas por donde transitar el ser humano libre. Y para evitarlo, sobre todo en la Segunda República, tuvieron que ejercitar la violencia extrema, incluido el exterminio planificado de amplios sectores sociales para impedirlo. A la muerte del dictador Francisco Franco, esas estructuras de poder económico y político fueron capaces de refundarse, aunque para ello tuvieran que ceder algunas parcelas de poder a sectores venidos de la oposición democrática, que pronto se convirtieron en verdaderos mayordomos de la “Cabaña del Tío Tom” de las “plantas de algodón” que seguían siendo propiedad de la misma oligarquía que había financiado y dirigido el golpe militar franquista. Pero ello no les era suficiente, necesitaban echar un manto de silencio no sólo sobre los crímenes de los 40 años de Franquismo, sino también sobre lo que había significado las dos experiencias republicanas. Si lograban que por convencimiento o por miedo los y las de abajo olvidarán su historia como pueblo habrían logrado “paz social” para mantener ese poder durante años, sin necesidad de volver a usar dicha violencia, que ya no les venía bien en una Europa “democrática”.

Por eso cuando nietos y nietas de represaliados del Franquismo empezaron a preguntar qué había pasado, comenzando a entender que sus abuelos habían sido guerrilleros y no bandoleros, que sus abuelas no eran putas sino partidarias del amor libre, y que lo que les habían contado no era la verdad, era necesario buscar un antídoto frente a ello. La memoria democrática llevada a sus últimas consecuencias cuestionaba, y cuestiona, las bases del poder oligárquico que permite la pervivencia de la precariedad, de la explotación, de la discriminación y y del odio. Si a ello se une que con motivo de la crisis capitalista de 2008 los principales elementos de paz social (educación, sanidad, pensiones, servicios sociales y derecho del trabajo) se habían convertido en objetivo de ataque interesado por parte de esas elites, el riesgo de que el chiringuito se le viniera abajo era una hipótesis probable. Cuando en 2011 apareció el 15-M y cuando el bipartidismo dejo de ser elemento de articulación política estabilizadora, después de 2015, los riesgos aumentaron exponencialmente. Fue a partir de entonces cuando, también aprovechando los múltiples evidentes errores del campo popular, lanzaron una ofensiva política e ideológica que les permitiera de nuevo apuntalar su injusto sistema. El primer objetivo fue evitar que Podemos y sus confluencias pudieran llegar a ganar unas elecciones. No les servía, ni les sirven, con que moderasen a extremos sus objetivos y programas, no toleran compartir el poder con el populacho. El segundo, comenzar rehabilitar la malograda imagen del Franquismo, para sobre ella posibilidad, si fuera necesario, una nueva salida autoritaria, con acatamiento de la mayoría del pueblo. Y en tercer lugar, volver a confrontar a los y las de abajo entre sí, enfrentando al último contra el penúltimo, a través de de una recuperación del machismo, del racismo, del sexismo, de la xenofobia y de cualquier expresión de libertad de conciencia. La única libertad a defender, para los y las ideólogos/as de esta ofensiva reaccionaria es la de mercado, la de empresa y la que garantice la propiedad privada de quienes viven a costa del trabajo ajeno.

En ese contexto de conflicto político y social, que se recrudecerá en la medida que esas derechas van intentar por todos los medios impedir que el nuevo gobierno de PSOE-UP cumpla lo más básico de su programa, la lucha contra la impunidad del franquismo y por la memoria democrática y antifascista será un elemento clave. En los últimos años la lucha ecologista y la lucha feminista han dado nuevos aires frescos a la lucha contra las injusticias sociales del régimen que hemos intentado describir en este articulo. Y a la par ha surgido otro movimiento social que también continua coadyuvando a generar quiebras en el poder de esas oligarquías que aseguraron su poder en el Franquismo y la Transición. Aunque parezca que no exista conexión sacar al Franquismo de las calles y las instituciones, ayuda y de qué manera a superar la corrupción política y la precariedad de los sectores sociales más débiles. Seguir cuestionando la Monarquía, y plantear la República como forma de gobierno, ayuda a solventar los problemas de convivencia plurinacional en esta piel de toro, y a democratizar todas las estructuras del poder del estado. Defender la laicidad del estado, cuestionar las ofensivas reaccionarias como el “pin parental”, sigue siendo un elemento clave para permitir que la sociedad en la que vivamos en el futuro sea una sociedad no oscurantista, como fue el Franquismo, sino una sociedad de hombres y mujeres libres e iguales, sin ningún tipo de discriminación por su condición ideológica, sexual, o por su raza y origen.

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